Ana Jaramillo: La caligrafía como herramienta para el bienestar y el aprendizaje

La caligrafía Palmer no solo embellece la escritura, sino que también ayuda a la concentración y el mindfulness.

Ana Jaramillo, consultora de proyectos de innovación social y educativos, ha dedicado más de 13 años a investigar y promover la caligrafía, no solo como una herramienta para mejorar la escritura, sino como un método esencial para el desarrollo cognitivo y el mindfulness. Su conexión con la caligrafía comenzó con la actividad editorial de su padre, Arnulfo Jaramillo, un educador que diseñó un método de enseñanza basado en tres series con la caligrafía Palmer: minúsculas, mayúsculas y ortografía, y una cuarta enfocada en el pensamiento reflexivo mediante refranes.

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Cuando su padre falleció, Ana y sus hermanos asumieron la responsabilidad de continuar con el negocio. Sin embargo, en los años 2010-2012, la caligrafía parecía estar desapareciendo del ámbito escolar, ya no era una materia obligatoria en los colegios y su demanda se reducía. A pesar de eso, ella decidió mantener la producción, primero como empresa y luego de manera artesanal, con la convicción de que aún tenía mucho que aportar a la educación. “Hasta que el último cliente me pida, yo voy a seguir produciendo”, afirma con determinación.

Más que letras bonitas

Su interés por el desarrollo humano la llevó a estudiar yoga, filosofía y neurociencia, lo que la ayudó a descubrir que la caligrafía es mucho más que escribir con estilo. “Me di cuenta de que la caligrafía no solamente es para una bonita letra”, explica. “Es potenciar el desarrollo cognitivo de las personas que la practican”. A medida que profundizaba en sus estudios, entendió que la escritura a mano activa mecanismos neuronales esenciales para el aprendizaje y la concentración. Investigó más a fondo y llegó a la conclusión de que esta práctica tenía un impacto significativo en el cerebro, pero que estaba luchando contracorriente. “En los colegios no la apreciaban, la veían como una materia de segunda”, señala.

Convencida de su potencial, llevó a cabo investigaciones con universidades, mediante pruebas que arrojaban resultados positivos. “Hicimos unas investigaciones con una universidad y todo apuntaba bien. Sobre todo, los profesores que tenían más conciencia decían: ‘Necesitamos esto’”. Sin embargo, se enfrentó con un obstáculo importante: el sistema educativo. “Los programas educativos no lo contemplaban, entonces era como ir un poco contracorriente”.

Entre intuiciones y neurociencia

Fue gracias a los avances en neurociencia educativa y neurociencia cognitiva que muchos de estos principios comenzaron a validarse científicamente. “La neurociencia comenzó a especializarse y sacó a la luz lo que yo ya había venido intuyendo y aprendiendo por mi cuenta”, explica. Con ese respaldo, Ana y su familia decidieron llevar a cabo este proyecto con un nuevo enfoque: no solo para mejorar la escritura, sino para fortalecer el desarrollo cognitivo y emocional. Su padre, hace más de 40 años, había diseñado un método que no solo permitía a los estudiantes escribir con claridad, sino que también los motivaba al hacer del aprendizaje un reto dinámico y no una repetición monótona de palabras. “El estudiante está más dispuesto a aprender cuando la tarea no es tan aburrida”, enfatiza. “Los motiva, es como un reto”.

A partir de su formación en yoga y filosofías antiguas, Ana también encontró un vínculo entre la caligrafía y el mindfulness. La atención plena, que busca que el ser humano se concentre en el momento presente, tiene una conexión directa con la práctica de la escritura a mano. “Esta práctica nos lleva a prestar atención en el momento presente, porque uno puede practicar caligrafía y estar pensando en cualquier cosa, en el futuro o en el pasado. Pero cuando se sigue la estructura, las líneas, los tamaños, uno está súper concentrado aquí y ahora”, explica. Junto con la Universidad Católica y una universidad en España, se realizaron estudios para comprobar su impacto en la educación, pero aún falta hacer pruebas piloto para que el Ministerio de Educación la reconozca formalmente.

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A pesar de que no se pudo concretar el proyecto con el Ministerio, el respaldo de universidades y expertos en neurociencia ha sido suficiente para que Ana siga adelante con su labor. “Lo que a mí me animó más es que si una universidad ve el potencial, los investigadores lo avalan y una universidad de España dice: ‘Esto es lógico, esto es viable, nos falta solamente hacer las pruebas de campo’, entonces voy por buen camino”, comenta. Para ella, la caligrafía es una herramienta que permite a las personas gobernar su atención y fortalecer su desarrollo socioemocional. “¿Cómo hacemos para que los chicos no vivan tan distraídos? ¿Cómo sacarlos un poco de la conexión con la tecnología y que usen más sus propias capacidades?”, se pregunta.

Desde su experiencia en mindfulness, Ana resalta la importancia de aprender a estar en el momento presente sin juzgar, sin pelearse con el pasado ni preocuparse por el futuro. La caligrafía permite precisamente eso: conectar con el aquí y el ahora a través de un ejercicio estructurado y consciente. “Yo me enfoqué más en mindfulness, que es específicamente aprender a poner atención en el momento presente sin juzgar”, explica. “Sin pelearse ni con el pasado ni con el futuro, sencillamente disfrutar del momento presente, y la caligrafía nos permite eso”. Este enfoque no solo contribuye a la educación, sino también al bienestar emocional, ayudando a los niños y jóvenes a desarrollar habilidades de autocontrol y autoconocimiento.

En un contexto donde se buscan nuevas formas de fortalecer la inteligencia emocional en la educación, Ana considera que la caligrafía debería integrarse como una herramienta práctica dentro del currículo escolar. “Esto es una herramienta, es como cargar un lápiz que necesito en todo momento”, afirma. No se trata solo de enseñar teoría sobre la gestión emocional, sino de brindar ejercicios concretos que ayuden a desarrollar estas habilidades. Para ella, la caligrafía es una práctica fundamental para potenciar la mente, mejorar el aprendizaje y preparar a las nuevas generaciones para enfrentar los retos de un mundo cada vez más acelerado. “Lo que se viene no es otra cosa más que lo que ya sabemos que se necesita. Ahora las evidencias están ahí y no podemos negar que en el país necesitamos hacer cambios”, concluye.

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