Vinculos del RU con la UE
Desde el inicio formal de las negociaciones del “brexit”, tres controversias han centrado la atención: la deuda del Reino Unido (RU) con la Unión Europea (UE), la sumisión de aquel a la jurisdicción del Tribunal de Justicia de la UE (TJUE), y los derechos que conservarán los ciudadanos de la Unión residentes en el RU y viceversa. Ante una historia de desencuentros y discrepancias, no sorprende que los líderes de la UE vean en este país una contraparte hostil, sin voluntad real de compromiso. Sin embargo, los intereses del RU y la UE están estrechamente vinculados, sobre todo en tres áreas conexas y vitales: política exterior, estrategia de seguridad y política de defensa. Avanzar en estos tres ámbitos orillados de la negociación hasta la fecha puede resultar fundamental para crear estructuras de cooperación imprescindibles para abordar las cuestiones más polémicas. En su notificación formal de retirada de la UE dirigida al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, la primera ministra británica, Teresa May, destacó los aspectos económicos y de seguridad como elementos cruciales de la “alianza profunda y especial” que espera establecer con la UE, pero no debe olvidar que economía y seguridad no constituyen dos caras de la misma moneda. La cooperación económica se construye sobre un bloque sólido de normas comunes que informan el funcionamiento del mercado interior, establecen obligaciones compartidas y protegen la libre circulación de bienes, servicios, capitales y trabajadores (las “cuatro libertades” de la UE). El cumplimiento de estas reglas queda sujeto a las decisiones vinculantes del TJUE. En materia de seguridad (y los ámbitos conexos de política exterior y de defensa), las obligaciones son más sutiles y las instituciones están menos desarrolladas: un sistema todavía embrionario en el que la falta de normas y requisitos firmes puede dificultar la acción en la medida en que los gobiernos afectados deben alcanzar el consenso para cada decisión concreta pero, también puede facilitarla pues las partes no se verán constreñidas por exigencias rígidas. La UE tiene un interés evidente en mantener lazos con el RU, que es miembro permanente del Consejo de Seguridad de NN. UU., dispone de una fuerza militar de envergadura mundial y capacidad de despliegue rápido, es potencia nuclear y cultiva una sólida relación con EE. UU. Más importante aún, su recorrido como poder global le brinda una amplitud de miras que no abunda en el resto de la UE, indispensable para que Europa cristalice como actor global autónomo. Más allá del simple efecto multiplicador que supone actuar en concierto con otras 27 naciones, el RU también tiene mucho que ganar de una alianza con la UE, cuya habilidad para congregar a actores diversos sobresale en la escena internacional, mientras la proyección de EE.UU. disminuye por el acelerado deterioro de su poder normativo internacional. La destreza de la UE para sentar a la mesa a una multitud de actores es un importante activo en un mundo que tiende hacia mecanismos de gobernanza crecientemente interconectados y multinivel. El reto es diseñar un marco para la nueva relación. La acción exterior y las políticas de seguridad y de defensa son demasiado importantes como para usarlas de moneda de cambio en unas negociaciones hasta la fecha centradas en aspectos casi exclusivamente económicos. Por el contrario, deben situarse bien alto en el orden de prioridades y los negociadores crear cuanto antes un marco de cooperación mutuamente beneficiosa. La pelota está en el tejado de Teresa May.