Amistad. Armando Gómez (i), Alfonso Reyes y Ángel Villamizar, misioneros claretianos del Cristo del Consuelo.

Tres padres colombianos cuidan al Cristo del Consuelo

Un día antes de la inauguración del Cristo del Consuelo, los sacerdotes de ese santuario del sur abren la casa claretiana y cuentan su historia, que tiene sus inicios en 1959, cuando el español Ángel María Canals llegó a la ciudad.

Las misas del Cristo del Consuelo huelen a ‘tintico’. Tres misioneros claretianos cuidan la iglesia en donde reposa la imagen más emblemática del catolicismo guayaquileño, cuya réplica gigante será inaugurada mañana.

Los sacerdotes colombianos Ángel Villamizar, Alfonso Reyes y Armando Gómez no tienen más de tres años en la ciudad, pero son conocidos por todos los católicos del santuario.

Allí tienen amigos. Aunque admiten con tristeza que algunos no los ven con buenos ojos, solo por ser nacidos en el país vecino. Hay prejuicios, y lidiar con creyentes hostiles de sectores populares no es fácil, confiesa el padre Villamizar, quien recibe a EXPRESO con una camiseta de Ecuador. Usarla es parte de su estrategia para “calmar” a los xenófobos.

Cuando la gente le escucha el acento extranjero, pero ve que viste la bandera del país, de alguna manera siente que es parte de esta tierra. Villamizar, que llegó en el 2013, es el superior del santuario y no solo tiene a Ecuador en su clóset, también a Barcelona y a Emelec, “para que nadie se resienta”.

El ambiente que reina en la casa claretiana -instalada en el sector en 1959- es de hermandad y compañerismo. Tienen agendas puntuales y obligaciones divididas. Cuando uno atiende la misa en la iglesia, los otros llegan a diferentes zonas del área a hacer obra social.

Servir es el principal objetivo de la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, o, como los conoce el mundo, claretianos, que fundó san Antonio María Claret en 1849, y que desarrolla su misión en colegios y parroquias de 63 países.

El misionero claretiano se hace en las comunidades, dice el padre Armando Gómez, que con 35 años es el más joven de los tres. “Alentamos a drogadictos, a trabajadoras sexuales... El contacto con la gente es importante. Aprender a quererla, la clave”. Él se hizo misionero en el 2002 y está en la ciudad desde julio de este 2016.

Hay ocasiones en que historias dramáticas hacen que los misioneros lloren, otras en que los milagros que ven a lo largo del servicio los dejen sorprendidos. La fe en el Cristo del Consuelo ofrece escenarios que impactan. Es un santuario popular, por lo que es normal encontrar a gente que hace todo por tocar la imagen sacra. Otros, en cambio, llegan a querer bañarse en agua bendita. Gómez dice que se vive una verdadera “piedad popular”.

El padre Alfonso Reyes, por sus 85 años y su tono de voz suave, admite sin vergüenza “ser la almohada”, el más dócil, la voz conciliadora en el santuario. Mientras que Villamizar, que dirige la misión, es el que pone el orden.

Los claretianos, cuando se hacen misioneros, adquieren un compromiso de pobreza, castidad y obediencia. Para cumplirlo se necesita constancia y, por supuesto, una inclaudicable actitud de servicio, como la de mañana, cuando los tres caminarán en procesión hacia el Cisne 2 junto a cientos de fieles.