Cristina Vallejo: "Tengo muchas más bendiciones que dificultades"
Un antes y un después, un destino inimaginable que deja una estela de fortaleza y optimismo hacia la vida y el amor.
Esta mujer hermosa, de sonrisa franca y muy inteligente movió miles de corazones al sufrir un accidente que conmocionó a toda una comunidad. Hoy comparte su conmovedora historia en SEMANA con una visión de fe y superación que la ha alentado en todo el camino.
El antes
Con estudios en Educación Ambiental y Comunicación para el Turismo, Cristina trabajó 15 años en una empresa familiar de comunicación especializada en turismo y en la publicación de la revista This is Ecuador que su padre fundó hace 50 años. “Disfruté inmensamente de mi trabajo y tuve la oportunidad de recorrer bastante de nuestro país. Quizá por eso soy tan patriota. Es más fácil amar lo que se conoce, más aún a un país con gente tan linda y buena y con la riqueza natural y cultural que tiene el Ecuador”.
Hace siete años, Cristina disfrutaba una vida plena y dinámica con un feliz matrimonio, una sólida carrera y dos hijos, Joaquín (de tres años) y Tomás (un año y medio). La fortuna le sonreía y todo iba de maravilla.
Un desafortunado evento
La mañana del 4 de mayo de 2014, Cristina disfrutaba de un domingo de campo en la finca familiar junto a sus pequeños hijos y hermanas (su esposo y sus padres estaban de viaje). Aficionada a los caballos desde chica, un negociante se acercó a su establo para ofrecerle un lindo ejemplar blanco. “Decidí montarme por puro gusto pero, apenas me subí, lo sentí muy nervioso y se desbocó. Tiré de las riendas bruscamente para que el caballo frene, pero saltó sobre una alambrada y caí sobre mi espalda en el empedrado. En ese momento dejé de sentir el cuerpo desde la cintura para abajo y supe que me había roto la columna, que no iba a poder caminar. A pesar de ello, me invadió una sensación de felicidad y paz indescriptibles. ¡Estaba viva para mis hijos y con mi mente intacta!”.
El después
Su columna se rompió a la altura de la vértebra torácica 6 (donde terminan las costillas). Para repararla, su equipo médico le puso dos barras de titanio y diez tornillos. También tuvo que usar un corsé durante seis meses. Pero su médula no tiene arreglo, por lo que dejó de controlar su cuerpo de la cintura para abajo. Quince días después fue trasladada a un centro de rehabilitación especializado en lesiones medulares en Houston, donde estuvo un mes aprendiendo a manejar su ‘nuevo cuerpo’ en silla de ruedas.
“Ir a ese hospital fue una experiencia maravillosa, pero fue muy duro estar lejos de mis hijos por un mes. A pesar de lo dramático de la situación, Dios me dio una fuerza que nunca hubiera imaginado. Tuve serenidad y la absoluta certeza de que iba a estar bien. Esos días fueron de un crecimiento espiritual exponencial, el tiempo más mágico de mi vida”.
En el ‘después’ recibió cientos de muestras de cariño: “Ratifiqué el gran apoyo que tengo de mi familia y amigos cercanos. Recibí muchísimos mensajes, cartas, flores, misas para pedir por mi salud. Hasta un video de apoyo en el que participaron más de 60 amigos. Haber estado tan cerca de la muerte hizo que mucha gente con la que había perdido contacto sienta de cierta manera la necesidad de escribirme o llamarme”.
El accidente le abrió los ojos al mundo de las personas con discapacidad, al darse cuenta de que existe gente increíble, capaz de vencer retos inimaginables por amor a la vida y a los demás. “He conocido a muchas personas que son una inspiración para mí”.
“Me encantaría volver a enamorarme, viajar y que mis hijos sean grandes seres humanos y felices. Me gustaría publicar libros y dar charlas motivacionales. He dado algunas y me parece un privilegio poder influenciar positivamente en la vida de otros”.
El hoy
Desde entonces las cosas solo mejoran para Cristina. Cada día es más independiente y se atreve a hacer cosas nuevas. Sus hijos están muy acostumbrados a su condición. Dicen que, aunque su mamá está en silla de ruedas, ¡puede hacer todo! Desde hace cuatro años trabaja en la biblioteca del Colegio Menor de Quito, donde se juntan dos de sus pasiones: los libros y la educación. En tanto, escribe una novela y dos cuentos para niños.
Y aunque se divorció hace tres años, mantiene una excelente relación con su ex. “Creo que hacemos un buen equipo para la crianza de nuestros hijos, es un gran papá”.
Con sinceridad, cuenta que ha habido momentos duros y de añoranza, pero al mismo tiempo, dice, lo más importantes no ha cambiado: sus hijos siguen siendo su prioridad y la mayor fuente de felicidad. Su familia es su máximo apoyo y tiene amigos maravillosos, con quienes recorre este hermoso país, mientras trabaja, viaja y ¡disfruta de la vida!
“Asumo que la vida nos presenta circunstancias difíciles a todos. El accidente me dejó con una condición física diferente, pero con mi mente intacta. Tengo dificultades, pero tengo muchas más bendiciones. Soy una persona feliz. Me concentro en todo lo que sí puedo hacer y le agradezco a Dios todos los días por todas las bendiciones que tengo”.
¡Vivo feliz!
¿Cómo vive sus días una mujer joven, guapa y con discapacidad?
¡Vivo feliz! Tengo unos hijos maravillosos, un trabajo que me encanta, una familia increíble, un departamento donde me levanto con la vista del Cayambe todas las mañanas, gente linda con quien compartir mi día a día. Muchas cosas me toman más tiempo que a otros; muchas veces tengo espasmos musculares, dolores neuropáticos y otras dolencias físicas características de mi condición, pero son tolerables. Tengo obstáculos de movilidad, pero siempre hay alguien que me da una mano. Cuando estoy triste o quejumbrosa, le ofrezco a Dios las dificultades que enfrento por la salud y felicidad de mis hijos. Trato de enfocarme siempre en las cosas buenas que tengo, que superan con creces las dificultades.