Jaime Macías señala el nombre de su madre en el memorial ubicado en el centro de Tarqui, Manta.

Las secuelas eternas del 16A

Jaime Macías Palma se dirige hasta el memorial ubicado en Tarqui, la zona más afectada por el terremoto del 16 de abril, en Manta, provincia de Manabí. Coloca una vela, con su dedo señala el penúltimo de los 209 nombres que allí se encuentran.

Jaime Macías Palma se dirige hasta el memorial ubicado en Tarqui, la zona más afectada por el terremoto del 16 de abril, en Manta, provincia de Manabí. Coloca una vela, con su dedo señala el penúltimo de los 209 nombres que allí se encuentran.

Ignacia Obdulia Palma Mendoza, es su madre. Hace tres años, recuerda Jaime, que llegaba a la casa ubicada en la Calle 112 y Avenida 105. Iba a tomarse un café con leche caliente, preparado por ella, cuando en un abrir cerrar de ojos, empezó todo, relata.

“La llamé para que salga con el primer remezón, pero todo fue tan rápido. Mi madre estaba arriba, la tierra mostró su irá y nuestra casa se desplomó, lo recuerdo como si fuera ayer”, lamenta.

Narra que sacó a su madre entre los escombros. Sus manos y piernas habían sido golpeadas por los pedazos de cemento. Aún respiraba y sollozaba como intentando decirle algo.

“Todo era una película de terror. La llevé hasta la FAE donde estaban atendiendo a los heridos. Allí todo estaba colapsado. No resistió mucho. El terremoto se me la llevó”, dice mientras agacha la cabeza.

A Macías cuando el calendario marca 16 de abril , el dolor lo invade. Llora en silencio, recuerda a su madre, a la que cuidó después que su padre falleció, a la que veía siempre, a la que se fue lejos en el 2016.

“Las cosas materiales se pueden recuperar, pero perder un ser querido, una madre, es una secuela eterna que no podemos borrar”, expresa Macías mientras mira el rostro de su madre impregnado en su camiseta blanca.

Una inesperada partida

La tragedia dejó un dolor irreparable para Casandra Guerrero. Exclama entre lágrimas que podrán pasar mil años y no superará lo que sucedió en el 2016.

Fabiana y Roger, su hija y sobrino, sostienen la fotografía de su padre, Stalin Guerrero, otra de las víctimas de la catástrofe que golpeó a los manabitas.

El había ido de visita donde una tía. La tierra tembló, intentó salir de la vivienda, pero solo llegó hasta el portal. Varias paredes cayeron sobre su humanidad, dejándolo entre los escombros.

“Mi padre estaba lleno de vida, nunca esperábamos esto tan difícil. Han sido tres años duros, el era todo para nosotros, nuestra familia tiene un espacio vacío, difícil de ocupar”, expresa la fémina con un nudo.

Las lágrimas ruedan por sus mejillas. Dice que recuerda a su padre alegre y prefiere no ir al cementerio, vive con la idea que el está bien, que simplemente se ha ido de viaje y regresará pronto.

“Ellos eran los engreídos de él. Lo recuerdan mucho. Ha sido difícil vivir con su ausencia”, menciona Casandra mientras señala a los dos pequeños que la acompañan.

Recordación y reclamo

En Manta, en horas de la mañana el cabildo ofreció un homenaje póstumo a las víctimas del terremoto. Allí varias instituciones colocaron ofrendas florales donde se encuentra el memorial con el nombre de los que se adelantaron.

En Pedernales se ofreció un minuto de silencio y se izó la bandera que estaba a media asta. Las autoridades presentes colocaron las ofrendas florales como recordatorio a los tres años del 16A. Al finalizar el acto, el padre José Posligua animó al público a agradecer por la memoria de los caídos.

En el cantón Sucre, centenares de habitantes de diferentes lugares del norte manabita, se agruparon en el Puente Los Caras. Allí protagonizaron una marcha para reclamar a lo que llamaron abandono y promesas incumplidas. Letreros con pedidos sobre la construcción de los hospitales de Pedernales y Bahía de Caráquez se observaron entre el tumulto.