Gancho. Kevin (izq.) y sus colegas tras los pasos de quienes buscan traducir documentos.

Traductores ‘fuera de linea’

Vestidos con suéteres amarillos, que en el pecho llevan estampada la palabra “Traducciones”. Son los ‘ganchos’ que desde las primeras horas de la mañana ofrecen el servicio de traducción.

Es muy probable que los haya visto mientras acudía al Gobierno Zonal en Guayaquil a realizar algún trámite burocrático. Mucha gente, nacional y extranjera, concurre al edificio del antiguo Banco del Progreso, en la transitada Francisco de Orellana, para gestionar poderes especiales, patria potestad, permisos de salida, tutelas, curadurías y otros.

Y allí están ellos, vestidos con suéteres amarillos, que en el pecho llevan estampada la palabra “Traducciones”. Son los ‘ganchos’ que desde las primeras horas de la mañana ofrecen el servicio de traducción. El acomedido Kevin -no es un nombre referencial, así se llama- camina presuroso a nuestro encuentro, creyéndonos un cliente.

Él nos explica rápidamente que hacen traducciones legales a idiomas universales como el inglés, el francés y el italiano; y también a otros, no tan difundidos en nuestro medio, como el catalán, el holandés, el ruso y el portugués.

¿Pero, quiénes son los traductores? ¿Cómo se forman? ¿Es lucrativa esta profesión? En el Ecuador no hay una base real sobre el número de estos profesionales, certificados y no certificados. La encuesta 2010 del INEC encontró que en el país hay 313 personas que refieren ser traductores (de textos), intérpretes (de traducción oral) y lingüistas. De ellas, 189 son mujeres y 124 hombres. Hay traductores organizados y los que no lo están, pero que también ofrecen el servicio de manera libre.

El jefe de Kevin Zumba, el ingeniero comercial, Ricardo Montalvo, nos atiende en su oficina del primer piso de un edificio que colinda estratégicamente con el local del Gobierno Zonal. Él ha hecho del servicio de traducción un negocio rentable que se debe a la fidelidad de sus clientes y a la publicidad en las redes sociales. Su mayor fortaleza, asegura, está en la gestión de documentos migratorios. Cuando le llegan textos más prolijos llama a traductores con quienes mantiene una relación de subcontrata.

Traducir una página, de unas 250 palabras en promedio, puede cotizarse en 30 dólares en nuestro país, esto es a 0,12 centavos de dólar por palabra. “En Europa, cada palabra traducida cuesta 0,15 centavos de euro (unos 0,18 centavos de dólar).

Por el lado de quienes desarrollan la actividad bajo tutelaje están aquellos reunidos en la Asociación de Traductores e Intérpretes del Ecuador (Atiec), con sede en Quito. Annie Rault, su presidenta, refiere que esta es una profesión poco conocida en el país, pues hay un vacío académico preocupante y merece, como todas las demás, tener el reconocimiento estatal. “No hay en el país universidades que ofrezcan esta carrera. Hay tentativas, pero que no se cristalizan aún. Debería existir una carrera que forme a los traductores como existe en otros países”.

La Atiec tiene 50 miembros, de los cuales 34 están certificados del idioma inglés al español.

La preocupación de Rault no es ligera, pues muchos quienes ejercen como traductores e intérpretes provienen de otras profesiones y son, y han sido siempre, la gran mayoría. Hay ingenieros, médicos, abogados. “No existe el concepto de traductor. Cualquier persona puede ir a una notaría y afirmar que ha traducido un documento. El notario, entonces, protocoliza y hace el reconocimiento de firma, confiando en que el texto traducido se ajusta al documento original”.

Montalvo, por su parte, refiere que no hay un ente regulador, tan solo una ley de modernización del Estado que señala que toda traducción hecha de idioma extranjero al español, para aplicarse en el Ecuador, debe estar certificada por el traductor, quien asegurará, con su sola palabra o firma, que la traducción se ajusta a la verdad. Así de sencillo.

Para sortear esta incertidumbre, los traductores de la Atiec tienen certificación internacional. La acaban de conseguir con el Colegio de Traductores de Argentina en diciembre último. Esto les permite ostentar el sello de traductores y un carné oficial que los acredita como tales. Y, tienen un código de ética.

Con respecto a quienes ofrecen sus servicios de traducción mediante avisos en internet o en la calle, Rault señala que también son personas aptas, pero que probablemente no están sujetas a un código de ética como sí lo están quienes tienen una certificación.

Es importante que el público acuda a traductores profesionales, señala, porque muchas personas se hacen llamar ‘traductores’ por el simple hecho de conocer más de un idioma, o enseñan un idioma, pero sin haber seguido nunca un curso de traducción.

“Si me requieren para traducir un texto de Química y yo no conozco la terminología de esta materia, por ética, yo no puedo aceptar ese trabajo. Me rige un código que debo respetar. En el caso de quienes no están certificados no puedo garantizar que se conduzcan de la misma manera”.

Certificados o no, los traductores e intérpretes se rigen actualmente por la ley del mercado. Y esto, mientras no exista una regulación de su actividad como sí la hay en otros países.

La angustia de interpretar un texto mal escrito

¿Cuál es la tarea más complicada que le ha tocado traducir?, le preguntamos a Annie Rault. El peor trabajo, añade, es aquel cuyo original no ha sido editado ni corregido, aquel que no tiene sintaxis y está plagado de errores. “Por ejemplo, en las leyes del Ecuador no hay principio. Es una sintaxis loca. Muchas veces no hay cómo entender y no podemos interpretar el texto”.

“Es por eso que los periodistas -golpe de efecto-, tienen una gran responsabilidad bajo sus espaldas, pues lo que escriben es lo que la gente va a leer e interpretar como correcto”.

“El traductor ‘online’ es solo un diccionario”

El de Google es capaz de traducir más de un centenar de idiomas a más de 500 millones de usuarios. Esta popular herramienta interpreta, a diario, 100.000 millones de palabras en 103 lenguas. Quienes por lo general utilizan los traductores en línea son estudiantes que requieren una interpretación lo más cercana posible al documento original, no buscan exactitud, aunque lo quisieran. No se podría considerar lo mismo, por ejemplo, en el caso de documentos más complejos y que requieren una traducción precisa.

Sobre esta opción, gratuita y disponible las 24 horas del día, Annie Rault dice que los traductores en línea no sirven porque son herramientas deformantes. “Todavía no se puede reemplazar el trabajo de un traductor profesional”.

Montalvo dice que los traductores on line pueden servir como diccionario, pues jamás podrán traducir literalmente un texto.