Cambiar o no cambiar: reflexiones sobre adaptación y comodidad en la vida
El cambio depende de nosotros, pero no siempre. Esto es lo que tiene que decir la Tía Loca en su blog de Semana
Solo los más competentes pueden habituarse a los cambios. A eso llegó Charles Darwin cuando estuvo en las islas Galápagos, o por lo menos eso nos contaron. Por ejemplo, la adaptación que tenemos con estos calores. Pero a mí me gusta vivir en el trópico, aunque tenga erizada mi melena rubia al viento. La verdad es que nunca he sido buena para el peinado y la estética. Mi mecanismo de belleza está limitada a pestañear y dejar ver mis ojitos azules.
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Leer másNos sentimos seguros en nuestro ambiente tóxico de trabajo, con nuestros vecinos farreros y con la madrina que nos recibe con mala cara en la tienda de la esquina. Cualquier cambio petrifica todo nuestro cuerpo y nos da dolor de estómago; sentimos que no estamos ya para esos trotes y creemos que el mundo se derrumba si tomamos esa oportunidad de trabajo en el extranjero, aquella que siempre quisimos, pero una parte de nosotros nos grita que ya es tarde para emprender ese camino, que tal vez habría sido bueno hacerlo antes.
Por eso, Lupita D’Alessio lo tenía claro. Hay que cambiar, el asunto es que hoy no quiero hacerlo. Hoy estoy cómoda, cómoda con mi vida a medias, sin grandes sobresaltos y sin mayores problemas. El gris definiría este estado. Me ha comenzado a gustar ese color. Acabo de escuchar que los ojos grises son los menos comunes, solo el 1 % de la población mundial tiene ese color. Pero mis ojos no son grises; bueno, tampoco son marrones, ese color es para el común de los mortales y yo no soy común, aunque me comparen ya nada es igual.
Admiro a los sobrevivientes, a los que se cansaron de vivir con un mismo corte de pelo, a los que persiguieron sus sueños y a los que se animaron a hacerse el tatuaje en la espalda. Yo no. Yo soy miedosa. A mí el dolor me duele mucho, por eso lo pienso dos veces cuando me toca la cita con el dentista. Solo el sonido de esa herramienta (que no sé cómo se llama, pero que todos la están pensando) me causa malestar, voy sintiendo la contractura en el cuello subiendo rápidamente hasta la mandíbula y me provoca dejar todo tirado. ¿Soy la única?
Hay que tener agallas para alejarse de las situaciones y de las personas que transpiran veneno, pero aunque digan que hace daño, a mí sí me gusta el alcohol, una copa al día es lo que me recetó Dr. Google, la dosis puede subir y triplicarse si estoy de humor y en buena compañía. Pero no con Migdalia, ella es abstemia y cuando salimos a conversar sobre las vidas ajenas me siento juzgada por las mesas cercanas. No por lo que digo, sino por mi copa de vino, la única en la mesa. Por eso, hoy quiero y debo cambiar, pero ‘con despacio’ como dice el montuvio, no vaya a ser que muera en el intento.
¿De qué se trata la tía loca?
La tía loca es una una columna refrescante donde su protagonista, una mujer vibrante y audaz de 50 años, comparte sus vivencias, desafíos y logros al alcanzar el medio siglo de vida. Con un toque de humor, sabiduría y una gran dosis de autenticidad, muestra que la vida después de los 50 está llena de oportunidades, aprendizajes y, por supuesto, mucha diversión.