Los secretos del manejo del ‘caso cero’
La primera paciente con COVID-19 en el país fue internada en el Alcívar. El director médico del hospital cuenta en un libro lo que no se supo antes y después de esa confirmación
Nunca el cero tuvo tanto valor. Con esa frase describe el doctor Juan Carlos Aveiga los días previos y posteriores a confirmar que el primer caso de coronavirus en Ecuador había llegado, a finales de febrero de 2020, al hospital en el que es director médico: el Alcívar de Guayaquil.
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Leer más“Nunca el cero había tenido tanto valor, un viajero inesperado, el paciente “cero”, de repente se convirtió en un fantasma que deambulaba por el hospital, aún después de su partida”, relata Aveiga en el primer capítulo de su libro titulado ‘Lo que mis ojos vieron’, en el que cuenta todos los secretos sobre el manejo de la paciente que llegó desde España y lo que él, su equipo y demás médicos de la ciudad vivieron durante los días más duros de la pandemia. Todo lo que el Ministerio de Salud siempre se negó a admitir.
La historia comienza el sábado 22 de febrero, cinco días antes del anuncio oficial. “Yo estaba en Chipipe, era sábado de carnaval, y me llama mi amiga Maya y me dice: ‘tengo un caso de una paciente de España que tiene una neumonía atípica, ya le he hecho todos los exámenes que le puedo hacer aquí y todos han salido negativo. Yo creo que tengo un coronavirus’. Yo le dije que no podía ser posible que sea Guayaquil la primera ciudad con el coronavirus”, cuenta Aveiga en una entrevista con EXPRESO.
Entre el sábado y el martes 25 nadie de Salud le contestó los correos con sus reportes. “El miércoles vinieron al hospital y hablaron con la familia y una doctora me dijo que esté tranquilo, que venía de una ciudad en la que no había coronavirus. Yo le dije que podía haberse contagiado en el aeropuerto y me dijo que no, que no me preocupara”.
Para ese entonces, las autoridades habían empezado a hacer controles básicos en las terminales aéreas para los que arribaban desde China, Italia, Corea e Irán, pero se negaban a hacerlo (pese al pedido de los médicos) a los que llegaban desde España o Estados Unidos, naciones en las que días después la pandemia se desató y que comparten un inmenso flujo de viajeros con Ecuador.
La historia clínica de la paciente, cuenta Aveiga en el libro, apuntaba cada vez más a lo descrito en Asia y Europa y la preocupación dentro del centro médico aumentaba.
El jueves 28, y sin avisar al director, el Ministerio de Salud pidió tomar una muestra directa del bronquio de la paciente para enviar “por si acaso” a Atlanta, en Estados Unidos. Solo en los CDC de ese país, dijo la ministra Catalina Andramuño en ese entonces, podían detectar el virus. “Yo pensaba que era solo un procedimiento normal, pero detrás de todo esto ya estaba la ministra, todo el mundo, preocupado y sospechando que tenía (COVID-19)”.
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Leer másEse mismo día el viceministro Félix Chong negó a este Diario que se estuvieran haciendo pruebas a más pacientes. “Vale aclarar que en Ecuador en este momento no hay casos confirmados ni casos sospechosos”, dijo en la entrevista.
Al día siguiente volvieron a llamar a la doctora de Salud, pero ella y otros funcionarios les reiteraron que no había peligro, que estaban exagerando con sus sospechas. Horas más tarde, Aveiga recibió una noticia que lo descompuso. “Llamó una doctora que se identificaba como familiar de la paciente diciendo que en la ciudad en la que vivían, en España, habían dos casos confirmados. Se me vino la sangre al piso”.
Sin embargo, eso no fue lo peor. “Según yo era una noticia bomba. Llamé a la doctora del Ministerio y me dice: ‘Chuzo, doctor, yo ya sabía’”, recuerda.
Había pasado una semana con un caso coronavirus en su hospital y su personal y otros pacientes habían estado expuestos sin mucha protección. “La enfermedad nos tomaba por sorpresa y era una sensación muy desagradable”, menciona en el libro.
La mañana del 29 de febrero Andramuño dijo en una rueda de prensa que, pese a que Ecuador había “seguido todos los protocolos” y había “tomado todas las medidas de prevención necesarias”, eso no impidió “que el virus ingrese”.
“Fue un retraso de 5 días valiosos. No sé si ellos estaban preparados con un contingente para aislarla completamente. Yo creo que la falla fue antes, aquí no había pruebas, no había cómo responder”, dice el director médico.
Sacar a la paciente del Alcívar no fue fácil, más para los que, supuestamente, venían preparándose desde enero. Los funcionarios de Salud no volvieron a ingresar al centro médico, daban órdenes desde lejos y le pidieron al hospital que diera su ambulancia para llevarla al Guasmo. A cambio, les darían trajes especiales pese a que habían tratado a la paciente toda la semana solo con mascarillas.
“Allá (en el Guasmo) los van a recibir con trajes, va a haber fotos y tal vez prensa, se vería feo que ustedes vayan solo con mandil”, les dijeron.
Después de ese momento, todo fue confusión y desconcierto. Los familiares de la paciente y los que la trataron fueron obligados a quedarse encerrados en sus casas sin vigilancia médica, pues los que debían controlarlos también empezaron a enfermarse.
En esas primeras semanas, el Alcívar decidió rechazar a pacientes con síntomas respiratorios, admite Aveiga, pues la directriz de Salud era que solo podían tratarse en los hospitales de referencia. “Los mandábamos allá, pero llegó un momento en el que ya había dos o tres pacientes tosiendo en la emergencia y ya no podíamos hacer eso”. Llegaron a tener el 80 % del hospital con pacientes COVID.
En la tercera semana de marzo empezaron a acumularse los muertos y comenzó la interminable pesadilla. “De 100 se mueren 2 y teníamos miles de enfermos, esto iba a pasar. El problema es que se copiaron protocolos de manejo de cadáveres de otros países. Y hay una serie de cosas que hay que analizar, hay que adaptar, lo que puedes hacer y reproducir en tu medio”, relata Aveiga.
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Leer másLa ciudad, asegura, tenía capacidad para cremar a 25 cuerpos al día, pero los muertos duplicaban y hasta triplicaban esa cifra. Guayaquil y sus cuerpos en las calles abrieron los noticieros y las portadas de los medios más importantes del mundo que, incluso, llegaron a llamarla la “Wuhan de Ecuador”.
Semanas y meses después vinieron la falta de insumos, las peleas con el nuevo ministro y la conformación de la mesa técnica de Guayaquil que intentó dar luz a los médicos que batallaban con decenas de enfermos día a día.
Tras un año, Aveiga lamenta que muchos hayan olvidado lo que sucedió. “No recuerdan que hubo un momento grave en el que se arrodillaron y pidieron perdón”.
“Estamos cansados, tu ves cómo yo me emociono cuando converso y veo para atrás y sí me causa un sentimiento de decepción, algunas cosas me emocionan. Esto sí te repercute psicológicamente”.
“Nos dijeron que no nos iban a vacunar”
La llegada de la vacuna para los médicos fue un símbolo de esperanza. Sin embargo, cuenta el doctor Aveiga, los hospitales privados habían sido excluidos de la fase inicial, pese a estar un año batallando en primera línea contra la COVID-19.
“Cuando comenzamos las reuniones de vacunación y primero dijeron los de primera línea, celebramos. Cuando hago la primera llamada y pregunto cuándo nos toca, nos dijeron: los privados no se van a vacunar. Me sorprendí y pregunté si la iba a sacar a la venta y dijeron: no, sino que no están incluidos en la fase cero”, recuerda el doctor.
“¿Tú sabes que yo tengo un 80 % de pacientes de la red pública? Le pregunté al que nos contactaba del Ministerio. Entonces tuve que empezar a hacer bulla en Twitter, me mandaron a callar y me reuní con el ministro”, rememora. En ese entonces, Juan Carlos Zevallos estaba al frente de la cartera de Estado.
Ahora ya tiene a su personal vacunado, pero el mal sabor de la falta de respeto y consideración no se ha ido aún.