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No será fácil voltear la página de los aciagos días vividos por el caos creado con el paro de transportistas, movilizaciones indígenas, sectores clasistas y la injerencia de actores políticos y vándalos de toda calaña. La concurrencia de delitos atentatorios de una convivencia civilizada hará difícil olvidar sabotajes a instalaciones agroindustriales, saqueos de locales comerciales, rebelión contra instituciones estatales, paralización de servicios públicos, destrucción de documentos, incendio de edificios públicos, destrozos del patrimonio histórico, atentados a la libertad de expresión, configurando un escenario de terror que debe investigarse y sancionarse legalmente.

¿Qué lección sacar de estos tristes momentos que convirtieron a los ecuatorianos en prisioneros de barbarie, abusos, insolencia, vejámenes? Hay que admitir que existe una crisis que se ha venido acumulando y que estalló sin haber sido advertida por quienes tienen el deber de hacerlo.

Queda un país dividido, con un nivel de confrontación política áspera, radicalizada, que revela que la situación no se puede enfrentar con intolerancia o visiones parciales; la complejidad del problema no aguanta más equivocaciones ni falsedades.

Hay que reducir la conflictividad. Con las lecciones del pasado deben plantearse respuestas presentes y futuras que enfrenten una creciente pobreza, como inyectar liquidez monetaria en una economía donde no hay posibilidades de devaluar la moneda, como reprogramar la deuda pública, lograr crecimiento económico, derrotar la inseguridad, lo cual exige como ejes transversales seguridad jurídica y una justicia que se ponga la toga de imparcial e independiente. El Ecuador no puede seguir viviendo de un discurso que afirma que somos dueños de inigualables bondades naturales y humanas, pero demostramos incapacidad para escucharnos y entendernos. Después de lo que pasó resulta tonto que alguien crea que estuvo acertado. Es hora de desterrar los yo y priorizar el nosotros, unir esfuerzos y capacidades para fortalecer la democracia, construyendo un país con menos desencuentros sociales, más equidad y sobre todo mayor ética.

’Es hora de desterrar los yo y priorizar el nosotros, unir esfuerzos y capacidades para fortalecer la democracia, construyendo un país con menos desencuentros sociales...’.