Violencia contra ninos: no hay excusas
En la Asamblea Mundial de la Salud en mayo, planteamos la cuestión de por qué los gobiernos y las agencias de NN. UU. necesitan gastar más en medidas para prevenir enfermedades no transmisibles (ENT), lesiones y violencia contra los niños. Solo este año se calcula que mil millones de niños experimentarán violencia física, sexual o psicológica en casa, en la escuela, online y en sus comunidades. Uno de cada cuatro sufrirá abuso físico; si son niñas, casi una de cada cinco será víctima de un abuso sexual en su vida. La violencia contra los niños es persistente y generalizada, sin importar el género y la geografía. Las víctimas suelen experimentar consecuencias sociales, emocionales y cognitivas durante toda la vida. Corren un riesgo mayor de depresión, ansiedad y suicidio, y de enfermedades cardíacas, obesidad y HIV/SIDA. Y estos efectos suelen transmitirse a la próxima generación, porque los niños que crecen en hogares abusivos tienen más probabilidades de convertirse en abusadores y tener relaciones abusivas de adultos. Aun así, la prevención es posible, se pueden poner a disposición servicios de respuesta y la voluntad política para enfrentar el problema ha alcanzado un pico sin precedentes. Como parte de la Agenda de Desarrollo Sostenible, en 2015 los líderes mundiales se comprometieron a poner fin a toda forma de violencia, abuso y descuido contra los niños en 2030. Para defender el derecho de todo niño a vivir libre de miedo, abandono, abuso y explotación, en 2016 se crearon la Alianza Global para poner fin a la Violencia contra la Niñez y su Fondo asociado. El mismo año, la OMS emitió su informe Inspire, en el que delinea siete estrategias que han resultado exitosas a la hora de reducir la violencia contra los niños. La política de salud es un componente crucial de progreso, y existen algunas señales alentadoras en este frente. Más gobiernos y agencias de salud pública están reconocimiento el vínculo entre violencia y salud mental, y están tomando medidas positivas para brindar respaldo psicológico a las víctimas. Pero la batalla no está ganada. La prevención de la violencia y los servicios de respuesta todavía están ausentes en muchas áreas; donde hay servicios disponibles, los niños muchas veces son tratados sin el beneficio de protocolos basados en evidencia. Desde los medicamentos y el asesoramiento hasta la justicia criminal, grandes segmentos del sector público en algunos países carecen de profesionales con la capacitación apropiada para ocuparse de niños que han sobrevivido a la violencia. La comunidad global de salud ha enfrentado desafíos similares en el pasado. Se ha hecho un enorme progreso en cuanto a poner fin a las muertes infantiles como consecuencia de la malaria, la tuberculosis y otras enfermedades prevenibles. Estos logros son el resultado de compromisos políticos y financieros, y de una atención y una acción sostenidas de parte de gobiernos e instituciones multilaterales. El mismo nivel de compromiso y acción es necesario para enfrentar el flagelo de la violencia contra los niños. Hacer las inversiones necesarias para terminar con la violencia contra los niños también acelerará el progreso hacia muchos otros Objetivos de Desarrollo Sostenible. Pero si no hacemos esas inversiones, el progreso que tanto costó conseguir en materia de atención médica universal, educación de alta calidad y otros ODS se verá contrarrestado, o incluso se revertirá. Los líderes mundiales deben buscar inspiración en el progreso hecho hasta el momento y redoblar su compromiso para garantizar que todos los niños reciban la seguridad y las oportunidades que merecen.