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La venta de comida ambulante se volvió un deporte extremo. La vendedora de espumillas fue retirada del lugar por los policíasCortesía Moisés Cáceres

La venta de comida en los recintos, un reto viejo con reglas nuevas

Ante el pedido de evitar las ventas ambulantes durante las votaciones, los comerciantes se las ingeniaron para tratar de hacer negocio 

Las elecciones pasadas tuvieron un denominador común: la gran cantidad de opciones para comer fuera de los recintos. Era común observar puestos con tortillas con hornado, salchipapas, espumilla, pan con dulce de higos y una gran cantidad de golosinas.

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Pero esta vez el ambiente cambió. Fue un domingo 7 en este sentido. Las calles lucieron limpias de esa venta informal, de esas carpas llenas de gente disfrutando de la comida típica. Y todo porque las autoridades lo pidieron para evitar aglomeraciones. 

Y si bien fue aceptado con cierta molestia, no todos se resignaron. Sobre todo, quienes tienen locales comerciales cerca a los recintos. En Pomasqui, por ejemplo, la venta de comida se volvió una aventura que rozó la clandestinidad en ciertos sectores y una afrenta pura y dura en otros.

Mientras se hacía la fila para ingresar al recinto, algunas personas se acercaban y entregaban volantes con información sobre la oferta de comida, la dirección del local y hasta el descuento por presentar esa hoja. 

Otros, de frente, gritaban el menú para que la gente vaya a sus locales. La fritada fue el plato más ofrecido. En tanto que unos pocos se pusieron junto a las filas para ofrecer golosinas como espumilla o manzanas en caramelo. Pero no les fue bien, los policías les retiraron del lugar de inmediato. Así, la fiesta gastronómica de otras ocasiones, por ahora, fue cancelada.

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