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Oficio. Simón ubica el atado de hebras de toquilla en la horma de madera, en forma de queso, sobre la que se coloca una almohada para apoyar el pecho y empezar el tejido del sombrero.Cortesía

Salvaguardando la tradición de los tejedores de paja toquilla

Mediante el proyecto de la Unesco ‘Tejiendo desarrollo sostenible en Pile’, en Manabí, se busca visibilizar la labor de los tejedores de paja toquilla

Salvaguardar el saber generacional es una prioridad de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). En la comunidad de Pile, Montecristi (Manabí), esa entidad internacional está acompañando a los 173 tejedores activos del sombrero ecuatoriano de paja toquilla para que no pierdan su tradición, convertida en patrimonio desde el 5 de diciembre del 2012.

Desde el 2021, la Unesco y el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC), con el apoyo financiero de la Embajada de Francia en Ecuador, están ejecutando el proyecto ‘Tejiendo desarrollo sostenible en Pile’. La iniciativa busca unir a la comunidad, generar viabilidad del producto e incentivar a los jóvenes a conservar esta tradición, por la que los sombreros ecuatorianos son reconocidos a nivel mundial.

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La posibilidad de que esta habilidad se pierda, por falta de apoyo o por el poco interés de las nuevas generaciones, es algo que preocupa a los artesanos. Simón Espinal, quien lleva 38 de sus 53 años de vida tejiendo sombreros, lo único que pide es ayuda de las autoridades. “Si nosotros tuviésemos ese apoyo creo que las cosas serían diferentes. La juventud sentiría entusiasmo para seguir haciendo este trabajo, ya no tendrían que salir a otro lado para buscar un mejor ingreso económico”.

El manabita, con gran habilidad en sus manos para el tejido ‘extrafino’, que pocos han aprendido en Pile, cuenta que empezó a tejer sombreros a los 15 años, por enseñanza de sus padres. Él transmitió el saber a su descendencia, pero ninguno de sus tres hijos lo adoptó como oficio. “A veces tejen, lo hacen como una fuente de ingreso adicional”, porque trabajar a tiempo completo no deja réditos económicos.

Según el diagnóstico de la Unesco, existen altos niveles de pobreza en las familias tejedoras de las provincias de Manabí y Santa Elena. El ingreso familiar, en promedio, es de 232,57 dólares mensuales, de los cuales 66,14 dólares provienen de actividades relacionadas con la paja toquilla. Esta es una de las principales razones por las que muchos jóvenes no continúan con la tradición. “Hacer un sombrero de 20 gramos demanda un mes de trabajo y por este recibimos 200 dólares. Eso no alcanza. Uno tiene que hacer un sacrificio para poder sostener este arte”, sostiene el campesino.

De los 173 tejedores que quedan en Pile, 118 son mujeres y 55 hombres. La mayoría tiene más de 18 años, sin embargo hay un grupo de 15 adolescentes de entre 10 y 17 años que son tejedores activos. También se ha identificado a 25 adultos mayores de 65 años que siguen tejiendo y 40 en proceso de formación. Para todos, el proyecto ‘Tejiendo desarrollo sostenible en Pile’ busca promover un plan comunitario que salvaguarde el tejido y traiga consigo beneficios económicos.

“Estamos elaborando una caja de herramientas multimedia para que los jóvenes de la comunidad se motiven. Por otro lado, estructuramos un plan de fortalecimiento de capacidades con la comunidad que aborda temas de competencias socioemocionales, para que haya una mayor participación colectiva”, explica el coordinador del proyecto, Juan Sebastián Mosquera.

También se está elaborando una estrategia para que los jóvenes de la comunidad conozcan, por un lado, sobre la siembra y cosecha de la paja para conservar los cultivos y, por otro, estrategias de innovación en diseños y colores y comercialización a través de los nuevos canales digitales.

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Algo en lo que desean avanzar es en hacer ellos mismos el trabajo de prensado, que permite que los artesanos puedan realizar el acabado del sombrero para ampliar su cadena de valor.

El proyecto de la Unesco será acompañado por el Cabildo de Montecristi hasta marzo de este año. Para entonces se espera haber logrado establecer un comité comunitario y haber certificado al menos a 30 personas para la formación y fortalecimiento comunitario.

En cuanto a los jóvenes, el coordinador asegura que “muchos han dejado de tejer porque asisten a la universidad, pero es importante demostrar en ellos los valores que el tejido deja a nivel de responsabilidad, disciplina y orden, para que los puedan aplicar en los diferentes campos profesionales”.

Para continuar con la enseñanza a las nuevas generaciones, se mantendrá la escuela infantil Alma de Toquilla, que tiene varios espacios de intercambio de conocimientos y de experiencias.

El director de la Casa de la Cultura de Manabí, Fidel Intriago, precisa que desde este espacio se brinda apoyo a los tejedores y emprendedores en cuanto a la cadena productiva, para el cultivo de la paja y la comercialización del sombrero. “Creemos que falta mucha difusión. Sería bueno realizar productos comunicacionales o audiovisuales que tengan que ver con esta tradición”.

Estos trabajos en conjunto buscan garantizar que el tejido se mantenga vivo en la comunidad, la cual se caracteriza por ser la cuna de los sombreros de paja toquilla más finos del mundo.