Alexandra V, embajadora de Hispanoamérica
Excéntrica y frontal, la artista cuencana se proyecta en Europa con diseños de alta gama que enaltecen la conquista española
Su crecimiento personal, durante la última década, es exponencial. Al formar una familia, viajar por el mundo, vivir en Europa y lograr su propia línea de diseño, Alexandra dejó de ser lo que quedó atrás. Sin retorno. Fotógrafa, diseñadora y perfumista, Alexandra no deja pasar las oportunidades, todo lo contrario, las crea y las inventa para levantarse cada día con nuevos desafíos. Aún con temores, los enfrenta, ríe y ¡festeja la vida! Particular en ella, un picante y cautivador sentido del humor, que la elevan entre mil. Aunque los mil no sean de su interés.
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Leer másLa vida que lleva la diseñadora, visto desde afuera, podría parecer algo irreal y hasta despierta envidias en el imaginario común. Y es que la elegante mujer vive en un bucólico pueblo en el sur de Francia, creando un perfume que ansía exhalar las raíces de donde viene; va de un lado a otro, calzada de Chanel y envuelta en sus pañuelos de seda -línea de lujo de su creación, al que no todos tienen acceso-, ¡y ha fundado una familia fabulosa!
De Cuenca al mundo
No obstante, su cuna cuencana, el molde no le calza con exactitud, quizá por tener una madre de ascendencia norteamericana o porque su padre de machista no tiene un pelo.
Al tener acceso a la ‘alta alcurnia’, de Cuenca, a los 18 arrancó como fotógrafa de eventos sociales de una importante revista local: “Llevaba una cámara de rollo que mi papá me había regalado, porque decía que tengo buen ojo. Luego trabajé para publicaciones de Televisa, además tuve la suerte de estar en otras revistas locales porque me dejaban hacer mi trabajo como yo quería y les gustaba”.
Ampliar horizontes en la capital no fue fácil pues dependía al 100 de su trabajo, pero logró salir ‘avanti’ a pesar de más circunstancias adversas: “Crecí, maduré, trabajé muchísimo, y conocí a amigas entrañables. Creo que es la etapa que más agradezco porque me enseñó a ser fuerte y agradecer todo lo que pasé, incluso lo malo”.
Hasta que llegó Sergio Vinueza, el amor de su vida: “Siempre quise una persona segura de sí misma que me acepte con mis luces y mis sombras. Él me apoya y anima a decir lo que pienso, me dice que no me preocupe, que diga no más, que él me cuida (jajaja). Su familia y la mía fue muy amiga y coincidían en reuniones y viajes”.
¡A la conquista!
Al casarse se trasladó a España donde residía Sergio, donde se enfocó en sacar adelante proyectos con la luz de la cultura hispana: “¡Fui feliz en España, me ha dado tanto! Hice amigos y con muchos de ellos nos une la causa de la defensa de la hispanidad, de los valores, de la familia, de la nación. A esta edad uno no se está con tonterías ni de coleccionar amigos”.
Aquí es donde adopta la defensa a ultranza de la conquista española, al destacar lo bueno e irrenunciable de su herencia pues, dice, gracias a ella millones de personas están hermanadas: “Por eso quise buscar la forma de mostrar la belleza que significa la hispanidad. Aquí estamos, tú y yo, unidos por los vínculos españoles, mas no por las etnias que tengamos, hablando el mismo idioma, viviendo con tradiciones cristianas, habitando en ciudades bellísimas, llenas de arte y cultura fundadas por españoles, celebrando la nueva civilización formada entre indígenas y españoles”.
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Con esa base, creó una línea de pañuelos de seda con diseños de la conquista española que han causado impacto, siendo un ‘must’ de buen gusto y belleza. Los fabrica entre España, Italia y Francia, en empresas de más de tres generaciones que trabajan en exclusiva para las mejores marcas de lujo del mundo.
En su último emprendimiento enmarca los ricos bordados cuencanos en capas de lana y cachemir con impecable resultado: “Comencé con sombreros de paja toquilla y ahora estoy con estas hermosas capas, bordadas 100 % a mano por artesanas cuencanas. Me inspiré en el bordado de Lagartera, originario de un pueblo en Toledo, con raíces del siglo XVII. Siento una urgencia porque este bello arte no se pierda. La confección y acabado lo hago aquí en Francia”.
Los diseños, cuenta, han tenido gran acogida sobre todo en Mónaco, con una lista de espera de meses, pues son piezas de delicada fabricación y control de calidad: “Me obsesiono con la perfección, quiero que mis diseños pasen de generación en generación y que sean únicas. Son como una joya, y algunas, de hecho, llevan joyas, como un broche de plata pintada a mano”.
En casa
A los 47 años se siente completa al tener dos hijas pequeñas que, no importa dónde, están cerca, incluso en los viajes y reuniones de trabajo. Y aunque firme y amorosa, los sentimientos ‘tóxicos’ de ¿lo estaré haciendo bien como mamá? no le dan tregua. Su dinámica es como un juego constante. Escogen colores, telas, texturas y mientras Alex diseña, las chiquitas colorean y cosen sus propios vestidos para las muñecas: “La mayor se perfila científica del espacio y los agujeros negros, así que toca investigar un poco”.
Vuelta a la tierra, es Sergio, su más grande motivador y eje central: “Sin mi esposo no habría podido hacer nada. Es un fantástico negociante, inteligente, pragmático y me aterriza de un plumazo cuando se debe. Me perdona mis defectos porque soy una persona divertida y excéntrica, y eso le hace reír mucho”, dice.
Aromas de Francia
En Francia, donde reside actualmente, la vida es apacible y sencilla, frente a la vorágine diaria y social de Madrid: “Hablo poco francés y si no sé algo me voy en banda en español y salgo adelante”.
Mientras, la diseñadora se sumerge en el basto mundo del perfume: “Busco los aromas que vinieron de América a Europa y los que fueron llevados por los españoles. Quiero hacer una mezcolanza con una perfumista recomendada por los fabricantes que han hecho Dior, Hermés, Kurdjian, entre otros”.
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