Cristina Aguilera, con el flamenco en cuerpo y alma
Previo a su show en Guayaquil, la "bailaora" conversó con SEMANA sobre cómo está exponiendo esta danza fuera de España.
En el zapateo se percibe la energía que le corre el cuerpo a Cristina Aguilera (30). Vestida con un traje rojo, ensaya los pasos que bailará en la producción con SEMANA.
La cita es en Guayaquil, un día después de arribar desde su natal Granada, España. Una vez que la alumbra el flash, con sus movimientos nos contagia de esa misma vitalidad que la distingue cuando está en el escenario.
Ella es capaz de levantar pasiones en Singapur, China, Brasil, México como el resto de Europa, y eso la va convirtiendo en uno de los rostros más visibles del flamenco.
Es la primera vez que viene a esta ciudad. Y, previo al espectáculo que dará la noche de este domingo 16 de octubre en el Teatro Sánchez Aguilar, se dispone a contarnos su camino recorrido, desde los inicios hasta el reconocimiento que hoy disfruta.
Con la esencia de Andalucía
No viene de familia gitana, ni de artistas. Al contrario, su padre es empresario y su madre, estilista. Sin embargo, Cristina empezó a bailar desde niña. “A los cuatro años, mi mamá me inscribió en clases de flamenco para desfogar lo inquieta que era desde chica”, comenta.
Allí asistía luego de las clases de la escuela y con el tiempo esto se transformó en su pasión.
Entre sus recuerdos, detalla que desde los siete años se acostumbró a bailar para audiencias grandes, ya sea en tablados y eventos.
En Andalucía hay arte en todos los rincones y de allí salen los mejores ‘bailaores’ de flamencos
Su aprendizaje vino de la mano de maestros como Maite Galán, Adrián Sánchez y Óscar Quero, y a los dieciocho años terminó la carrera de danza española y flamenco en el Conservatorio Carmen Amaya de Madrid.
Con ese bagaje, no dudó en mostrar sus destrezas en concursos donde se hizo acreedora del primer puesto; entre esos, el Certamen de Jóvenes Flamencos del IAJ, el Tablao Villa Rosa de Madrid, finalista en el Cante de las Minas, uno de los más famosos en España, entre otros galardones.
Si bien a la par estudió la carrera universitaria de Derecho en Ciencias Políticas, confiesa que el flamenco se ha convertido en la profesión que ejerce y de la que nunca deja de aprender.
“Es lo que me llena el alma, me atrapó desde chica y lo sigue haciendo hasta hoy...”, confiesa y agrega, “me gusta tanto que no lo considero un trabajo”.
Su cuerpo, su voz
Su pasión por esta danza se nota en su expresión corporal, y en cómo prioriza el sentimiento más allá de bailar. El encanto que le pone esta bailaora granadina, hace que uno como espectador entienda, sienta y fluya en la historia con ella.
“Me identifico con los ‘palos’ (géneros) más dramáticos... Hay que tener un recorrido personal fuerte para poder bailarlos... Cuanto más vida pasa, más tienes adentro para poder sacar”, dice.
Por lo general, los baila en medio del canto de gitanos que, tal como nos explica, “cuanto más feeling hay con los músicos, mejor sale todo”.
Esa conexión con los años le ha traído beneficios.
Esta danza me forjó el carácter. Me hizo una mujer fuerte, pero a la vez sensible.
Y esa experiencia la quiere llevar a más personas para que entienda cómo pueden también vivirla. Es por eso que está recorriendo varios países para dictar talleres. Ese camino la ha llevado a Ecuador, donde ha encontrado una comunidad grande que gusta de este arte.
Asimismo, revela que está dedicada a dictar clases online en la escuela que lleva su nombre. “Más allá de enseñar la técnica, intento que entiendan el porqué del paso y el carácter que deben ponerle”, explica sobre su metodología que la han aprendido jóvenes y adultos en diferentes países.
Una danza presente en el mundo
Cuando habla del flamenco no descarta la exigencia, esfuerzo y dedicación en cada ensayo. Y eso lo sabe bien, pues las horas de su día, las balancea con su rol de madre.
Y aunque nos confiesa que no está obsesionada con su cuerpo, porque en ese sentido el flamenco destaca más carácter y emociones que una silueta delgada, sí mantiene una disciplina para sentirse bien. “Yo he sido mamá hace un año y esta danza me ayudó a tener una musculatura fuerte”.
Ese bienestar lo proyecta hacia el exterior y es lo que la ha motivado a transitar por un camino de logros que la conducen a ser parte de una nueva generación que lleva este arte a otra dimensión.
“Cada vez se está expandiendo más. Lo que hizo Rosalía en sus inicios, ayudó mucho para llegar a los jóvenes, y que conozcan cómo es el flamenco. Todo el mundo está apto para aprenderlo. Lo pueden bailar no solo en teatros, sino en fiestas gitanas”, refiere con alegría.
Y así como este arte, ella también fluye, se transforma y sobre todo es ella misma, pero con el sello andaluz.