Los valores humanos de la Navidad

hoy el Occidente cristiano rememora el nacimiento de un niño-hombre que con su accionar y palabra cambió al mundo. Desde que su verbo se hizo historia y se encarnó, en los individuos y sociedades surgió la idea de una religión de amor, comprensión, perdón y solidaridad, que recorre el planeta. Se puede o no estar de acuerdo con esta visión del mundo cristiano, pero lo cierto es que desde que él nació, revelándose como Dios vivo, haciéndose en la historia, sirviendo a los suyos y recreando su obra, la humanidad es diferente.

En la actualidad, lo técnico-científico cambia las relaciones sociales y los valores, creando lo que algunos filósofos llaman “vida líquida”, designando una humanidad superficial, sin valores transcendentes, que vive para el espectáculo y para hacer de los afectos desafectos instantáneos.

Mas, la palabra de ese hombre que nace hoy ha significado mucho. Por eso es importante valorar, respetar y poner en la real dimensión la festividad de la Navidad. Los católicos celebran el hecho de que hace 2016 años vino un niño al mundo, conmemorando la natividad desde ahí hasta nuestros días. Sus seguidores no dejan de rememorar su advenimiento. Bueno por ellos. También por todos aquello seres humanos que todavía creen que los verdaderos valores no están en la banalidad cotidiana actual sino en el compromiso de hombres y mujeres por construir un mundo de paz, amor y buena voluntad.

El papa dice: “La liturgia de la santa noche de Navidad nos presenta el nacimiento del Salvador como luz que irrumpe y disipa la más densa oscuridad. La presencia del Señor en medio de su pueblo libera del peso de la derrota y de la tristeza de la esclavitud, e instaura el gozo y la alegría... A lo largo del camino de la historia, la luz que disipa la oscuridad nos revela que Dios es padre y que su paciente fidelidad es más fuerte que las tinieblas y que la corrupción... En esto consiste el anuncio de la noche de Navidad. Dios no conoce los arrebatos de ira ni la impaciencia; está siempre ahí, como el padre de la parábola del hijo pródigo, esperando atisbar a lo lejos el retorno del hijo perdido”.

Esperamos que en el país no solo los niños sean reverenciados y agasajados, sino también los ancianos y los pobres, y que se les prodigue la atención, solidaridad y ayuda que merecen. ¡Feliz Navidad, estimados lectores!