De viaje, como la primera vez, tras la pandemia
La incertidumbre de nuevos rebrotes obligó miles a quedarse en casa. El feriado de noviembre y la caída de contagios los puso de vuelta en el camino
La última vez que Keila Yagual Cavero preparó maletas para uno de sus tantos viajes, fue hace cerca de un año, seis meses y 20 días. Justo un fin de semana previo a que el Ecuador decretase un encierro riguroso y general tras la detección de los primeros contagios de coronavirus. La semana pasada, como una inexperta, le resultó hasta complicado definir qué metía o qué dejaba fuera de las maletas con las que se había planteado finalmente cerrar el período más largo en los últimos años de su vida, en el que por nada del mundo dejó la ciudad para cumplir con una de las cosas que más le atraen: viajar. “A Galápagos. Solo un destino así tiene el valor justo para cerrar una etapa tan complicada, estresante y triste. He viajado mucho, pero es la primera vez que visitaré esas islas. Estoy muy emocionada”.
Planes de bajo costo sin salir de Guayaquil
Leer másJusto en noviembre, el feriado más extenso del año. Con cinco días de por medio. Justo el mes en el que las cifras determinan que hay más de 10 millones de ecuatorianos con el esquema completo de la vacunación. Es así que la mañana del sábado pasado Keila, coordinadora académica en el Centro de Investigaciones y Servicios Educativos (CISE), de la Espol, emprendió un viaje inédito tras 570 días desde que el 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró oficialmente al mundo en pandemia. “Por suerte, puedo decir que en nuestra familia estamos invictos. Nadie se contagió. Hoy ya todos estamos vacunados y es por eso que me atreví a dejar la ciudad. Mi madre tiene 65 años y siempre estuve preocupada en evitarle un posible contagio. Viajo precisamente al sitio que en su momento fue el primer lugar del país que logró la inmunización total. Eso me deja más aún tranquila”.
Antes de la pandemia viajaba cada 15 días. Por lo menos a la playa. Lo más lejos que he salido ha sido a Cancún, en 2019.
A Lissette Maridueña Cevallos, una técnica superior en Enfermería, le tocó vivir de cerca la peor crisis sanitaria de la historia actual, lo hizo como secretaria clínica en un área de terapia intensiva de un hospital privado en esta ciudad.
Cementerios, filón del turismo en noviembre
Leer másElla mismo fue parte de las primeras cifras de contagiados y pudo observar cómo cada día, durante un buen tiempo, las personas eran llevadas por sus familiares sin signos de vida. En su caso, asegura, la COVID no fue tan dura. “Hubo estragos considerables, pero no necesité oxígeno”. Sin embargo, por casi tres meses se distanció de su madre, una empleada jubilada del área de nóminas de una empresa nacional. “Me refundí en una habitación al fondo de la casa. De ahí salía a trabajar”.
En los primeros días de abril de 2020 me dio COVID. A mi madre no. Por evitarle un contagio evité los viajes.
Como parte de su preocupación de minimizar los riesgos, se impuso por casi dos años una pausa obligada a una de sus mayores pasiones: viajar. Reconoce que económicamente no quedó tan bien, por los gastos que implicó su tratamiento por la COVID. Pero también, por temor de un posible contagio.
“Porque trabajo en una clínica sé cómo está el panorama con los contagios. Desde hace seis meses que no tratamos casos de COVID. Creo que estamos mejor, aunque en casa seguimos aplicando todo el esquema de bioseguridad”.
Esta será la primera vez para Lissette y su madre en la isla. Aunque asegura que conoce la totalidad del país, de norte a sur. Desde las playas hasta las laderas de los Andes. De Tulcán a Loja.
“Me faltaba Galápagos. Ha llegado el momento. Viajo con mi mamá. Estoy ansiosa. Finalmente podré viajar. No es cualquier cosa haber estado tanto tiempo anclada en una rutina que se limitaba a viajar de mi casa al trabajo y del trabajo a casa. No sé cómo he aguantado”.
Algo similar piensa Jackeline Mastarreno López. Esta guayaquileña recuerda que uno de sus últimos viajes, dos meses antes de la crisis sanitaria mundial, la llevó a recorrer la Ruta del Spondylus junto a un grupo de amigos y excompañeros de colegio. “Fue al día siguiente de que cumpliera 33 años. Después de eso ya no pude viajar. Es más, habíamos organizado un viaje a Cancún (México) en familia, 10 personas, pero todo quedó en nada. Es más, como habíamos pagado los pasajes en Interjet, en el Viernes Negro de 2019, luego no pudimos recuperar el dinero de los boletos porque esa compañía aérea quebró”.
Me costó reiniciar los viajes. Desde los 20 años lo hago, pero por mi madre era más fuerte el miedo al contagio.
Jackeline, quien trabaja de asistente en un centro médico, se reconoce como una viajera incansable. Algo que ha hecho desde los 20 años de edad, cuando comenzó a trabajar. Casi siempre realizó esas travesías acompañada de su mamá, hoy de 65 años.
Tal como muchos ecuatorianos, tiene la certeza de que la crisis sanitaria que provocó el coronavirus no ha terminado. Es por eso que le costó decidirse a realizar esta salida, pero reconoce que era el momento apropiado.
Un largo feriado, cifras mínimas de nuevos contagios y con el 57,1 % de la población vacunada totalmente, y el 66,7 % con al menos una dosis. “Hemos planificado este viaje con bastante cautela. Ya era hora de emprender el vuelo. Aunque ya habíamos estado con mi madre en el 2013 en las islas, volver nos emociona. Juntas tenemos un álbum lleno de fotos de esa aventura pasada. Queremos llenar otro más”.