Ana María Cañizares, una periodista 100% realizada
Define al periodismo “como una relación de pareja con la que me acuesto (con el último noticiero) y me levanto (con programas de radio) día a día”.
Cuando Ana María Cañizares habla de su profesión, desborda pasión. Para ella es su vida y la define como “vocación, rigor y amor”. Aterrizó en el periodismo hace 14 años porque “los planetas se alinearon” y un día antes de empezar a estudiar Derecho en la universidad, decidió cambiarse a Periodismo. Sabía que, en el fondo, lo suyo era leer, hablar y comunicar.
Su primer trabajo le llegó por un anuncio de periódico que decía ‘Se busca comunicador’. Así se inició en Radio Quito, de donde recuerda con cariño a su primer maestro, Miguel Ribadeneira: “Hizo que me guste el periodismo, que me encante salir a la calle, traer documentos, entrevistar y saber que lo que puedes preguntar puede generar noticia al día siguiente”.
Así empezó como reportera, con su grabadora de ‘play y rec’, buscando incansable la cobertura del día para enviar la información a la radio por teléfono “desde la Presidencia, el Consejo Electoral o desde donde estuviera, pues era la época de transición en que Correa asumía la primera magistratura”.
Hace 4 años coronó en su carrera al entrar en CNN, tras 10 años en Teleamazonas, que es donde pasó de la radio a la televisión. El canal internacional la eligió como primera mujer corresponsal en Ecuador. “Era la oportunidad que estaba esperando,” dice aún hoy entusiasmada. Es la recompensa a su perseverancia y dedicación.
“Machachi, capital de Mejía, es la ciudad donde nací, donde pasé mis vacaciones de infancia, donde mis padres y mis abuelos se conocieron, donde tengo maravillosos recuerdos familiares, donde aprendí más sobre la vida del campo, la naturaleza y el emprendimiento. Pese a que no viví en Machachi, siempre estuve conectada gracias a mi familia y también al periodismo”.
“CNN ha sido una experiencia de vida y de trabajo increíble porque todo se programa, nada se improvisa; y si el periodista puede cambiar en algo la vida de la gente, creo que la empresa cumple un cometido con eso”.
Trabajar allí la llena porque le permite contar historias que generan cambios en la sociedad. Pero su rol en una cadena internacional no ha eclipsado la humildad con la que llegó a Teleamazonas a procesar material de agencias y medios extranjeros. “Nunca dejamos de aprender”, afirma con convicción.
Está profundamente agradecida por el apoyo que recibió siempre de su familia, particularmente de su madre. “Siempre creyó en mí. Ahora me dice ‘yo te dije que ibas a estar ahí’, y se toma fotos cuando estoy en la pantalla. Se siente feliz y orgullosa”.
Sus padres son separados, pero dice que se llevan bien. Vive con su madre y tiene dos hermanos. Ella es el punto de equilibrio de la familia. “Si nuestros padres hicieron tanto por nosotros, lo mínimo que puedes hacer cuando pasan los años es retribuir el amor, el cariño, los cuidados y los recursos que invirtieron”, reflexiona tras más de un año de pandemia en el que tuvo que ver de cerca dolorosas historias personales, como las de quienes hasta ahora reciben los cadáveres de sus familiares desaparecidos por el caos generado al inicio de la epidemia.
“Curiosamente, cuando estás en la cobertura en terreno, el miedo se va porque estás enfocado en el trabajo. Esa es tu vacuna: la pasión por el periodismo… Ha sido retador trabajar así, pero satisfactorio ayudar a otras personas”.
Credibilidad en primer orden
Ana María hace un alegato por el buen periodismo, por el ejercicio riguroso del oficio. Si bien las redes sociales han hecho perder las primicias, las noticias falsas han aumentado. No se debe confiar en la primera voz o alerta sobre algo, reflexiona. Hay que buscar la fuente, contrastar la información y obtener la verdad por el medio que sea, “porque el bien más preciado que tiene un periodista es la credibilidad”.
- 4 momentos, cuatro lecciones
1. El terremoto de 2016 le permitió entender la desgracia de cerca y relatar historias más humanas; no tan planas como en política o economía. “Contar a la gente a través de la misma gente lo que les estaba pasando y volverlos un mecanismo de canalizar la ayuda para que llegue a las poblaciones que la necesitaban”.
2. El secuestro de sus colegas de El Comercio en Mataje. Le resultó desgarrador contar como reportera el rapto y asesinato de sus compañeros. Recuerda que una semana antes había estado en Mataje, en la misma zona. “Pude haber sido yo… Pudo haber sido mi equipo”, dice sobrecogida.
3. La visita del papa a Ecuador. Le impactó “la emoción de la gente volcada a la figura de alguien que traía un mensaje de esperanza en un momento en el que el país estaba viviendo una coyuntura política muy difícil y una crisis económica compleja”. Dejó en pausa las protestas de aquellos días.
4. La pandemia de COVID-19: Entre tantos relatos dolorosos, le encantó cubrir la historia del niño que le ponía mascarilla a su perro en Tungurahua. Su vida reflejaba la realidad de muchos menores ecuatorianos: falta de acceso a tecnología y cómo asumen responsabilidades que no corresponden a su edad y que les alejan muchas veces de sus estudios. Con su reportaje logró que el presidente entregue computadoras y conexión a internet a muchos estudiantes.
- Reconocimientos
- El Municipio de Machachi, su ciudad natal, le otorgó la condecoración 11 de Noviembre por su labor periodística en 2020 durante la pandemia.
- Recibió el premio Eugenio Espejo en 2017 por el especial del terremoto ‘Me quedo o me voy’. En él contó con mucha emoción la historia de quienes se debatían entre permanecer donde lo había perdido todo o buscar suerte