Vuelven al campo los 4x4 de tracción ‘pura sangre’
En algunos recintos de Esmeraldas los caballos están de regreso como medios de movilización. El costo del combustible atenúa el uso de las motos
Han pasado aproximadamente dos décadas desde que el furor de las motos se trasladó de la ciudad a las comunidades rurales del cantón Quinindé, en la provincia de Esmeraldas, donde los desplazamientos de un lugar a otro se realizaban tradicionalmente por medio de caballos, burros o mulas.
Elaboran objetos en barro y madera para no dejar morir la tradición de sus ancestros
Leer másAhora, con la escalada de los precios de los combustibles, en varias zonas del interior de este cantón, que cuenta con más de 500 comunidades rurales y más de 115.000 habitantes, los pobladores vuelven a recurrir a los “amigos” equinos para trasladarse de un sitio a otro.
En el recinto Belén del Dógola (parroquia La Unión, Quinindé), los caballos tienen su propio parqueadero, ubicado junto a la iglesia del pueblo. Allí, los propietarios han enterrado troncos de árboles para amarrar a sus acémilas. Y en ese sitio permanecen, mientras sus dueños se ocupan de sus quehaceres.
Isidro Zambrano vive en esta zona y cuenta que varias veces su compañero ‘Campeón’ lo ha llevado a casa pasado de tragos. En una ocasión se quedó dormido en una de las mesas de la cantina, por lo que sus amigos lo subieron en el caballo con la cabeza y el tronco guindando de un lado y las piernas del otro. “Mi Campeón conoce el camino de regreso a casa”, cuenta este hombre de 65 años, agricultor, cuyo domicilio está a dos horas a caballo.
Carlos Vélez también dejó a un lado la moto para movilizarse en su caballo ‘Cacique’, debido al encarecimiento de los combustibles. Vive en la zona del Valle del Sade (parroquia Malimpia, Quinindé), y solo utiliza la moto para ir de compras a la ciudad. Para moverse en su finca y sectores aledaños usa su caballo. En gasolina, al mes, gastaba más de 180 dólares, mientras que en comida y medicamentos para el equino la inversión no supera los 60. “Uno demora más, pero se ahorra dinero”, relata este hombre de 54 años, dedicado al cultivo y cosecha de cacao.
El último de un linaje que viste a los santos y santas
Leer másSi bien movilizarse de esta manera es más lento, el hecho de que este medio de transporte no requiera de combustible es una razón más que suficiente para volver a mimar a los leales équidos, que solo precisan de un poco de pasto y agua para que recuperen las energías.
El uso de estos animales reduce en un 25% la emisión de gases de efecto invernadero. Con un caballo se recorre entre 15 y 25 km diarios yendo al paso, en trayectos de entre 6 y 8 horas, dependiendo de la inclinación del terreno, pero lo recomendable es alternar la monta con caminar a su lado.
En la zona de la parroquia Viche (Quinindé), los viajes por caminos agrietados, elevaciones irregulares y riachuelos son más usuales a caballo, burro o mula. En esta zona un viaje de un punto a otro tarda horas, los equinos son los preferidos porque resisten a los obstáculos que se presentan en el trayecto. “En invierno son una salvación porque los caminos se ponen pantanosos, imposible de transitar a pie. Son fundamentales para que los niños vayan a la escuela sin pisar lodo”, relata Homero Cañola, finquero de esta zona.
Los cuidados a la salud
Luis Quiñónez, médico veterinario, recomienda no emprender viajes de larga distancia a no ser que el animal esté entrenado, tenga al menos 5 años y la marcha incluya materiales adaptados “para no provocarle rozaduras, pues las heridas pueden tardar en curarse”. La vida de los caballos salvajes se extiende hasta los 25 años, aproximadamente, mientras que los domésticos pueden vivir unos 40 años. Cabe recordar que hasta los 4 años de edad estos mamíferos no han alcanzado la adultez, recién a partir de entonces son preparados para ser domados y montados. Pueden costar desde los 500 dólares hasta los 4.000, dependiendo la raza. El caballo requiere vacunación de forma periódica y desparasitación interna y externa. También cuidado dental.