Belén Guédez, talante y corazón
La diseñadora y empresaria, despega fuerte en un emprendimiento que da cabida a mujeres en situación vulnerable.
La conocí a través de las redes (¡no en vano esta herramienta es tan poderosa!) y así pude adentrarme en el mundo de esta mujer luchadora, con un talento natural para comunicar y llegar con mensajes directos, honestos y optimistas, con un llamado a no desistir en el momento de emprender. Las palabras de esta creativa diseñadora de 31 años de edad, ecuatoriana por elección, son el reflejo de quién es y cómo ha logrado conquistar sus propias metas y sumar, desde muy joven.
El diseño, su pasión
En su natal Barquisimeto, la venezolana aprendió pronto a valerse por sí misma para pagar sus estudios en orfebrería en el Museo de Artes Contemporáneas de Caracas, cuando despegó en su primer emprendimiento con accesorios para novias, nicho en el que tuvo gran éxito gracias al apoyo de una reconocida diseñadora de modas que creyó en ella.
Su nombre creció como la espuma en un mercado que valoraba sus productos, los que distribuía en un amplio segmento comercial. Con el enganche, cursó varios niveles de diseño de modas, pero las exigencias de su negocio le impidieron concluir la carrera. No obstante, aprendió técnicas que complementó con ideas innovadoras, lo que resultó clave para crear la empresa de la que, hoy por hoy, es dueña y que avanza a velocidad.
¡A emprender!
A los 23 se enamoró de un ecuatoriano (Felipe Lanas) y dejó su amada Venezuela atrás, dispuesta a empezar de nuevo en un país que no conocía, pero adueñada de su presente y futuro. Y es que Belén es del tipo de mujeres que no se quedan quietas ni conformes, y que necesitan producir y sentirse útiles con metas altas.
Al llegar a Ecuador se valió de un estudio de mercado para encontrar el producto y segmento adecuados para arrancar en un negocio propio. Se dejó guiar por un wedding planner, con quien empezó a conectarse y conocer gente, hasta que fundó un atelier de novias.
Aun con un embarazo de alto riesgo, logró armar una estructura de negocio que apuntalaba bien. Con varias contratos y personal de planta, Belén empezaba a consolidarse tras años de arduo trabajo. Pero llegó la pandemia y, en una semana, todo se desmoronó. “Estaba en la semana 30 de embarazo y todas las novias que teníamos contratadas suspendieron contratos y tuve que liquidar a mis empleados con una infraestructura que ya no servía. Mi negocio quebró repentinamente”.
“Ha sido un año y medio maravilloso, pero también de mucho sacrificio y esfuerzo, apostando al crecimiento económico del país. Eso nos llena de orgullo”
La crisis
“Fue un momento súper complicado, llegó todo al mismo tiempo: la pandemia, el quiebre de mi negocio y, más duro aún, a mi bebé le detectaron hidronefrosis antes de nacer… Además, tuve que estar en reposo tres meses. Los sentimientos como madre eran incontrolables, con una angustia permanente”.
Con un panorama incierto, sin sus padres junto a ella, con familiares enfermos de COVID y enfrentando una maternidad con dificultades, Belén sufrió una fuerte depresión posparto. Incluso se planteó tomarse un año sabático hasta reconectarse anímicamente. Sin embargo, al nacer Agustín su evolución fue satisfactoria y los niveles de estrés y angustia empezaron a bajar. Aquello le permitió disfrutar finalmente de su maternidad, retomar el control de su vida y así vislumbrar nuevos horizontes con un nuevo emprendimiento en mente.
Despegar de nuevo
Al ser emigrante, aprendió a confiar en sus instintos y arriesgarse. Por ello, al replantearse otras propuestas, la empresaria analizó antes sus fortalezas y los elementos a su alcance para reinventarse. “Pensé en una línea de negocio con la cual llegar a un público objetivo mayor, con un alcance más masivo y con libertad de diseñar a mi estilo y gusto”.
En esos momentos, con el país en pausa y en plena cuarentena, la diseñadora se inspiró y creó una línea de hogar (Home Decor), considerando su experiencia en diseño y estampado en tela. Felipe se puso al mando del área administrativa y legal e invirtieron en maquinaria, con el objetivo de cubrir todo el proceso de estampado textil sin la necesidad de tercerizar. Y al generar empleo, la diseñadora también creó una red de mujeres en situación vulnerable para que se sumen a la empresa. “El proyecto consiste en dotarles del equipo necesario para que puedan coser los productos en la fase final de su fabricación. Hacemos ruta de despacho y entrega de mercadería, pero con la idea de dar un trabajo digno, seguro y que puedan cuidar a sus hijos en casa. Mi sueño es tener una fundación para apoyar a más mujeres del país”, dice.
En la actualidad, cursa una licenciatura en Artes Digitales Online y tiene su primera tienda en un movido sector comercial de Quito. “Ha sido un año y medio maravilloso, pero también de mucho sacrificio y esfuerzo, apostando al crecimiento económico del país. Eso nos llena de orgullo”. Su empresa cuenta con un dinámico sistema de comercialización que le permite diversificar sus ventas incluso en diferentes continentes, apoyada de las redes sociales, donde muestra sus creaciones a nivel mundial.
¡A brindar!
En un radio de 2 km se concentra toda su vida: la fábrica textil, su hogar y la guardería de Agustín. Orgullosa, muestra el amplio jardín en el que ha sembrado más de mil plantas y flores. Un husky y un pastor alemán nos reciben eufóricos. Dentro, todo luce impecable y en estricto orden, con elementos decorativos que realzan el amplio y cálido espacio construido y diseñado por Belén y Felipe. “Entre nosotros no existe egoísmo… amamos vernos crecer y nos apoyamos en todo. Felipe me ayuda demasiado”. Agustín cumplió ya dos años y, entre juegos y gritos, reclama la atención que merece. Belén sonríe y confiesa: “Es mi primer y último hijo. Tendrá más atención, seguro”.
Feliz, agradecida y satisfecha, brinda con una fría copa de lambrusco por todo lo que ha aprendido, reído y llorado en el proceso, dispuesta a seguir creciendo con la pasión que la define: trabajar, producir y seguir generando empleo.