Albergues. En los albergues de Esmeraldas hubo cierta alegría. Al pie de una carpa, Viviana Loor celebró la Navidad y el cumpleaños de su sobrina.

El terremoto les hizo vivir una Navidad muy diferente

Nada fue igual que antes. Las calles de la parroquia Tonsupa, en el cantón Atacames, lucieron solitarias, vacías, oscuras. La bulla habitual de los miles de alegres turistas que para esta época del año suelen copar este balneario esmeraldeño fue reempl

Nada fue igual que antes. Las calles de la parroquia Tonsupa, en el cantón Atacames, lucieron solitarias, vacías, oscuras. La bulla habitual de los miles de alegres turistas que para esta época del año suelen copar este balneario esmeraldeño fue reemplazada por un silencio inusual, interrumpido a lo lejos por un cántico navideño.

La melodía provenía de uno de los albergues, hasta el que acudió el alcalde de Atacames, Byron Aparicio, para acompañar a los damnificados. Hacia el malecón de este balneario, un solitario patrullero de la policía iluminó el lugar.

Mientras tanto, en algunas edificaciones también afectadas por los sismos, y que aún están habitadas, sus ocupantes sacaron sillas y mesas a los patios, para la celebrar la Nochebuena. El menú de la cena fue casi el mismo que en las carpas: chocolate con pan. Los pavos rellenos, pollos asados y piernas de cerdo horneadas fueron los grandes ausentes en esta celebración en la mayoría de los hogares de Tonsupa.

Hubo sus excepciones. En el sector Tonsupa Central, vía a Tasche, los miembros de la familia Tello Nazareno, que se albergan en carpas sobre una cancha junto a otras ocho familias, decidieron realizar una cena en conjunto.

Colocaron sillas adornadas, mesas cubiertas con modestos manteles y decoraron el lugar. “En medio de este drama esta cena es para agradecer a Dios por habernos dado la oportunidad de seguir con vida y a la vez mantener nuestra fe y elevar nuestras plegarias para que todo esto termine pronto”, dijo Juan Carlos Cevallos, uno de los participantes.

A los integrantes de la familia Loor, una cena con arroz amarillo y pollo asado les sirvió para mantener viva la Navidad. Cenaron en el patio, bajo el cielo oscuro y una fuerte brisa. Como si se hubiesen puesto de acuerdo previamente, en todos estos sitios la comida se sirvió antes de las 22:00 y luego se retiraron a tratar de dormir.

Viviana Loor y su familia celebraron desde temprano y por duplicado. Aparte de la Navidad, su sobrina Zoe Zalmeron cumplía 11 años y se sirvieron refrescos, pastel y caramelos.

Por temor a nuevos movimientos telúricos, esta, como muchas otras familias, duerme en los albergues. Pero la celebración de la Navidad no había que olvidarla. Era una ocasión para alimentar el alma luego de tanto dolor.

Sin techo y sin familia

Con la mirada perdida, luciendo camiseta y pantalones negros, José Mero (60), como hace 7 meses, merodeó el barrio El Porvenir I, cerca del centro de Manta, donde por muchos años vivió con su esposa María Palma, su hija Fernanda y su nieto Jair. El terremoto del 16 de abril hizo que su inmueble de dos pisos se desplomara y terminara con la vida de las dos mujeres y del niño.

Ahora el hombre recorre aquel espacio vacío, con la esperanza de volver a tener un techo allí mismo. Es la primera Navidad sin sus seres queridos y Mero es presa de los recuerdos.

“En estas épocas todo era felicidad, no teníamos grandezas, tampoco nos faltaba para una cena”, dice. “En casa nos reuníamos todos a rezar, armábamos el árbol, el pesebre, pero ahora solo hay un hueco en el corazón”.