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Augusto Verduga, exconsejero del Cpccs vinculado al caso Ligados, según Fiscalíaarchivo

Verduga y compañía: generación perdida

Los audios del caso Ligados cuentan la historia de cómo el correísmo echó a perder a sus propios jóvenes.

Jóvenes, comprometidos y entregados a la causa. Ambiciosos en el buen sentido de la palabra pero bastante arrogantes y fatuos, con esa soberbia intelectual propia del universitario de primer año al que un profesor, un libro, una teoría le han abierto la cabeza hacia una nueva manera de entender el mundo y ahora le parece que todos aquellos no iniciados en esa revelación (es decir, todas las personas que conoce, con excepción del grupito de iluminados de su aula) son unos imbéciles. Así eran (¿son?) el procesado exconsejero de Participación Ciudadana Augusto Verduga y sus colegas del “Colectivo de izquierda de comunicación contrahegemónica” La Kolmena. Salvo que ya no eran unos veinteañeros. El suyo, pese a sus luces, pese a sus cargos públicos y sus títulos académicos, es un caso de adolescencia prolongada normal en estos tiempos. 

El país pudo conocerlo esta semana gracias a la publicación de más de 350 audios extraídos de los celulares de Verduga e incorporados por la Fiscalía al expediente del caso Ligados. Ahí está recogida una parte importante de su historia: su apasionada participación en la vida política, su inconformidad con la estructura de poder de su partido y, sin embargo, su cómplice convivencia con la corrupción y su decidida participación en el fraude. Finalmente, sus momentos de gloria, cuando creyeron haber alcanzado la cresta de la ola y se preparaban para gobernar, su regreso a la cruda realidad, su frustrante relación con los mayores… Esta es la historia de cómo el colapso moral del correísmo echó a perder a una generación.

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Los megasueldos

Un rasgo de madurez hay que reconocerles desde el primer momento: no se hacían ilusiones con respecto a los estándares éticos de su partido. “Esto de las manos limpias y los corazones ardientes es un mito”, decía una de ellas, la asambleísta Belén Yela Duarte, en medio del consenso de sus compañeros. ¡Si lo sabrá ella! Belén Yela es hija de la delincuente prófuga María de los Ángeles Duarte, operadora clave de la estructura de sobornos montada en Carondelet durante el correato, sentenciada a ocho años de prisión por cohecho agravado. “Me da la impresión de que la plata se está quedando en el camino”, sospechaba también Abraham Verduga, hermano y protector de Sócrates Augusto, a propósito de los fondos de la campaña electoral. Y sí, claro, la mitad se iba “con los Alvarado”, como empezaban a confirmar apenas se sinceraba la discusión. Sin contar con megasueldos como el de Fausto Jarrín, “que no hacía nada” pero recibía 10 mil mensuales del partido. O la práctica ya instituida en la bancada correísta en la Asamblea Nacional de cobrar un diezmo a sus asesores, como hace “esa imbécil” de Ana Raffo, que tiene, según Yela, un chofer de 3 mil dólares.

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Solían escandalizarse. Incrédulos sonaban los hermanos Verduga en aquella conversación de octubre de 2023, cuando Augusto contaba a Abraham los pormenores del fraude que el correísmo estaba perpetrando en la elección de contralor para favorecer a su candidato, Juan Falconí Puig: “vulneraron esa caja fuerte”; “le sacaron el examen” que el brillante Doctor Falconí hizo mal aunque le habían pasado las preguntas; “volvieron a poner un examen con las respuestas correctas como si hubiera hecho él y el otro lo quemaron”. No lo podían creer. “Es gravísimo, es gravísimo”, se decían. “Y al presidente no le cuentan nada”. ¡Pero bueno! El “presidente” era el que comandaba la operación, lo contaban ellos mismos. Él daba las órdenes a gritos y exigía al entonces titular del CPCCS, Alembert Vera (que por supuesto es otro “imbécil”), que pusiera una persona eficiente en el departamento de tecnologías para operar el fraude. Meses después, con Vera ya destituido, fue el mismo Augusto Verduga el encargado de manipular los concursos, como se conoció semanas atrás con los chats de este mismo caso: asesoraba a los postulantes, armaba las carpetas, conformaba las ternas…

Entre un momento y otro tuvo lugar el episodio que casi cambia el curso de sus vidas: durante unas breves pero brillantes semanas entre diciembre de 2023 y enero de 2024, los hermanos Verduga, Belén Yela, el comunicador Julián Garrido y otros pocos íntimos, los chicos de La Kolmena, juventud rebelde y radical de la patria altiva y soberana, acariciaron la ilusión de tomar el cielo por asalto. Ocurre que, desde las alturas inalcanzables del Olimpo destinado a los líderes históricos, la mirada fulgurante del mismísimo Zeus vino a posarse sobre la modesta figurita de Sócrates Augusto, el joven maravilla. Y vio Zeus que Sócrates Augusto era bueno: es decir que el expresidente prófugo lo incluyó en la lista chica de presidenciables y lo consideró, de hecho (o así se lo hizo creer), como el seguro candidato.

¿Qué dicen los chats? 

¡Hay que escuchar los audios correspondientes a esos días! Esas reuniones en las que la certeza se abría paso en medio de un inicial sentimiento de incredulidad hasta cuajar en arrogancia. Conversaciones grupales interminables sobre los sentimientos encontrados que les inspiraba el líder máximo, desde el desdén más altanero hasta la sumisión más abyecta. Hay que escuchar a estos ni tan jóvenes políticos (pero adolescentes eternos) construir castillos en el aire, envanecerse, convencerse de su propia superioridad intelectual, despreciar a medio mundo. Porque ¿quién más es capaz de sentarse a debatir con un líder de Podemos sobre los conceptos fundamentales del materialismo histórico en el claustro de la Complutense? ¡No, por supuesto, la imbécil de Luisa! ¿Arauz? “Un cojudo” (lo dice Abraham), “notoriamente sometido al liderazgo de Correa”, igual que la otra. Si Noboa (“un imbécil”), si Lasso (“un imbécil”), han sido presidentes, ¿por qué no Augusto? Nada que hacer: “No hay mejores candidatos, no hay gente más preparada que nosotros. Yo siento que nacimos para estas cosas”, concluye uno de ellos en primera persona del plural (¿en qué ministerio, en qué altísima embajada se estaría contemplando?).

“Somos tan humildes, somos tan sencillos que eso nos hace ser demasiado modestos”, aleccionaba uno a su candidato: “Si algún momento vas a hablar con Correa tienes que hablarle de igual a igual, no tienes que hablarle agachado con el rabo entre las piernas. Si el man te cachetea tú devuélvele la cachetada más duro”. Sí, claro. Cómo no. Verduga no ocultaba su intención de gobernar con criterio propio. “Va a querer gobernarte”, le advertía Abraham, que se reunió con el prófugo y supo entender el mensaje implícito que le mandó cuando le dijo: “hay que hablar con Augusto, es que el poder envanece”. O sea: “cuidado se hace el muy creído y después nos vaya a decir yo no necesito a Correa”. “El que más perdido está en la burbuja del poder es él mismo”, apuntaba Belén Yela, que quizá era la que tenía las cosas más claras. Y sí, esa fue la actitud predominante: hay que “patear el tablero de Correa”, él no entiende las nuevas causas, descree del ambientalismo, se niega a tender puentes hacia el movimiento indígena… Era necesario “negociarle a él (Correa) la capacidad de que nosotros podamos estar siempre a favor de estos temas”. Así de vertical es la cosa: hay que negociar la capacidad de pensar.

En el fondo, estos chihuahuas que ladran a los pies del elefante desfallecen por ganar su aprobación. Si algo los llena de orgullo es que Correa los haya regresado a ver. Me dijo, sigue contando Abraham, que has hecho una gran labor en el CPCCS, que tienes ángel. Y que “entre los atributos que te reconocía, que no eres de la región interandina”. Todo lo cual no tiene precio. Se adivina una lagrimita en la mejilla de Augusto cuando dice: “ Puede sonar hasta cursi pero es un poco la forma como yo siento a Rafael Correa, la verdad se lo digo sinceramente: lo detesto muchas veces y todo pero le tengo como un cariño de padre”. Muy contrahegemónico no suena.

Por lo demás, el virtual candidato ya se preparaba para gozar de las mieles del poder: “Mañana te invito al Pablo Iglesias -le tentaba su hermano-, porque va a pasar eso también, para que te entusiasmes, borregón, para que tengas un sueño húmedo, vas a tener este tipo de coloquios con estos personajes y te van a ayudar, te van a impulsar, eres un tipo enfilado en esa entidad, en esa tribu de gente progresista que piensa a nivel global”. Pero no. El desenlace, lo sabemos, le fue adverso. Finalmente el líder máximo eligió a dedo a quien le dio la gana y Augusto (que se humilló rogando un escaño en la Asamblea como premio consuelo) terminó aceptando el lugar que la revolución le designó: el mismo CPCCS, donde se hizo cargo de organizar los fraudes que un año atrás lo escandalizaban. El sueño húmedo de Pablo Iglesias no pasó de ser eso: un sueño. Pablo ni se ha enterado.

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