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Tres años de prisión por decir simbioso | Por Roberto Aguilar
Análisis| El crimen de Pallares no tiene nombre: dijo algo que la correísta Paola Cabezas no entendió, pero le sonó feo
Es probable, porque nunca hay que perder la fe en la capacidad de superación de las personas, que algún día Paola Cabezas aprenda a leer y escribir. Correctamente, se entiende. Claro está que no lo necesita: se puede cobrar sueldo como asambleísta de la Revolución Ciudadana sin entrar para nada en letras, no hace falta. Y hasta se puede repetir la experiencia: ahí están los recién reelectos Comps Córdova, Jahaira Urresta, Mireya Pazmiño… Analfabetos funcionales en toda regla: algún día aprendieron a leer pero eso fue hace tanto tiempo que ya no se acuerdan. Y como no practican nunca, el lenguaje escrito no es algo con lo que estén familiarizados más allá de los mensajes de WhatsApp, en los que probablemente prefieren los emojis. Más aún: diríase que la escritura los supera. Cada vez que se enfrentan (nunca mejor dicho) con un texto, por ejemplo cuando les toca leer en voz alta el discurso que alguno de sus asesores les escribió para razonar un voto (si la palabra razonar no resulta desproporcionada en tales ocasiones ante semejantes firmas), desbarran de principio a fin y son incapaces de comunicar un ápice de sentido a la concatenación de palabras que despachan como si fueran chorizos despanzurrados. Es obvio que no entienden lo que leen. Y quienes los escuchan entienden aún menos. Claro que esa condición es fácilmente superable con un poco de dedicación y práctica (contratando un profesor, por ejemplo), por eso no es descabellado suponer que, algún día, Paola Cabezas pueda aprender a leer y escribir si pone de su parte. Si eso llegara a ocurrir, alguien debería hacerle el favor de ponerle en las manos el texto que esta semana dirigió a la Fiscalía. Quizás entonces, sólo entonces, entenderá por qué tanta gente se está riendo de ella a mandíbula batiente.
El texto en cuestión se presenta a sí mismo como una “notitia criminis”. Latinista nos salió Paola Cabezas. De la Asamblea Nacional es común lamentar la ausencia de representantes que dominen por lo menos una lengua, pero aquí nos encontramos con alguien que se bate con dos: una que apenas habla y otra que está muerta. “Notitia criminis” significa denuncia. Y para eso se dirige Paola Cabezas a la fiscal general del Estado: para presentar una denuncia. ¿Contra quién? Contra el periodista Martín Pallares, columnista de este Diario. ¿Por qué razón? Por haber divulgado lo que ella considera “un mensaje negativo, regionalista, polarizador y con una profunda carga de odio a los votantes de las seis provincias de la Costa que votó por la Lista 5, Revolución Ciudadana”. Según la legisladora correísta, Pallares acusó a todos esos votantes de ser narcotraficantes. Y pide para él prisión de hasta tres años. La “Notitia”, pues, es un intento por demostrar esa acusación. Un intento que sería más comprensible si estuviera escrito en latín de cabo a rabo.
Belleza de texto: en cuatro páginas pergeña 40 faltas de ortografía (sí, 40, no es un decir). Por no saber, Paola Cabezas ni siquiera sabe cómo se escribe el apellido de su candidata a la presidencia, Luisa González, que habrá visto hasta el cansancio en grandes letras en cada cartel y cada camiseta. El récord de errores, sin embargo, continúa en poder de Augusto Espinosa, el ministro de Educación del correísmo que en un solo oficio, inolvidable porque fue comentado hasta en los programas de farándula, cometió cerca de 200. Por eso Paola Cabezas no califica aún para ministra: 40 faltas ortográficas apenas le alcanzan para asambleísta. Claro que habría que añadir también los horrores de concordancia y puntuación, que resulta más divertido reproducir que enumerar. Y aquellas frases, incontables, en las que la autora parece olvidar, a medio camino, a dónde iba (si es que por casualidad iba hacia algún lado). Como cuando afirma que “El análisis del señora (sic) Martín Pallares se base en afirmar que en las provincias que ha resultado (sic) ganadora en la primera vuelta electoral la candidata de nuestro movimiento, la abogada Luisa Gonzalez (sic), tiene una sola conclusión”. ¿Cómo? ¿El análisis se basa en afirmar que en tales provincias tiene una sola conclusión? ¿Quién la tiene? ¿Luisa González? ¿Y qué conclusión es esa? Esta parte es la mejor: la conclusión es “que la votación de los electores esta (sic) relacionada porque en dichas provincias está directamente relacionada la votación de los electores con el narcotráfico”. O sea que la votación está relacionada porque está relacionada la votación. Directamente. Si no escribía “directamente” nos quedábamos sin entender nada.
Terrible crimen el de Martín Pallares. Lo que describe Paola Cabezas es el escenario previo a un genocidio sin atenuantes del que sólo él sería responsable. Porque ¿qué es lo que ha logrado el mensaje de odio de este ser abominable? Lo peor: “este mensaje de odio -escribe ella- ha hecho que se multiplique, replique e instaure a nivel nacional un mensaje de odio”. ¡Cuánta maldad! Pero eso no es nada. Este mensaje de odio que ha hecho que se multiplique un mensaje de odio, para colmo de males, ha “dejado establecido un mensaje de ODIO”. ¿Puede creerse algo semejante? Este odio, el tercero de esta concatenación de círculos concéntricos que conforman el discurso filosófico de nuestra latinista, ya no es un odio cualquiera: este odio es ODIO. Con mayúsculas. Como el Dr. No de la primera aventura de James Bond, Martín Pallares no se conforma con ser un tipo malo. Él es un tipo malo MALO.
Una colección de faltas
Pero ¿qué dijo? Atenta y rigurosa, Paola Cabezas se preocupa por reproducir sus palabras con puntos y comas (bastante mal puestas, por cierto, pero con puntos y comas al fin y al cabo. He aquí su transcripción tal como consta en su denuncia (perdón, “notitia”) ante la Fiscalía:
«Y otro tema que yo creo que hay que analizar -dice Cabezas que dice Pallares- y romper un poquito de tabues (sic) porque yo veo que en Colombia se hacen este tipo de lecturas.
»Es la realidad geográfica del narcotráfico y las votaciones, no (sic). Vemos las provincias donde mas (sic) grande es el narcotráfico, mas (sic) intenso es el fenomeno (sic) y como (sic) se produce la votación.
»Creo que en el Ecuador tenemos todavía temor de hablar de este fenómeno (con tilde, y por tanto no debe confundirse con el fenomeno de más arriba), pero yo que de alguna forma he seguido el tema colombiano me llama mucho la atención, ellos tienen perfectamente identificados geograficamente (sic) como (sic) se produce esra (sic) relación y esta simbioso (sic) entre la política y las mafias».
Clarito está: “simbioso”. Vaya grosería. Resulta intolerable. En el diccionario español-Paola Cabezas / Paola Cabezas-español, que incluye un extenso apéndice de locuciones latinas y griegas clásicas, Simbioso significa “las personas que votan por Luisa González y las listas correístas son todos unos narcotraficantes y las provincias en las que estas personas tienen la mayoría son tierras de delincuentes”. Lo cual explica y fundamenta perfectamente la denuncia presentada por la legisladora correísta. Perdón: la “notitia”. Mejor dicho: tiene que significar eso, porque de lo contrario no se entiende nada. Simbioso es un epíteto “negativo, regionalista y polarizador”. Simbioso es un insulto “con una profunda carga de odio” colectivo. Decir simbioso es una declaración de guerra. Tres años de prisión son pocos. Una declaración de “persona non grata” (“personae non gratae” en plural, pues eran dos), como la acordada por los también latinistas integrantes del Concejo de Guayaquil, se queda corta. Porque acusar a un pueblo entero de simbioso es peor, muchísimo peor que el contrabando de combustibles.
- Redundante. Paola Cabezas acusa a Martín Pallares de haber difundido un mensaje de odio que ha hecho que se multiplique un mensaje de odio, dejando establecido un mensaje de odio.
- Ilustrada. Belleza de texto: en cuatro páginas, Paola Cabezas pergeña 40 faltas de ortografía (40, sí), sin contar con los horrores de concordancia y puntuación, que son incontables.
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