Carolina Llanos, su vida en libertad
En una conmovedora confesión, cuenta en SEMANA lo que vivió durante ocho años privada de la libertad acusada de un crimen que no cometió.
Declarada inocente en el sonado caso Quinsaloma -debido a su connotación política- y tras 8 años de reclusión, Carolina se desploma al recordar todo lo que debió atravesar hasta recuperar su libertad. Para contestar las preguntas de esta entrevista necesitó reunir coraje durante varios días y así lograr soltar el impacto familiar, psicológico y emocional que significó el encierro.
La pesadilla empieza
La voz se le quiebra y no deja de llorar al revivir aquel fatídico 16 de enero de 2012 cuando agentes la interceptan en un centro comercial de Guayaquil para detenerla mientras sus mellizos de 5 meses de edad tuvieron que quedarse con la niñera en su vehículo: “Me trae mucho dolor recordar ese día y otros que vinieron después. Parecía una historia de terror, no lograba dimensionar lo que estaba pasando… ¡Alejarme abruptamente de mis mellizos! Consciente de mi inocencia pensé que era una broma, una confusión. ¡Recuerdo que me llevaron en un vehículo sin saber a dónde! Los agentes recibían llamadas tras llamadas e iban de un lugar a otro a toda velocidad. Yo solo pensaba en mis hijos. Nunca imaginé que ese día marcaría por siempre mi vida”.
De esa manera fue internada en la cárcel de mujeres del Puerto Principal de donde no volvió a salir hasta ser exculpada por el cargo de autora intelectual de un triple crimen ocurrido en Quinsaloma, provincia de los Ríos.
En el interior de la cárcel
Violencia, drogas, persecución y depresión… Carolina lo vivió todo durante su encierro en el que debió mostrar más que fuerza para salir viva de este tentadero de muerte despiadado: “Lo vi y viví todo desde el inicio. Cuando ingresé a la cárcel, fui salvajemente atacada con una varilla por un grupo de mujeres, por lo que perdí al bebé que esperaba… Dormía lo que podía, al inicio, en una cama sin colchón. Un mes después me entregaron una lámina de esponja (4 cm) y me dijeron que era mi día de suerte. ¡Y apestaba a orina!”. Los primeros años fueron duros, tenía miedo, pero no podía demostrarlo, de lo contrario estaba perdida. La prisión aturde… detestaba los ruidos de ahí: gritos, puertas, rejas, llanto… Además fui perseguida en requisas continuas para conseguir información de Galo (Lara). Una vez me ofrecieron mi libertad a cambio de declarar en su contra. Fui rehén de la política y de la metida de mano en la justicia”.
A pesar de las innumerables vicisitudes que debió enfrentar en el interior de la cárcel, Carolina hizo grandes amigas a lo largo de los años, con quienes se apoyó, lloró y soportó el tormento. “Conocí a mujeres guerreras que me enseñaron muchas cosas; algunas siguen en prisión y otras ya están en libertad. Mariuxi Carbo, Nuri, Santana, Jackeline son las amigas que me marcaron. Y dos bebés con los que me encariñé mucho… Sacharí, hija de una dominicana que me decía ‘mama Caro’, al cumplir 3 años tuvo que irse. Y una bebé que conocí desde el vientre de su madre… me encariñé tanto que la siento como mía. Ahora está en un hogar de acogida”.
En el tiempo que duró el encierro, Carolina ocupó su tiempo en la lectura, hizo varios cursos y trabajó en orfebrería, hizo piezas en plata para una reconocida joyería de Guayaquil con lo que garantizó su alimentación en el interior de la cárcel.
Una madre que reclama justicia
Bajo esta dura realidad es inevitable preguntarse lo que Carolina tuvo que soportar al alejarse abruptamente de sus hijos. ”Responder a estas preguntas me hace volver a sentir lo vivido. Fueron varias semanas sin dormir y comer. En mi mente solo estaba el llanto de mis niños. Alejarme de ellos de esa manera fue muy doloroso. Solo las madres podrán entender mi dolor. Sin haber cometido ni ordenado crimen alguno lo hace aún más duro. A María Belén, mi hija, de 12 años en ese entonces, díganme, ¿cómo le explico a una preadolescente lo que su madre vivía? Erika Guzmán, ex directora de la cárcel, me permitió una visita extraordinaria todas las semanas. Fueron aproximadamente dos años. Después los veía cada seis meses. Cuando dejé de contar los días en prisión, decidí no recibir visitas. Entré en una etapa muy dura psicológicamente. Mis mellizos, a sus 7 años, vieron a sus padres juntos por primera vez en la cárcel regional. ¿Cómo se sintieron ellos al vernos juntos en una cárcel sin haber cometido crimen alguno? Eso duele”.
Libre de barrotes
En diciembre de 2019 se le concedió el trámite de pre libertad y en septiembre de 2021 se le declaró inocente del crimen por la que fue sentenciada con 20 años. Hoy busca vivir en paz y armonía, tal como era su vida antes de este episodio cruento, cuando se dedicaba a la agricultura en unas fincas con sembríos de cacao y naranja: “Me gustaba sembrar, me hacía feliz desde niña”. Sin embargo, a raíz de su encierro, debió vender todas sus propiedades para poder defenderse y sobrevivir durante su estancia en la cárcel: “Fueron prácticamente diez años de improductividad y con Galo tuvimos que pagar nuestra defensa y mantener a nuestros hijos como pudimos. Vendimos lo que teníamos, pero son cosas materiales porque lo importante es que estamos libres y vivos. Ahora estoy segura de que el siguiente paso es que se declare inocente a Galo”.
Ahora, a sus 42 años, Carolina intentar recuperar lo que perdió, aunque sabe que eso nada ni nadie podrá saldar. “Abrazo a mis hijos, no quiero soltarlos. Les cocino todo lo que quieren, vamos a la playa y pasamos juntos. Aprovecho el tiempo al máximo porque ellos son mi tesoro en carne y hueso…”. Además, Carolina exige justicia, aquella que le fue negada quitándole más que vida, su dignidad y nombre limpio: “Busco una reparación porque mi nombre es lo único que me llevaré a la tumba y quiero que mis hijos jamás se avergüencen y se sientan orgullosos de su madre”.
Cara a Cara
¿Quién es Carolina Llanos?
Soy madre, hija, hermana, trabajadora, temerosa de Dios, respetuosa, hogareña, tenaz y persistente. Pero que también vean en mí la representación de lo que verdaderamente significó Rafael Correa y su metida de mano a la justicia.
¿Qué perdió al estar en la cárcel 8 años?
Paz, dignidad, estabilidad emocional y económica, trabajo, sueños, amigos, aunque los más importantes se quedaron a mi lado.
¿Qué es el amor para alguien que perdió la libertad?
Es una decisión. Amar a pesar de todos los obstáculos.
Hábleme de Galo, su esposo…
Es un guerrero incansable, para él los barrotes no fueron un límite. Sentí mucho dolor cuando lo trajeron de Panamá de una forma terrible, encadenado. Es un gran padre y para mí es mi héroe.
¿Cómo cambió Carolina con la experiencia del encierro?
Yo era una mujer muy confiada e ingenua. Pero aprendí muchas cosas y ya no confío…, tengo miedo.
¿Cómo está su relación con Dios?
Lo conocí a profundidad en la cárcel. Mi conexión más fuerte fue cuando Galo estuvo a punto de morir por Covid.
¿Qué lujos se da ahora en libertad?
Estar con mi familia y comer lo que se me antoje porque en la cárcel lo más deseado es comer bien ¡se comen mendrugos!