El saludo casual de Yaku Pérez duró una hora y media
Final inesperado para el candidato que habló de legitimidad y exigió transparencia. Terminó con una reunión ilegal lo que había comenzado con una mentira.
Un último dato tenía La Posta guardado bajo la manga: las horas de entrada y de salida de los participantes en la reunión. Cuando el periodista Andersson Boscán se las puso por delante en su programa del viernes por la mañana, el juez electoral Ángel Torres empezó a parpadear nerviosamente. ¿Se sintió atrapado? Había dicho que la tal reunión con Yaku Pérez fue nomás “un ligero encuentro”, no programado, casual, intrascendente: él había ido a responder una consulta de carácter constitucional en el departamento de Darwin Seraquive (un operador político cercano a Pachakutik, pero esto no lo mencionó), y en eso estaba cuando sorpresivamente llegó el candidato. Intercambiaron dos o tres frases de ocasión y eso fue todo. Así dijo, pero no: la nueva evidencia lo coloca sentado junto a Yaku Pérez durante nada menos que una hora y media.
¿De qué hablaron? “Temas económicos de carácter productivo en beneficio para el país”, arriesga el juez Torres en una alambicada explicación. O quizás recordaron juntos “Los pajonales que unen el cantón Yacuambi con el cantón Nabón”. Cualquier cosa. “¿Usted cree que entre dos o tres personas con un comportamiento decente, honesto, tengamos necesariamente una conversación pecaminosa?”.
El saludo casual de Yaku Pérez duró una hora y media
Leer másUna hora y media de reunión tampoco corresponde a lo expresado la víspera por Yaku Pérez, en un tardío tuit que el país entero había esperado durante todo el día. En ese mensaje, Pérez califica de “saludo casual” lo que el juez Torres llama “ligero encuentro”. Una versión difícil de creer: ¿casualmente fue llevando Yaku Pérez a un asistente que cargaba un maletín lleno de actas electorales? “Actas, no billetes”, admite él mismo: en su desesperación por aclarar que él no fue a comprar a nadie, olvida candorosamente que las actas podrán no ser tan deshonrosas como los billetes pero resultan al menos igual de comprometedoras. Ambos implicados, Pérez y Torres, hablan como si la ley no prohibiera específicamente reuniones de ese tipo: un juez, a puerta cerrada, con una de las partes de un proceso sobre el que tendrá que pronunciarse; con una de las partes en ausencia de la otra. Es ilegal y es inmoral.
Así, sin pena ni gloria pero con harto ruido, termina la historia del fraude electoral de Yaku Pérez: de manera tan sospechosa como había arrancado el día mismo de las elecciones. Ese 7 de febrero, con su amiga Manuela Picq hablándole al oído, el candidato de Pachakútik soltó ante la prensa una vaga acusación sobre unos hackers. Fue ella quien finalmente explicó que se trataba de una especie de virus informático instalado en el sistema del Consejo Nacional Electoral con el objetivo de transferir los votos de Yaku Pérez a Xavier Hervas.
En los días sucesivos, Pérez continuó construyendo su caso de fraude electoral pero la historia de los hackers no se volvió a mencionar. La descartaron quizá por demasiado improbable, a pesar de que un caso de hackeo habría sido lo más fácil de demostrar. Resulta apenas obvio que no lo hicieron porque era falso. En resumen: la historia del fraude de Yaku Pérez empieza con una mentira y termina con una ilegalidad.