Caridad Vela: Sin ataduras
Empresaria y comunicadora es una mujer de retos, con la piel curtida y el alma intrépida, y dice que ¡nada ni nadie la detiene!
Durante ocho meses, Caridad Vela se desempeñó como secretaria particular de la Presidencia de la República, en lo que considera una experiencia grata y dura que le dejó un valioso aprendizaje de lo que es la política desde su interior. Ya retirada del ojo público, con 59 años, vive en paz y asume el paso del tiempo con sabiduría. “A nadie le queda bien una mirada triste y un rostro apático. Soy apasionada, intensa y muy relajada y eso se refleja. Me encanta lo que la edad hace a la gente: da sabiduría y valor, reafirma la personalidad y deja ver con claridad lo que vale la pena mantener y lo que es mejor desechar”.
Se ha destacado en varias facetas con sus hijos como bastión de empuje. Pero nada le ha sido fácil o gratuito. Ha sabido sortear las montañas, baches y bajadas, impulsada a seguir de frente sin mirar atrás.
Una educación estricta pero liberal, hizo de ella una librepensadora. “Mi formación fue muy católica, pero mi padre tenía una mente bastante abierta. Él estuvo sumamente involucrado en mi educación. No había vida sin excelentes notas en el colegio, no había excusas para no tener 20/20 en todo. Nada evitaba que todas las noches revisara mis cuadernos y me tomara las lecciones”.
Graduada del colegio Americano de Quito, cursó sus estudios universitarios en Pine Manor College en Boston, pero afirma que su mejor escuela sigue siendo la vida.
Trabajé para un presidente al que los presos y prófugos llaman traidor. Gracias a eso no somos Venezuela.
Sobre toros
Sin duda, su época dorada fue al gerenciar, durante 15 años, la Feria Jesús del Gran Poder, una experiencia que determinó en gran medida su trayectoria, pues Caridad fue el eje central para convertirla en la más trascendente en América: “Cada momento de mi recorrido profesional ha sido lo mejor que me ha pasado, pero debo reconocer que los más importantes recuerdos fueron estos, no solo por el tema taurino, sino también porque todos esos años mi vida era otra, mi familia estaba completa y yo era inmensamente feliz”.
Y a pesar de que las corridas de toros fueron abolidas en Quito, en el año 2011, contundente es su respuesta para quienes no comparten esa afición: “Hay que ser tolerantes con los criterios discordantes. La verdad es que más que un tema taurino, para mí es un tema de derechos y libertades. La libertad no tiene color ni peso, no la puedes ver o medir, no tiene valor monetario, y por eso la gente se lo toma a la ligera. Esa libertad de decidir es más valiosa que todo el oro del mundo”.
Retos de hoy
Hace 13 años la comunicadora y empresaria está inmersa en el mundo editorial al dirigir una publicación de corte inmobiliario, junto a su hermana-amiga-socia y colega, Mercedes Vela. “Cuando terminó mi relación laboral con la empresa taurina, mi hermana (con quien nos ¡leemos el pensamiento!) renunció a su trabajo y decidimos que era hora de hacerlo para nosotras. Yo tenía largos años de experiencia en medios de comunicación y mi hermana era experta en temas inmobiliarios. Juntamos nuestras fortalezas y nació nuestra revista que lleva más de ¡100 ediciones!”.
La pena más grande
Para Caridad, la existencia de sus hijos es el mayor milagro de la vida: Esteban, de 34 años (casado); Belén, de 31, y Sebastián, que tendría 32. Un fatal accidente hace 13 años acabó con su vida, arrasando con los sueños y anhelos de esta madre que sufre su partida día a día: “Es un dolor y una ausencia que sigo enfrentando. No hay vida suficiente para superarlo. En un momento te acostumbras a vivir así… Vuelven las sonrisas, disfrutas la vida al máximo, pero el corazón no sana nunca. Perder un hijo es perder para siempre una parte de tu esencia, pero aprendes a vivir con ese vacío, así te taladre el alma, con una maravillosa dualidad porque cada día que pasa es para seguir disfrutando de Esteban y Belén, pero también es un día menos que debo esperar para ese primer abrazo en el cielo con Sebastián”.
Después de perder un hijo existe un cordón umbilical muy fuerte en su hogar. Consentidora y exigente al mismo tiempo, detesta la ausencia de libertad y siempre da su opinión, la cual pesa mucho en sus decisiones. Sin jerarquías dentro de la familia, haberse ocupado de todas las necesidades de sus hijos le llena el alma. “Viajar, comer rico, un buen vino y darnos gusto en otros caprichos hace que todo el esfuerzo valga la pena. Miro a mis hijos y agradezco al cielo por los extraordinarios seres humanos que son”.
Divorciada hace muchos años del padre de sus hijos, Caridad -soltera por ahora- confiesa que mantiene una excelente relación con él. “Es un gran amigo, alguien cercano con quien no hay rencores ni reclamos”.
Flash en la política
- ¿Cuáles fueron las aristas positivas y negativas?
Me quedo con el buen sabor de haber trabajado para un presidente a quien los presos, prófugos y corruptos llaman traidor, pero gracias a esa traición, Ecuador no es Venezuela. En lo negativo, conocí que en nuestra sociedad hay gente sin rostro y sin nombre que destila odio e insulta por placer, y ese es su único medio de expresión.
- ¿Es cierto que se dieron roces con Andrés Michelena?
Discrepancias en cuanto a puntos de vista distintos, como con casi todo el gabinete, pero nada que haya superado el tono de una argumentación racional. Mi responsabilidad fue la Secretaría de Comunicación, él no dependía de mí, ni yo de él.
- ¿Satisfecha con el desempeño?
No. Mientras tengamos una sociedad que no hace pausas para analizar los temas a profundidad, y no los valora en su justa dimensión, mal destino nos espera.
- ¿Volvería a la política?
Hay otros escenarios en los que me siento más cómoda y desde donde puedo continuar apoyando la reactivación del país, pero nunca más volveré a decir que “de esta agua no beberé”. Quien no esté dispuesto a salir de su zona cómoda para lograr mejores días para Ecuador, no es un ciudadano responsable y yo lo soy.