Cynthia Wright, renacer
La comunicadora se estrena como escritora en una autobiografía que sacude las fibras más íntimas y con la que invita a salir de la zona de confort
Expresentadora de televisión, los medios de comunicación han sido parte de su trayectoria desde muy joven, con un desenvolvimiento espontáneo, natural, que la ha distinguido. No obstante su proyección televisiva, se alejó del medio por amor, por sus dos hijas, hoy de 15 y 13 años, con un compromiso que ha mantenido como prioridad de vida. En paralelo, la quiteña ha ido desplegando sus propias alas en diferentes ángulos en los que ha encajado en su momento, en una búsqueda constante del equilibrio en todos los sentidos: emocional, físico y mental.
Punto aparte es el hecho de venir de una familia de la dimensión Wright, lo que podría colegirse que para ella todo le ha sido y llegado fácil; sin embargo, es ¡todo lo contrario! Nada fue gratis o sencillo. Lo que tiene y a donde ha llegado le han costado, y mucho. “Cuando trabajaba en la televisión fue complicado. Por un lado, incluso televidentes, me llamaban a pedir trabajo y yo no tenía nada que ver con la empresa. También sé que algunos televidentes no se identificaban conmigo justamente por mi apellido. Pero he llegado a entender que no hay nada que yo pueda hacer, que ese es mi apellido y me siento orgullosa de llevarlo. Mi abuelo empezó desde cero hace muchos años, y tanto él como sus hijos consiguieron lo que tienen con trabajo y honestidad. Lo que crea o no de mí la gente, me tiene sin cuidado, llevo mi apellido con orgullo y soy quien soy en esencia”.
La energía y fuerza que denota, quizá, viene de su origen irlandés -por padre-, español -por madre- y por la ‘berraquera’ que supone ser ecuatoriana también. En todo caso, esa seguridad que proyecta no siempre fue así. Internamente, batalló sus propias luchas dentro de un núcleo familiar complejo, en el que debió sufrir y enfrentar el difícil divorcio de sus padres y el trastorno obsesivo compulsivo (TOC) de su hermano Allan quien, luego de varios intentos de suicidio, logró su cometido cumplidos los 45 años.
Medito, hago yoga, triatlón, kitesurf. Me gusta mucho leer, aprender nuevas técnicas de sanación.
Su verdad
No fue uno, fueron varios los sucesos traumáticos que debió enfrentar, pero aquella fuerza que mencioné es lo que la sostuvo. Pero también porque no tuvo más remedio. “Tener a un hermano con una enfermedad mental y con ganas de quitarse la vida desde que lo recuerdo fue muy difícil. Tuve que crecer de golpe, no hubo tiempo para rebelarme durante la adolescencia, me tocó duro. Cuando Allan se quitó la vida fue muy difícil, por un lado, por el dolor que sentía; pero, por otro, porque intenté reprimir el dolor y cargar con mucha gente y aspectos que no eran míos. En mi vida, mi zona de confort siempre ha sido cargar con mucho sobre mis hombros. Cuando Allan murió, entré de lleno en esa zona de confort, viví de extra en las películas de otros en lugar de ser protagonista de la mía y empecé a enfermar.
Cuando Allan murió, pensé que yo era la mujer maravilla, demasiado fuerte y lista y dispuesta para cargar con todo, pero el cuerpo me pasó factura. En el primer mes después de su muerte, no me permitía botar lágrimas, por lo que me dio la menstruación tres veces en un solo mes. ¡Literalmente mi cuerpo lloraba sangre! Pensaba regularmente que tenía muy mala suerte, que Dios había decidido vengarse de mi familia y de mí enviándome maldiciones, que el universo y el destino me estaban jugando una mala pasada”.
Un giro inesperado
En algún punto de ese laberinto, la excesiva carga emocional tuvo un pare, al reconocer la razón de la partida de su hermano. “Si nos quedamos en el por qué, seguimos victimizándonos. Debemos siempre buscar el para qué. En mi caso fue para que, de una vez por todas, soltara las cargas ajenas y decidiera vivir mi propia vida. Entonces me di cuenta de que debía dejar de victimizarme, salir del piloto automático y sanar”.
La pandemia fue el momento en el que todo dio un giro repentino y empezó un proceso de sanación que la condujo a escribir un libro autobiográfico, ‘Oveja negra’, sobre la impactante historia con la que ahora busca ayudar a otros a sanar, salir de su zona de confort y vivir sin miedos ni frenos emocionales. “Hace un poco más de un año, me hice la pregunta existencial: ¿para qué estoy aquí? Para contestarla, hice un ejercicio que me llevara a encontrar mi propósito de vida. Lo descubrí y decidí que debía escribir un libro. Mi hermano estaba escribiendo uno antes de morir y me di cuenta de que podía hacerlo yo y cumplir el objetivo de los dos al mismo tiempo. ¿Cómo lo logré? Simplemente lanzándome a hacerlo, con la convicción de que lo iba a lograr, que iba a ser un éxito y que iba a ayudar a miles de personas en su proceso de sanación”.
“Quiero ayudar a millones de personas”
Renunció a una gerencia de negocios de una empresa de comercialización de productos para restaurantes, hoteles y catering, para dedicarse a la comercialización y venta de su libro pero, sobre todo, para cumplir su propósito de vida, que es a ayudar a otras personas -”a través de mi historia y de las metodologías que he aprendido”-, a despertar y sanar. “Actualmente, estudio la formación profesional de Indagación Compasiva, enfoque desarrollado por el doctor Gabor Maté y Sat Dahram Kaur N.D., que revela lo que hay bajo la apariencia que presentamos al mundo”.
En paralelo, sigue involucrada con los medios con un programa de radio, escribe para una revista local y dicta talleres empresariales sobre cómo despertar del piloto automático en el que vivimos para poder vivir en paz, y personales sobre biodescodificación y el despertar del inconsciente.
La madre que hay en ella
Desde un principio decidió que su función principal sería la de ser madre, aun sacrificando su desarrollo profesional. Hoy que sus hijas Fabiana (15) y Eliana (13) han crecido, está consciente que la necesitan por igual y, aunque le cuesta poner límites, es algo que ha trabajado los últimos años. “Tengo la dicha de tenerlas, nos llevamos excelente, son niñas muy buenas. Claro que la adolescencia es una etapa difícil, pero creo que la clave está en conectar con ellas, entender su lenguaje oculto, mirarles, aceptarles tal cual son, brindarles presencia y darles la mayor cantidad de amor posible”.
Segunda oportunidad
A sus 47 años se puede decir que encontró la plenitud al completar su círculo junto a Joaquín Morillo, con quien ha construido una relación en equilibrio de espacios y amor. “Ha sido una aventura maravillosa, a pesar de que llegó rodeado de eventos complicados estos últimos años: pandemia, adolescencia de mis hijas, la muerte de mi mamá y de mi suegro. Sin embargo, pienso que nuestro amor es gigante, los dos estamos sanos internamente y esto nos ha ayudado a mirar todo positivamente, a aceptarnos, a agradecer en vez de quejarnos, vivir el presente y, lo más importante, a aceptar la libertad del otro. Decimos que somos dos pájaros que vuelan cogidos de la mano, pero hay momentos en que cada uno tiene su camino, por lo que nos soltamos para que cada quien vuele a donde necesita, para después reencontrarnos por decisión propia”.
Cara a cara
- ¿En el amor encontró la clave de la felicidad?
La felicidad es responsabilidad de uno exclusivamente. La pareja está a lado tuyo para acompañarte en esta aventura de la vida para crecer juntos, reflejarte lo bueno y lo malo que hay en ti, para caminar de la mano por tu camino, pero siempre con aceptación y libertad.
- ¿Qué sueños persigue?
Ayudar a miles de personas a través de mi libro. Sueño en tener una vida larga, hacer deporte hasta los 80, ver y cuidar a mis nietos y, algún día, retirarme a la playa con mi esposo y mis perros.
¿Cómo ha logrado el equilibrio mental?
Tuve que enfrentar un divorcio muy complicado de mis padres, dos accidentes traumáticos, el suicidio de un tío y el de mi propio hermano, un divorcio, una enfermedad muy dura de mi madre… Vivía en piloto automático, pero alcancé una metamorfosis con cursos, psicólogos y maestros de vida. Ha sido un camino muy difícil, con tropiezos, pero también con aciertos y descubrimientos: lo único que ansío es amor, paz y libertad.
- ¿Lo ha tenido todo?
Lo tengo todo porque tengo salud, amor, paz y felicidad.