Muestra. Una de las 12 tzantzas que se exponen en Quito.

Las tzantzas, tras el descubrimiento de su verdad

La tzantza, aquella práctica de reducir cabezas que tenían los pueblos shuar y achuar, que habitaban lo que ahora es la Amazonía sur de Ecuador, es un mito, todo un enigma que aún se trata de descubrir.

La tzantza, aquella práctica de reducir cabezas que tenían los pueblos shuar y achuar, que habitaban lo que ahora es la Amazonía sur de Ecuador, es un mito, todo un enigma que aún se trata de descubrir.

El imaginario que transmiten los jóvenes herederos del ritual es que los guerreros cortaban las cabezas de sus enemigos y las tomaban como trofeos de guerra o amuletos.

Pero hay otra versión para esa práctica. A Tamara Landívar, antropóloga y curadora del Fondo Nacional de Etnografía, le tomó años descubrirla. “Los ancianos cuentan que se hacía el rito de la tzantza cuando un shuar mataba a otro, era una especie de aleccionador social, cuyo símil en la actualidad es la pena de muerte”, explica.

Tres de esas cabezas reducidas forman parte de una muestra en Quito (en el Centro Cultural Metropolitano) dedicada a la riqueza etnográfica que estuvo oculta en manos privadas durante años.

Los objetivos son desmitificar la idea de que la Amazonía era un territorio baldío y salvaje, según explica María Elena Bedoya, una de las curadoras, y alejarse del exotismo que rodea a los pueblos amazónicos, y que ha sido descrito en el pasado por antropólogos como el sueco Rafael Karsten.

Y tal como lo contó EXPRESO en días pasados, las universidades San Francisco de Quito y la Católica se sumaron al proyecto e hicieron un análisis de ADN de las tres tzantzas, algo inédito en el país, para aportar nuevos elementos de análisis. Los resultados aún están pendientes y quizá se analicen más, pero la expectativa es que permitan hacer otras lecturas históricas de esta antigua práctica cultural.

Las comunidades indígenas herederas del ritual han trabajado con el museo de Cuenca para borrar su pasado salvaje y exponer la cosmovisión de sus ancestros. La práctica de reducir cabezas se extinguió hace medio siglo.

La exposición plantea también la pregunta de si la Amazonía es todavía una frontera y transcribe parte de un discurso que el presidente Gabriel García Moreno dio en 1871, cuando pedía al Congreso recursos para continuar con la evangelización y tachaba de “jíbaros”, “pérfidos asesinos” y “antropófagos” a los pueblos amazónicos. (F)

Las tzantzas expuestas

en Quito son parte de una colección de 12 cabezas reducidas que tiene el Museo de Pumapungo (Cuenca-Ecuador), la mayor del país.

Los restos humanos

llegaron a este sitio en la década de los 70, casi todos donados por coleccionistas privados. La última cabeza se entregó en 1981.

Todas las tzantzas son

masculinas, lo usual si se toma en cuenta que solo se ajusticiaba a los hombres.

Aunque una de ellas es

de una niña, lo que hace sospechar que se ha hecho fuera del rito, quizá para satisfacer a la demanda internacional que ofrece hasta 19.000 euros por una de ellas.