Un veneno que recorre el pais
En Guayaquil no hay minería, pero existe contaminación minera. Aunque a la zona extractivista del sur pertenecen cuatro grandes territorios auríferos: Portovelo, Zaruma y Piñas (El Oro) y Camilo Ponce Enríquez (Azuay), la intoxicación con metales pesad
En Guayaquil no hay minería, pero existe contaminación minera. Aunque a la zona extractivista del sur pertenecen cuatro grandes territorios auríferos: Portovelo, Zaruma y Piñas (El Oro) y Camilo Ponce Enríquez (Azuay), la intoxicación con metales pesados fluye indetenible por al menos 17 ríos de seis provincias del país, según los informes de calidad hídrica de la Secretaría Nacional del Agua (Senagua).
La fiebre del oro y sus “malas prácticas se han extendido a la provincia de Esmeraldas”, reconoce Senagua. Pero también a Zamora Chinchipe y Napo. Y con la dispersión de la actividad minera, que mantiene el uso ilegal e indiscriminado de mercurio, ha viajado la contaminación, según constató una investigación de Diario EXPRESO.
La premisa es simple: el daño nace en los centros extractivistas, pero no se queda allí.
Sus secuelas pueden comprobarse en zonas tan ajenas al oro como Tenguel, la más lejana parroquia de Guayaquil, que ha visto envenenados cuatro de sus ríos y donde los informes de la dirección de ambiente municipal reportan presencia de cadmio, cobalto, níquel y mercurio que exceden los límites máximos permitidos en la legislación nacional.
El caso fue llevado a los tribunales hace seis años por Inés Manzano, una de las voces más autorizadas del derecho ambiental en nuestro país, pero aún está en espera de un fallo favorable.
El Municipio de Guayaquil ha culpado de la contaminación importada a la minería practicada de “forma antitécnica” en el sur de Azuay, según un informe técnico municipal actualizado a marzo de este año, al cual este Diario tuvo acceso.
Es delicado. Tenguel tiene agricultura orgánica. “Los habitantes de ese sector temen tocar el tema de la contaminación por miedo a que sus cultivos de banano y cacao no puedan ser vendidos”, señala Manzano.
Y el temor está fundamentado. Informes técnicos posteriores de la dirección de Ambiente de Guayaquil también hallaron niveles nocivos de metales pesados “en las muestras de productos agrícolas” de la zona. La información se corrobora con la consultoría contratada por las autoridades parroquiales el año pasado, que detalla los índices tóxicos de los ríos Gala, Tenguel, Siete y Chico.
Los altos precios del oro, que se multiplicaron por cuatro desde 2008, han impulsado a los mineros a la búsqueda de nuevas áreas. Así, la mancha dorada se ha extendido. Y sus efectos también.
En Esmeraldas, Senagua reconoció en 2010 que los ríos Estero María, Bogotá, Santiago y Tululbí están contaminados por la actividad minera. Sus oficios aseguran que esas fuentes de agua “no son aptas para el consumo humano”. La descripción se repitió, dos años más tarde, en el informe sobre los ríos Coca, Salado y Quijos (en Napo).
Sin embargo, en ningún caso la Senagua o su agencia de regulación de calidad de agua han emitido alertas para el conocimiento de los ciudadanos.
El correr del agua marca el correr de los tóxicos. Burlando las fronteras provinciales, la cuenca Puyango, que inicia en la zona minera del sur, roza la zona norte de Loja poniendo en peligro tierras agrícolas, desde Catamayo hasta Zapotillo, según determinó la inspección de una comisión de energía atómica contratada en 2010 por el Municipio de Puyango. Pero Loja no tiene solo un afluente de contaminantes. El doctor Óscar Betancourt, director e investigador de la Fundación Salud, Ambiente y Desarrollo (Funsad), confirmó a este medio que estudios de la Universidad de Loja levantados este año (y aún no publicados) apuntan como otra zona de importación tóxica a la cordillera de El Cóndor, que colinda con Zamora.
Por su parte, el Gobierno, que reconoce a la minería como la tercera fuente de contaminación, no ha podido sin embargo detener la expansión y sus efectos. Y aunque la información oficial suele fluir más lento que la contaminación, esta vez luce estancada. Consultados para este reportaje, los ministerios de Ambiente y Salud no respondieron sobre los controles específicos existentes. O siquiera si existen.
El Alcance
Intoxicación a la carta
Sin garantías. El consumo de leche de vaca, cacao, café, banano, camarones o peces de río en ciudades apartadas de los centros mineros no asegura a los consumidores ecuatorianos que los productos que llevan a su mesa no estén contaminados con metales pesados, según media decena de estudios e informes a los cuales tuvo acceso la investigación de Diario EXPRESO.
Los resultados de Tenguel, donde el Cabildo de Guayaquil halló “concentraciones de cadmio, cobalto y mercurio” en productos agrícolas, no son exclusivos. La cita se repite en Napo, Zamora Chinchipe, Esmeraldas, Azuay, Guayas y El Oro, donde los cultivos no solo se destinan al consumo interno, sino que son célebres en el mercado internacional. Aunque no por eso más seguros.
En 2014, un informe de la norteamericana Natural News, que analizó muestras de cacao que importó EE. UU. de siete países, registró los mayores niveles de plomo y mercurio en los productos tricolores.
Se trata de metales pesados, cuya exposición a los humanos puede degenerar en enfermedades renales, hepáticas, dermatológicas y neuronales. En algunos casos, también pueden resultar mortales.
Sobre el tema, el investigador Brandon Nichols que dirigió los estudios de la canadiense British Columbia en el país, en 2013, teme que la mancha dorada se extienda más allá de lo que imaginan los ciudadanos fuera de la zona minera. “Si yo viviera en Guayaquil estaría preocupado”, reconoce. “Las aguas contaminadas del Puyango pasan al Tumbes y desembocan en el Pacífico que, a su vez, alimenta el golfo de Guayaquil. Y se pesca mucho en la zona”.
Su voz es solo una de las muchas alertas científicas que, sin embargo, no han generado una respuesta gubernamental.
Voceros de la Agencia de Regulación y Control Sanitario, así como de la Agencia Ecuatoriana de Aseguramiento de Calidad del Agro, han reconocido a este Diario que no efectúan estudios sobre metales pesados en los productos que llegan a los ciudadanos. Tampoco emiten alertas al consumidor acerca de la posible presencia de estos en productos en el mercado.
Y aunque el Gobierno y la FAO, el brazo de la ONU encargado de la alimentación, se encuentran desarrollando un programa pionero en la región para este tipo de controles en el país, la posibilidad de evitar que algún producto contaminado termine en la mesa de los hogares ecuatorianos es, de momento, solo un plan.
Daniel Santos / Subsecretario del Agua
¿Cuáles son las zonas hídricas más afectadas del país? ¿A qué atribuiría la contaminación?
La mayor parte de la contaminación no es producto de la minería, sino del mal tratamiento de aguas residuales y descargas industriales. Después de esto se encuentra la minería. Evidentemente la contaminación por químicos usados en la minería es más difícil de tratar. Y la mayor contaminación minera está en El Oro, Azuay, Loja y Zamora.
¿Estas aguas son recuperables? Si se determina que son nocivas para el ciudadano, ¿a quién se avisa?
Evidentemente se puede hacer una recuperación, pero antes hay que implementar buenas prácticas en la minería: eliminar el uso de mercurio en la minería. La Agencia de Regulación y Control Sanitario hace controles regulares para verificar que esté apta para consumo humano. Pero no avisa a la ciudadanía, sino a los municipios.
¿Qué pasa cuando hallan el origen de la contaminación? ¿A qué se debe la dificultad para sancionar?
Yo creo que un punto importante, y es uno de los retos grandes, es que podemos identificar la contaminación. Pero lo difícil es identificar quién contamina. Tenemos la legislación, tenemos capacitación para el no uso del mercurio. Sin embargo, como usted dice: las aplico un momento hasta que desvíen la vista y (luego) ya me olvido de las buenas prácticas.
Blanca Moncada Pesantes y Andersson Boscán Pico - Enviados especiales