Saquicela, agarrado en curva
El debate sobre la ley de comunicación pasó a segundo plano. El escándalo de la manipulación de votos electrónicos sigue sacudiendo a la Asamblea.
Pierina Correa echó la estrategia por un tubo. Para evitar que el espinoso asunto de la manipulación de votos electrónicos en la sesión del 28 de junio llegara al Pleno, el presidente Virgilio Saquicela había hecho malabarismos con el procedimiento. Las cosas estaban saliendo bien para él y los correístas, que no han podido evitar que se sospeche de ellos, hasta que la hermana del expresidente prófugo pidió la palabra. No se sabe qué parte de pasar-de-agache no entendió, el hecho es que se mandó un encendido discurso proclamando la inocencia de su bloque antes de que nadie les acuse de nada. Como era predecible, a su intervención siguió una réplica tras otra. Así, no solo que el tema aterrizó en el Pleno con vehemencia por la torpeza política de Pierina, sino que el propio presidente de la Asamblea terminó arrastrado sin opción de réplica.
La bancada de CREO había recogido firmas para que el tema de la manipulación de los votos electrónicos, que ya fue confirmada por un informe del departamento técnico de la propia Asamblea, se debata en el Pleno. Para evitarlo, Saquicela se abstuvo de convocar sesiones nuevas y diseñó la agenda del día con cuatro continuaciones de sesiones ya empezadas. Y para absolver el asunto, ni bien arrancaba la primera sesión de la mañana, llamó a uno de los técnicos que firman el informe y lo puso a dar explicaciones. Mauricio Guerra, que así se llamaba el técnico, confirmó lo que ya se sabía: que una persona accedió a las curules electrónicas de los cuatro asambleístas cuyos votos fueron manipulados usando sus propias credenciales. Varios asambleístas quisieron intervenir y hacer preguntas pero el Saquicela no lo permitió: "Yo doy la palabra -le dijo a Fernando Flores, de CREO-, esto no es el gobierno".
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Leer másEl presidente acababa de violar el procedimiento de manera flagrante, pues la intervención del técnico en la sesión no constaba en el orden del día. Se armó la batahola: hubo gritos de indignación cuando Saquicela negó la palabra a quienes se la pedían, refugiándose en el procedimiento que acababa de violar. Dio a entender que, como el informe del técnico no estaba en el orden del día, no podían intervenir. Así de retorcido. Hasta ahí habrían llegado las cosas de no ser porque Pierina Correa estaba con la sangre en el ojo por unas declaraciones del ministro de Gobierno, Francisco Jiménez, vertidas esa misma mañana en Teleamazonas y que ella, como le quedó cómicamente claro a todo el mundo, entendió mal.
Ya nadie se acordaba del asunto. El Pleno se hallaba en otra cosa: el debate sobre la ley de comunicación que el bloque oficialista parece haber abandonado a su suerte. En eso pidió la palabra Correa “para dejar sentada una enérgica protesta”. “Que pasen el video”, pidió a la presidencia, en ese momento temporalmente ocupada por la vicepresidenta Yeseña Guamaní. Ahí se verá, adelantó, cómo Jiménez, “con total desfachatez, acusa y condena a la Asamblea Nacional” por haber manipulado los votos electrónicos de cuatro asambleístas en la decisiva moción de destitución del presidente de la República. Lo acusó de pasar “por encima del Estado de derecho”, de irrespetar el debido proceso, de hacer tabla rasa de la presunción de inocencia. Estaba indignada. Cuando se pasó el video, el ministro no decía nada de eso. Solo que había una manipulación muy grave que debía ser investigada.
Replicó Nathalie Arias, de CREO, acusando al presidente Saquicela de evadir el debate, lo cual es cierto y consta a todo el mundo, y de violar la ley de la Función Legislativa al introducir un punto por fuera del orden del día. A su denuncia se sumó la de Wilma Andrade, una de las asambleístas cuyo voto fue manipulado (dirigido desde una computadora externa, según el informe técnico) en la sesión del 28 de junio. Para cuando Saquicela volvió a hacerse cargo de la presidencia, Andrade lo ponía verde.
La asambleísta de la Izquierda Democrática desmintió todas las suposiciones del presidente: que los propios afectados por la manipulación se habían equivocado a la hora de votar; que cedieron sus claves a un tercero, cosa que está prohibida; que no hubo vulneración del sistema informático... Declaraciones tan gratuitas como contradictorias que Andrade puso en evidencia. Más aún: “¿Y si le digo, señor presidente -preguntó-, que aquí en esta Asamblea está el terminal? Aquí está el dispositivo desde el que operaron desde afuera, hicieron el puente y aquí tendrá que venir la Fiscalía”. Cuán pasmado estaría Saquicela que, para cuando pudo moverse y ver la hora, Andrade ya llevaba hablando siete minutos de los tres a los que tenía derecho. Se lo dijo. Pero bajó la cabeza y no volvió a abrir la boca. Seguramente se prepara para la próxima semana, cuando obligatoriamente deberá encarar el debate que tan sospechosamente trata de eludir.
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Quizá para distraer la atención de los medios, Saquicela echó mano de un tema de gran importancia, aplazado desde marzo: el segundo debate de la ley de comunicación, a la que el correísmo y Pachakutik quieren restituir su original espíritu autoritario y antidemocrático. Todo parece indicar que se aprobará el informe de minoría, que establece controles estatales sobre los contenidos, se opone a la autorregulación y se contradice abiertamente con los estándares internacionales en materia de libertad de expresión. El informe de mayoría, defendido por la socialcristiana Marjorie Chávez, asambleísta ponente, volvió a la comisión. No hubo una sola voz del oficialismo que se alzara en su defensa. Se votará en ocho días.
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