La última estocada al Centro Histórico
Las concertinas dan la sensación a los moradores de estar en una zona de guerra. También incide que es una de las parroquias con más casos de COVID-19
El Centro Histórico de Quito guarda en sus entrañas (375,2 hectáreas) cientos de edificaciones monumentales. Ha sido el ‘diamante’ de la capital ecuatoriana. Pero ahora, para quienes nacieron y crecieron rodeados de gigantescas iglesias, calles de piedras, leyendas y negocios tradicionales, el ‘corazón’ de este lugar está en “agonía”.
Primero fue un paro indígena, en octubre de 2019, el que ‘hirió’ las obras e inmuebles antiguos y ‘asfixió’ los negocios… Cuando intentaba realzar el vuelo, en marzo de 2020 llegó el COVID-19: la última estocada a este, un patrimonio cultural de la humanidad. Y en la semana en la que se conmemoran los 211 años del Primer Grito de Independencia, este Diario recorre un Centro Histórico ‘amurallado’ y triste, nunca antes visto.
La Plaza Grande, uno de los máximos exponentes históricos de la zona, luce llena. Hay grandes y chicos rodeando al monumento de la Independencia -una mujer triunfante y a sus pies un león que huye-. Quienes aguardan allí no son turistas, porque de estos casi ya no se escucha hablar, sino gente con hambre, con sed, y que aprovecha la oportunidad cuando alguien o alguna fundación recorren ese sitio brindando comida y agua. Este panorama es “desolador” para Pablo Buitrón, nacido en Quito hace 34 años y hoy representante del Frente de Defensa del Centro Histórico.
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Leer másA solo 100 metros de allí, Juan Carlos Salgado atiende una cafetería a los pies del Palacio Arzobispal. Él ha sentido la ‘estocada’ del virus. Debe al menos 100.000 dólares por las readecuaciones de su local y no ha podido reunir casi nada. Las ventas han caído como nunca en los 18 años que trabaja ahí.
Alrededor de la plaza existen vallas azules, colocadas por el Municipio, y las grises, del Ministerio de Gobierno. También concertinas (rollos de alambre con cuchillas). Las últimas y más peligrosas están en las intersecciones de las calles Guayaquil y Chile, y García Moreno y Sucre. Algo que desentona con las edificaciones e iglesias.
Para los moradores y comerciantes que deambulan por ahí esta parece una zona de guerra. Están encerrados. Solos. Sin turistas. Sin dinero… intentar quitar el vallado es imposible, afirma Buitrón, quien recuerda que este fue colocado en el paro nacional de 2019, cuando las protestas tomaron rumbo hacia el Palacio de Carondelet. Las fuerzas de choque de los sectores sociales se enfrentaron con los contingentes policiales. A su paso dejaron grafitis, rompieron piedras patrimoniales, ventanales, entre otras cosas.
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Leer másEn ese entonces, el Instituto Metropolitano de Quito (IMP) contabilizó el perjuicio en 500.000 dólares. “Se verificó que las protestas llegaron a un nivel de vandalismo y devastación del Centro Histórico, en los sitios en los que semanas antes se realizaron intervenciones a nivel de imagen urbana”, detalla la entidad en un comunicado.
Fueron dos semanas en las que los vecinos y dueños de locales debieron cerrar sus puertas. Raúl García, presidente de la Cámara de Turismo de Pichincha, explica que tuvieron pérdidas de al menos 200 millones de dólares. La primera herida abierta que el Centro Histórico no ha cicatrizado.
En los siguientes meses, los restaurantes, almacenes y hoteles se quedaron entre las vallas que nunca se retiraron. “Antes, era el gran centro comercial de Quito. Las familias se organizaban para venir a tomarse un helado, comer, comprar telas, insumos. Ahora nada…”, lamenta Buitrón, el ‘defensor’ de este bien patrimonial.
En noviembre, el comercio y el turismo intentaron despegar. En diciembre, según Buitrón, hubo un pequeño despunte por las compras navideñas. Enero y febrero parecían ser los trampolines a la reactivación. Pero… llegó el COVID-19 y la pandemia frenó en seco el vuelo.
Desde entonces la lucha por respirar en ese Centro Histórico amurallado es permanente. Ya en junio, cuando la capital pasó a semáforo amarillo, algunos locales abrieron, pero solo vendían el 10 % de lo normal, cuenta Carlos Sánchez, propietario -y tercera generación- del tradicional restaurante Fabiolita, que ha cumplido ya los 55 años de atención.
Se niegan a cerrar los negocios. Eso sí, han debido mermar algunos gastos. “Salimos con las justas (…) y aunque cumplimos con los protocolos de bioseguridad, nada mejora”, manifiesta Sánchez desde el atrio de la catedral de Quito, construida en el siglo XVI y a la que ni siquiera la pandemia ha podido arrancar sus leyendas. Algo bueno en medio de todo.
La parroquia del Centro Histórico es una de las siete de la capital que más concentra contagios de coronavirus: 742 casos (hasta el 13 de agosto). Las estadísticas han logrado estigmatizar aún más el casco colonial. Para los habitantes parece una ciudad fantasma. “Lo que no se dice es que son 14 barrios, no es solo aquí (en pleno centro)”, espeta Sánchez.
Hay negocios que no han corrido con la misma suerte de Fabiolita. Por ejemplo, Pizza S.A., con 17 años de trayectoria, cerró. También el restaurante Meneses. No son los únicos. Al menos el 40 % de locales han ‘muerto’, dice Buitrón.
La Cámara de Turismo aún no tiene cifras. Lo que sí se ha calculado es que se han perdido en esta pandemia unos 800 millones de dólares solo en el Centro Histórico. El número de personas en situación de calle ha aumentado, en un centro histórico fantasmal.
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Según el Frente de Defensa del Centro Histórico, la problemática empezó con la peatonalización iniciada en 2017, que ha causado que en lugar de que haya más turismo o clientes, aumenten las ventas informales. “Hay asaltos, arranches, venta de droga y prostitución”, dice Pablo Buitrón.
La preocupación es más grande porque, según los moradores, la venta de estupefacientes y la prostitución se ha extendido incluso a la Plaza Grande. “Antes estaban por la Rocafuerte nomás, ahora ya se han tomado las plazas”, expresa Buitrón.
En el sitio se puede ver la vigilancia de algunos policías, aunque los robos en locales se han registrado en su mayoría en las noches.
Raúl García, presidente de la Cámara de Turismo de Pichincha, explica que el gremio ha presentado propuestas de reactivacón para el sector. El punto más importante es la promoción a nivel internacional, pues en 2019 representó ingresos por 2.287 millones de dólares a la capital. “Es cierto que estamos en pandemia y que los turistas demorarán, pero no estamos en la retina del mundo. Necesitamos que sepan que pueden llegar a Quito”, asevera.
El Frente de Defensa propone por su parte que haya peatonalización solo los fines de semana, pero que antes se haga un plan de socialización con los locales y moradores.
“Entre semana pueden dejar abierto para los autos livianos. Hay gente que no viene porque la parada del bus queda lejos”, agrega Pablo Buitrón.
NOSTALGIA.
La imagen de un Centro Histórico en el que todos los vecinos se conocían y se ayudaban quedó atrás. La gentrificación ha hecho que esas familias busquen otros espacios en las afueras de Quito o en el extranjero.