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Nicolás Maduro lleva 11 años en el poder.Archivo

Silencio y tibieza del socialismo ante Maduro

Gobiernos de Chile, México, Brasil y Colombia, supuestamente respetuosos de la democracia, callan ante el fraude electoral

Vi hace unos días al expresidente Osvaldo Hurtado referirse a Nicolás Maduro como dictador. Creo que es uno de los pocos exmandatarios latinoamericanos que lo dicen con tanta entereza y presentando argumentos que demuestran cómo Maduro ha engañado o silenciado a punta de intereses económicos a Andrés Manuel López Obrador, presidente de México; a Gustavo Petro, presidente de Colombia, y a Luiz Inácio Lula da Silva, alias Lula, presidente de Brasil.

Yo añadiría que incluso logró engañar a los Estados Unidos de América cuando en octubre y diciembre del año pasado prometió elecciones libres en el acuerdo de Barbados y consiguió un canje de presos para liberar al mafioso Alex Saab. El presidente Joe Biden confió en la diplomacia y Maduro le clavó el puñal cuando hizo descalificar la candidatura de María Corina Machado para las elecciones de julio de este año. No suficiente con eso, no permitió la inscripción de quien reemplazaría a Machado en las elecciones por llevar el mismo nombre, Corina. Y, para estar aún más seguro, mandó a la cárcel a algunos promotores de la campaña opositora.

No está de más recordar lo que he dicho en varias ocasiones desde que Hugo Chávez llegó al poder. Se trata de un populismo de izquierda con un discurso revanchista, provocador de la lucha de clases que saca provecho del empobrecimiento del pueblo causado por gobiernos corruptos que van desde la derecha hasta la misma izquierda.

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Venezuela, al igual que Argentina, Ecuador, Colombia y Brasil, tuvo gobiernos que empobrecieron a la población para enriquecer una casta privilegiada que se alzó con todos los negocios relacionados con el Estado. Este fue el caldo de cultivo para que aparezca Chávez, quien seguramente tuvo en sus inicios la intención de sacar a su país de la pobreza, pero el poder lo corrompió, igual o peor que sus antecesores. Se alió con la escoria política de América, Cuba. Se convirtió en dictador a punta de amañar elecciones, encarcelar opositores, ejecutar disidentes y mantener ese discurso de odio heredado posteriormente por Nicolás Maduro, quien también fue corroído por el poder totalitario.

Argentina, Ecuador y Colombia tomaron el mismo camino, pero con distintas suertes. Argentina se empobreció terriblemente bajo el dominio familiar de los Kirchner, Ecuador tuvo una bonanza petrolera sin precedentes que le permitió a Correa hacer carreteras, hospitales y agigantar el tamaño del Estado llenándolo de corrupción en todos sus estamentos, desde el gobierno hasta la justicia y legislatura. Colombia recién cayó en el engaño en 2022 con Gustavo Petro y ya estamos viendo el resurgimiento de la violencia narcodelictiva.

Los argentinos, al ver que su país se estaba convirtiendo poco a poco en Venezuela, reaccionaron a finales del año 2023 eligiendo un libertario que en menos de tres meses eliminó el déficit fiscal, recortó la grasa estatal y está reduciendo la inflación. Los ecuatorianos tuvimos la suerte de que Lenín Moreno, sucesor de Correa, se distanciara de él, abriera los ojos y rompiera la cadena de tiranía a la que estábamos siendo sometidos. Las libertades fueron recuperadas y al menos hemos tenido elecciones libres.

Hoy, los presidentes de Argentina y Ecuador rechazan el estado de corrupción política y la falta de libertades y democracia en Venezuela y no están dispuestos a reconocer los resultados tramposos que pretende imponer Nicolás Maduro. Esta postura es comprensible, después de todo, Javier Milei y Daniel Noboa son presidentes con ideología derechista.

Lo que no es comprensible ni aceptable es que los gobiernos de Chile, México, Brasil y Colombia, autodenominados socialistas, supuestamente respetuosos de la democracia, defensores de los derechos humanos y las libertades, manejen con tibieza o en absoluto silencio el fraude que está cometiendo Maduro.

Estos son los mismos que critican a Nayib Bukele, presidente de El Salvador, por su lucha contra los delincuentes, pero callan ante los presos políticos que Maduro ha encerrado en Venezuela por atreverse a cuestionarlo o por querer participar en las elecciones. ¿Cuánto tiempo más callarán?

Por esta razón, las declaraciones de Osvaldo Hurtado son importantes en el contexto internacional. Hurtado no debería terminar ahí su intervención. Debería promover una proclama de exmandatarios a actuales mandatarios de toda América para frenar de una vez por todas la dictadura de Maduro.

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