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Andrés Arrata en su restaurante AyoraVANESSA TAPIA

Andrés Arrata: “La vida es como la marea”

El guayaquileño, ganador de la tercera temporada de MasterChef Ecuador, destaca en Galápagos con su propuesta Ayora

Un hombre muy afortunado. Así se describe Andrés Arrata, publicista de profesión, quien hace menos de tres años, luego de ganar la tercera temporada de MasterChef Ecuador, decidió cambiar su rumbo profesional y convertir su hobby por la cocina en su trabajo fijo al dirigir su propio restaurante, Ayora, en Santa Cruz (Galápagos).

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Con una amplia sonrisa y manejando su bicicleta roja (medio de transporte frecuentemente usado en las Islas Encantadas del Ecuador), Andrés llegó a su restaurante, donde conversó con SEMANA para hacer un recorrido por sus anécdotas de éxitos y fracasos que, a sus 50 años, lo han convertido en la persona que es hoy.

Su vida antes de las cocinas

En su juventud, Andrés estudió publicidad en la Universidad del Pacífico (Santiago de Chile). Esta carrera lo llevó a trabajar en agencias de publicidad durante aproximadamente 15 años. “Me fue muy bien, lo disfruté muchísimo y fue una época lindísima de mi vida”, menciona. Sin embargo, Andrés recalca que llegó un momento en el que se aburrió de la monotonía de su trabajo, por lo que decidió terminar esa etapa y transitar un nuevo camino relacionado con otra de sus grandes pasiones: la fotografía.

“Abrí un estudio fotográfico en Guayaquil y me especialicé en fotografía de alimentos y publicitaria”, dice. Este proyecto estuvo activo cerca de 10 años, pero, debido a la fuerte contracción económica causada por la pandemia, en 2021 tuvo que cerrarlo y nuevamente cambió el rumbo de su vida.

La llegada de MasterChef

Mientras atravesaba un año difícil laboralmente, vio en televisión el anuncio de las nuevas convocatorias para la tercera temporada de MasterChef Ecuador. “Mi hijo (Andrés) y yo siempre hemos visto todas las ediciones de MasterChef en Ecuador, España, Chile y México. Éramos fanáticos del programa y, al enterarnos de que iba a haber una nueva edición, él fue el primero en animarme a participar”, comenta con una amplia sonrisa. Su esposa (Cecilia) y su hija (Matilde) también fueron grandes pilares de apoyo que lo motivaron a arriesgarse.

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Kokkotaki. Lomo de atún en salsa de encocado costeño y encostrado en quinoas andinas, trabajado con la técnica japonesa del Tataki.VANESSA TAPIA

“Me encanta cocinar y toda la vida he sido el chef de la casa. Vengo de una familia que cocina súper rico. Mis padres y mis abuelos fueron los primeros en enseñarme y tengo una colección de más de 100 libros de cocina”, comparte.

Una vez que le informaron que era uno de los participantes elegidos para esa edición, Andrés no dudó en aceptar la propuesta y adentrarse en esa nueva aventura. “Lo vi como una oportunidad laboral, más allá de la búsqueda de la fama. Sabía que así podía aportar y contribuir a mi familia. Además, mi estudio fotográfico estaba cerrado, así que mucho no podía hacer en ese momento”, recuerda con humor.

Galápagos, su nuevo hogar

El 2 de enero de 2022, Andrés y su familia se mudaron a Galápagos debido a una oportunidad laboral de su esposa. Cuando llegaron a la isla Santa Cruz, el programa aún se transmitía, y fue en febrero de ese año cuando se anunció que él era el ganador de esa edición. “Yo recibí la vida de ganador de MasterChef aquí en Galápagos. En la isla, las personas me felicitaban en una magnitud manejable, pero cuando iba a Guayaquil o Quito, yo era el boom y eso me sorprendió muchísimo”, afirma.

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Tras ganar, aunque Andrés no tenía ningún plan fijo sobre su vida profesional, sí tenía algo muy claro: quería continuar su vocación por la cocina. “Me di cuenta de que había una oportunidad inmensa de contarle al mundo qué es la comida ecuatoriana desde Galápagos, al ser el punto más visitado por los extranjeros del país. Al llegar, los turistas están deseosos de conocer no solo la belleza de la isla, sino también la cultura que hay detrás”.

Ese mismo año decidió crear su primer proyecto gastronómico en Santa Cruz, llamado Ecuatorial, una experiencia en un túnel de lava de una de las cuevas de la parte alta de la isla. La cueva tenía capacidad para 16 personas y ofrecía un menú degustación de 14 tiempos, con platos inspirados en todas las regiones del Ecuador. “Este proyecto se mantuvo durante un año y medio, pero al quedar corto en poco tiempo, tuvimos la visión de amplificar el restaurante, y fue el 29 de febrero de 2024 cuando nació Ayora”, explica.

Ayora, un recorrido por Ecuador

Nombró a su restaurante así, inspirado en Puerto Ayora, ciudad cabecera del cantón Santa Cruz en Galápagos. Al hablar de esta propuesta culinaria, afirma que su objetivo era abrir un espacio que representara la ecuatorianidad. “Galápagos es una mezcla maravillosa del Ecuador. Aquí hay gente de todas las regiones y tenemos lo mejor del país. Es un Ecuador que añoramos: de gente amable, solidaria, trabajadora y resiliente. Todo esto quiero mostrarlo a través de una de las mejores herramientas para narrar una historia: la comida”.

Sus comensales más frecuentes son los turistas extranjeros que desean descubrir los sabores locales. La presentación de sus platillos está basada en el concepto de tapas españolas, raciones pequeñas de comida, pero con grandes sabores, que permiten probar muchas creaciones en una sola visita.

“Al degustar nuestro menú puedes hacer un recorrido gastronómico por las cuatro regiones del país. Trabajamos mucho con productores locales de la isla para preservar la economía circular, pero también tenemos varios ingredientes de otras regiones, como los hongos traídos de la Amazonía”. Además, la mayoría de bebidas que ofrece (como la cerveza y el vino) también son elaboradas por productores ecuatorianos.

Eso sí, reconoce que tener un restaurante no es tarea fácil. Al igual que trae grandes recompensas, también es un reto complejo que día a día ha aprendido a dirigir. Por eso, a lo largo del tiempo ha asistido a diversos cursos de gastronomía y actualmente estudia una Maestría online en Gestión de Restaurantes en la Barcelona Culinary School. “Valoro mucho la experiencia de los demás. Poder conversar con personas que tienen restaurantes desde hace 20 o 30 años es enriquecedor. Todo trae un aprendizaje que puedo aplicar en mi experiencia personal”.

Su visión sobre el futuro

Andrés se siente plenamente feliz de residir en Galápagos, al ser un espacio en el que sus hijos pueden crecer con más libertad en comparación con Guayaquil. Santa Cruz es el lugar donde ha podido navegar en su nueva faceta culinaria. “Yo amo la isla. Ha sido uno de los lugares donde más cómodo me he sentido en mi vida. Viví en varios países como Estados Unidos, Chile, Alemania, España e India, pero ahora me asenté aquí y me encanta”, añade. 

Sin embargo, al no ser residente permanente, sabe que en algún momento tendrá que volver a crear cimientos en otro destino. Está abierto a las nuevas aventuras que vendrán, ya que “la vida es como la marea: si aprendes a flotar en ella, la puedes disfrutar mucho más. Sé que van a venir cosas buenas…”, concluye.

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