3 o 4 bebés por cada 1.000 nacidos vivos presentarán problemas auditivos y 32 millones de niños en el mundo sufren de sordera, según la OMS.

Sordera infantil: El diagnostico precoz es vital

Si sospecha que su hijo no oye bien, el examen audiológico determinará el grado de la afección para iniciar el tratamiento.

Ivonne tiene dos años de edad y juega como cualquier niño. Sin embargo, hay algo que la diferencia del resto: no escucha porque nació con una lesión congénita en su sistema auditivo que le ha causado un retraso en su lenguaje. Ella es sordomuda.

La incapacidad total o parcial para oír sonidos en uno o en ambos oídos es lo que se conoce como hipoacusia o sordera, patología que afecta a 3 o 4 bebés por cada 1.000 nacidos vivos. “Por eso, debido a que los problemas auditivos de nacimiento no son visibles, es importante realizar una prueba de tamizaje antes del año de edad”, recomienda el doctor Luis Serrano, PhD en Audiología.

En su aparición inciden varios factores, además del hereditario. Durante el embarazo, algunas complicaciones o descuidos de la mamá son perjudiciales. Si la progenitora ingiere medicamentos ototóxicos o contrae enfermedades como rubeola, toxoplasmosis o gripe, el bebé puede llegar a sufrir sordera.

El diagnóstico precoz (antes de los dos años) es fundamental para evitar que esta afección comprometa seriamente el lenguaje y el desarrollo emocional, cognitivo y social del pequeño.

Modernos y actuales

Con los métodos actuales de detección denominados otoemisiones acústicas y ABR de onda V, es posible detectar precozmente (desde el primer día de nacido) la sordera. Son seguros, confiables y económicos.

El tratamiento

Dependiendo de la severidad de la lesión (leve, moderada o profunda) el médico determinará el tratamiento. “Por lo general consiste en la adaptación de prótesis auditivas o implante coclear, que mejorarán la audición del infante a niveles casi normales”, explica el galeno.

Además -prosigue el doctor Serrano- es importante complementar con terapia de lenguaje u oralización adecuada. Es decir, enseñarle al niño a escuchar para aprender a hablar.

¡Alerta!

Si nota que su bebé no reacciona ante sonidos fuertes (sorprenderse) consulte al pediatra. A partir de los cuatro meses es posible hacer valoraciones audiológicas confiables.

Otra causas

El doctor Serrano recalca que las lesiones auditivas en los niños pueden ser ocasionadas por los siguientes factores de riesgo:

Antes de los 28 días de nacido:

Peso al nacer menor a 1.500 gramos, ventilación asistida mayor a cinco días, anomalías craneofaciales, incluyendo malformaciones del pabellón auricular, asfixia neonatal, historia familiar, infecciones congénitas como toxoplasmosis, rubeola, herpes, citomegalovirus, uso de medicación ototóxica, aminoglucósidos (Gentamicina–Amikacina), meningitis bacteriana.

De 28 días de nacido a dos años:

Infecciones infantiles asociadas con hipoacusia (por ejemplo paperas, sarampión), medicación ototóxica, meningitis bacteriana, otitis media supurativa a repetición por tres meses, retraso en el desarrollo del lenguaje, trauma de cráneo asociado con fractura o pérdida de conciencia.

Comprueben que oyen bien

La Universidad de Harvard da estas recomendaciones:

- Los primeros dos meses, el recién nacido parpadea, se asusta o se despierta ante ruidos fuertes. Además, la voz de su madre (o de su cuidador) lo tranquiliza y pone atención al escucharla.

- Entre los tres y cinco meses, el bebé gira la cabeza en busca de la fuente de sonido y a partir del primer semestre de vida ya no lo hace solo con la cabeza, sino con el resto del cuerpo. Si en esta etapa el pequeño no emite sonidos ni balbucea, las posibilidades de que padezca algún grado de hipoacusia aumentan.

- Otros signos de alarma son que al año de vida no le llamen la atención los ruidos de timbres y teléfonos; que entre el año y los 18 meses no reconozca su propio nombre; que a los dos años no imite palabras comunes; que a los tres no diga palabras y a los cuatro, frases sencillas. También si en etapas posteriores al menor se le dificulta entender un diálogo, o necesita con frecuencia que le repitan palabras.