Belén Paéz, en favor de la Amazonía ecuatoriana
Como un hecho inédito, Ecuador recibe el premio internacional ‘Thomas Lovejoy’, gracias a la comprometida labor de una mujer
Al llegar, debemos esperar a que otro medio de comunicación finalice un reportaje sobre ella y su esposo, Manari Ushigua, shaman y líder indígena de fama mundial perteneciente a la nación amazónica Zápara -ubicada en el cantón Pastaza-, y declarada por la UNESCO en 2001 como “Obra Maestra de Patrimonio e Inmaterial de la Humanidad”. Manari, ex vicepresidente de la CONAIE -Confederación de Nacionalidades Indígenas-, es uno de los personajes con más representatividad de la Amazonía y que ha logrado preservar más de 276 mil hectáreas de bosque primario.
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Leer másLa imagen de ambos causa curiosidad en un ambiente cargado de prejuicios y habituado a lo que se ha normalizado en el imaginario social. Ella, blanca mestiza y él un záparo que engalana su estatus indígena con una hermosa corona de plumas y un chaleco tejido de raíces amazónicas. Aún las diferencias, tanto en raza como en cultura, prevalece en ellos un corazón compartido y un mismo pensamiento de entrega y valor por la selva. Amaru por nacimiento, Belén por derecho, porque han sido casi 30 años trabajando en la Amazonía ecuatoriana, luchando por sus derechos y conservación.
“Fue en una cumbre del clima, en Johannesburg donde nos hicimos muy amigos. Pasó un tiempo hasta que nos dimos cuenta que había una gran atracción, eso fue hace 12 años. Para mí no fue fácil, hubo críticas y cuestionamientos de amigos, su comunidad, ONG’s, incluso de mis padres que hasta ahora no lo reciben en su casa. Manari, por su carisma y saberes, está en el mundo, participando en ceremonias, haciendo sanaciones colectivas, interpretando sueños… Filman documentales sobre él, le entrevistan, viene gente de todo el mundo, incluso famosos a conocerlo y saber de su comunidad y le invitan a muchos lugares. Al igual que yo, lleva siempre a grupos a la selva que se enamoran y llegan a ser aliados en su preservación”.
Al mismo tiempo, recalca que los pueblos indígenas a través de su conocimiento ancestral, tienen una tecnología que les permite conocer cómo funciona el mundo natural y los problemas que enfrentamos ahora mismo. “Es algo que reconocen científicos, la NASA, muchísimos sectores que están en el medio y gente rica alrededor del mundo que les interesa saber lo que piensan los indígenas amazónicos”.
Una chica diferente
La apasionante historia de la ambientalista se remonta desde su niñez, cuando se recuerda a sí misma como alguien no ‘normal’. El reconfortante arrullo del bosque -contiguo a la que era su gran casa-, es lo que verdaderamente la acunaba. Posteriormente, la magia de la selva y su fuerte conexión con él, encausaría la razón de su existencia, dedicándose de lleno, los últimos 28 años a proteger esa fuente inagotable de energía y vida.
Proveniente de una familia acomodada y de una formación conservadora de derecha, Belén encontró, a la par, la gratificación de la causa social, al ayudar a los menos favorecidos desde una temprana adolescencia. Con el apoyo de un sacerdote, participó activamente en el proyecto del Centro del Muchacho Trabajador -ahora denominado Centro una Familia de Familias-, impulsado por la orden Jesuita. Sus padres no llegaron a entender esa voz cuestionadora, lo que le llevó a vivir con su abuela, quien fue su ancla emocional desde entonces.
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Leer másComo es natural, se convirtió en una incansable conservacionista dedicada de lleno al trabajo pro Amazonía. Sus estudios se amplifican en diferentes ámbitos, el último, con un Diploma en Cambio Climático y el Mecanismo de Desarrollo Limpio en la Universidad Simón Bolívar; pero la investigación y el estudio es parte intrínseca de su día a día en temas relacionados al impacto climático y la conservación.
“A los 24 años, mientras realizaba una pasantía investigando delfines rosados en el Cuyabeno, viví una experiencia mística, observándolos y con una niebla dorada que envolvió el bosque y la laguna. Me sentí profundamente conectada con la naturaleza. Desde ese momento, asumí el compromiso de proteger este lugar para siempre”.
Su vida, en una maleta
Viajar alrededor del mundo es una constante para la ambientalista. Al dirigir la Fundación Pachamama -que opera con fondos internacionales-, es invitada frecuente a simposios, conferencias, charlas y cumbres ambientales de gran escala. Al día siguiente de esta entrevista Belén viajaba a Londres invitada por el Palacio de Bukingham para participar en un conversatorio de una organización del Rey Carlos llamada Alianza por la Economía Circular -en este encuentro se trataría sobre las economías amazónicas. Poco antes, fue invitada a un crucero con 350 líderes mundiales cruzando el Atlántico, en un barco 5 estrellas del Ritz Carlton. El objetivo era concretar ideas y soluciones sobre los problemas ambientales del mundo: “Soy una experta en hacer la maleta! Siempre tengo conmigo mi ‘santuario’, un pedacito de la selva. Estoy acostumbrada a esta vida, mi maleta es mi compañera”, dice.
La madre en ella
Dos capítulos marcan su vida con el de Manari. El primero al enviudar a los 20 años cuando estaba embarazada de 5 meses. Cursaba la universidad y empezaba su carrera profesional por lo que su abuela nuevamente la apoyó para criar a su hija Micaela -que hoy tiene 30 años y una hermosa hija, Alba, por la que su abuela Belén se muere de amor-. No obstante, hay un vacío y la nostalgia de no haber podido estar presente como hubiese deseado en el crecimiento de Micaela.
Capítulo dos, Tsamaraw, el hijo que tuvo con Manari, ahora de 7 años. Él fue un bebé prematuro que debió permanecer 3 meses en el hospital al nacer. El tiempo que pasan juntos es preciado, Belén lo toma como una oportunidad para rectificar y tener una comunicación más amplia con su hijo, un niño vivaz, alegre, sensible, que disfruta enormemente ir a su tierra, ¡donde tiene más de 150 primos! En la normalidad, Tsamaraw va al colegio Menor en Quito y aunque falta mucho a clases -porque viaja a la selva con frecuencia y a otros lados del mundo con sus padres-, está aprendiendo el quichua, también a cazar, pescar y a interpretar los sueños… “Mi hijo se convirtió en esta medicina que necesitaba para seguir existiendo y seguir con mi trabajo. Él me inspira, al igual que Albita mi nieta. En el colegio nos pidieron mandar videos de Tsamaraw porque dicen que él trae cosas que nadie más lo hace”.
Desafíos futuros
“Hace 28 años, en una salida de campo al Parque Nacional Podocarpus, en Zamora Chinchipe, reafirmé mi pasión por la selva. Pasé diez días explorando proyectos de agroforestería y paisajes naturales, quedé fascinada con las lagunas turquesas y las mariposas. La inmensidad y belleza de la selva me hicieron quedar para siempre”.
A través de esa experiencia mística, que la activista considera como un privilegio, ha honrado la selva cada día. Como Presidenta y directora ejecutiva de la Fundación Pachamama -entre sus fundadores está el cuencano Daniel Cooperman-, cuenta que su organización ha desarrollado programas económicos sostenibles que han beneficiado a múltiples comunidades indígenas. Y, entre otros logros, lleva a cabo el programa ‘Economías del Bosque’ con la protección de 35 millones de hectáreas de bosque amazónico con la colaboración de 30 pueblos indígenas de Ecuador y Perú.
Recibe el premio internacional ‘Thomas E. Lovejoy’ * de WWF 2024 con gratitud, y afirma que, “con este reconocimiento ratifico mi vocación y compromiso por sostener nuestro trabajo con mayor intensidad”. Este galardón lleva el nombre del biólogo conservacionista, padre de la biodiversidad (+ 2021).
Al finalizar, Belén, dice con optimismo “Creo firmemente que los desafíos actuales exigen ampliar y diversificar nuestro trabajo, fortaleciendo la cooperación y creando nuevas alianzas para proteger la Amazonía y sus cuencas sagradas. Los próximos diez años son cruciales para evitar un punto de no retorno que podría llevar al colapso de todas las especies, incluidas las humanas”.
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