Cartel. Uno de los anuncios de Julio Jaramillo en la capital azteca.

En el Teatro Blanquita de Mexico D.F.

Rafael Álvarez Soler le programó una gira por Centroamérica y México con su hermano Pepe como guitarrista. Hicieron escala una noche en Panamá para hacer el cambio a Managua, los músicos panameños le brindaron una inolvidable velada de canciones.

Rafael Álvarez Soler le programó una gira por Centroamérica y México con su hermano Pepe como guitarrista. Hicieron escala una noche en Panamá para hacer el cambio a Managua, los músicos panameños le brindaron una inolvidable velada de canciones. En Nicaragua estuvo un mes en continuas presentaciones y otros tantos triunfos, incesantemente las radios trasmitían su música. En Honduras el éxito también fue indescriptible. En Guatemala no le conocían, pero tras sus primeros shows ganó treinta mil dólares en solo quince días. Enseguida pasaron a El Salvador y enamoró a la artista Coralia Valle, de gran fama local como bailarina y cantante y por ser miembro de una de las más importantes y adineradas familias de ese país, con parientes en las altas esferas del Gobierno. Se casó con ella en un programa especial de la televisión cuyos dueños pagaron todos los gastos de la celebración, que recuperaron con creces por la publicidad. Ese día se paralizó el país y todos estuvieron pendientes de sus pantallas de TV pues nadie quiso perderse los detalles de tan sonada ceremonia (y todo ello a pesar que seguía casado en el Ecuador con María Eudocia Rivera y en la Argentina con Gloria Reich). Pero a la semana partió a Costa Rica, abandonando a la flamante novia que de la vergüenza por el chasco escandaloso se refugió en Colombia por mucho tiempo.

En San José trató al célebre cantante puertorriqueño Daniel Santos, con quien hizo una grande y profunda amistad y volvió a Honduras con una oferta de catorce mil dólares por dos semanas de presentaciones que fueron otros tantos éxitos. Finalmente terminó la gira en Panamá, se presentó en ‘boites’ de primera, en la televisión, recorrió el país, tuvo un romance sexual con una chica y como la abandonó, ella se quiso suicidar. Julio cometió el error de irla a visitar a la clínica y el hermano de ella lo hirió en la pierna con un cuchillo, felizmente lo contuvieron a tiempo, pues deseaba asesinarlo. El asunto le mantuvo escondido una semana y por supuesto también alejado de los micrófonos. Después pasó a Caracas donde compuso ‘Caraqueñita’, canción de enorme éxito que años más tarde cambió a ‘Guayaquileña’ cuando volvió a nuestro país. // Caraqueñita linda, florcita de primavera / de los jardines la más bonita por ser morena / caraqueñita te entrego toda mi vida entera / con mi canción te entrego el corazón. //

Todavía no conocía México, país que gozaba de una justa fama de ser muy exigente con los artistas, de manera que al pisar el Distrito Federal en 1959 modificó el acompañamiento de sus canciones, dejando a un lado al requinto e incorporando una mayor cantidad de instrumentos y llegó a cantar y a grabar con trompetas, bandoneones y violines.

Su presentación en el famoso Teatro Blanquita aún se recuerda. Largas colas se hacían en la entrada, mucha gente se quedaba fuera por falta de espacio y esto ocurría por varias semanas consecutivas. Era tanto el público que deseaba escucharle cabida a una mayor cantidad de público. Se hicieron nuevas versiones de ‘Fatalidad’ y de ‘Nuestro juramento’ que en el Ecuador no se conocen, y cobró notoriedad con el tango ‘Te odio y te quiero’, desplazando de las carteleras a artistas de gran renombre como Javier Solís y al trío Los Panchos. Y todo le salía a pedir de boca hasta que una noche golpeó a su compañera sentimental Gloria Reich en el Hotel Gin de la exclusiva colonia Cuauhtémoc y se armó un gravísimo escándalo que provocó su deportación. El asunto sirvió para aumentar su fama de juerguista, borrachín y pendenciero, el típico macho latinoamericano, lo cual iba muy bien con el género de música a veces violenta pero siempre sentimental que cantaba y hacía furor en todas las rocolas de las cantinas.

El 60 vivió en Caracas y su primera grabación fue ‘La panadera’ para Sudamericana del Disco, de Antonio Segura. La canción pegó y se convirtió en el título de una novela. Con el olfato artístico que le singularizaba, en una ocasión JJ hizo que el público escogiera el título de la canción que deseaban escucharle en una audición de radio Continente. El tema fue ‘Mire comadre, mire’ que cuenta la triste historia de un campesino que ve que su hijo se va muriendo y no puede hacer nada. Este ritmo sincopado venezolano (efecto rítmico que inicia en tiempo débil y se prolonga al fuerte) se convirtió en su arma de combate en Caracas pues le abrió todas las puertas debido a que nadie, ni el mejor de los cantantes típicos venezolanos, podía igualarle.

También grabó ‘Ay, mexicanita’ con ritmo de huapango, canción que había compuesto en una de sus noches de bohemia alrededor de la colonia Herrera, cerca de la basílica de Guadalupe. Esta canción amainó en aquel país algo el mal recuerdo dejado.