Daniela Hill: su hogar es el mar
Cuidar el océano es su propósito de vida y bucea para educar. Ha capacitado a más de nueve mil niños y anhela que esta cifra aumente.
Si fuese un residente del mundo marino, Daniela Hill Piedra sería una ballena jorobada o una mantarraya, porque de ellas admira su inteligencia, tranquilidad en el agua y capacidad de conectarse con los humanos que las visitan. Desde que tiene memoria, la bióloga marina, buzo y creadora de la fundación Amiguitos del Océano siempre ha estado cerca del mar y sabe que su propósito en la tierra es su conservación. A sus 36 años, trabaja a diario para que los más pequeños de todo el Ecuador valoren la importancia de la flora y fauna marinas, para que así su hija Ornella y demás niños tengan un mundo sano donde vivir.
Si el mar te llama, te llama
“Mi mamá me dice que cuando era una bebé, apenas tocaba la arena salía corriendo a sentir el agua”, recalca feliz al recordar su infancia. Cuando comenzó la escuela, nunca dudó que al crecer estudiaría una carrera que le permitiese explorar el océano y por eso su programa de televisión favorito era el que conducía el explorador francés Jacques-Yves Cousteau, en el cual mostraba la diversidad de la vida acuática.
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Leer másCuando culminó la secundaria, Daniela decidió seguir Biología Marina, carrera que no era tan conocida en ese momento, pero su familia (en especial su padre) la apoyó. El voluntariado también fue una pieza clave en su crecimiento. Participó en la Fundación Jambelí, en la que formó parte del proyecto para la recuperación del manglar en Guayaquil.
El buceo es otra de las ramas que más la motivan, por eso a los 26 años se convirtió en instructora profesional. “Cuando buceé por primera vez en Ayangue me enamoré por completo del mar. Ese primer chapuzón y burbujas nunca los olvidaré. Sentí que pertenecía allí”, recuerda.
Huellas para el futuro
Se desempeñó dentro del sector público hasta el 2017, tanto en la Subsecretaría de Acuacultura como en el Ministerio del Ambiente y en el Consejo de Gobierno de Galápagos. De esas experiencias, destaca que llevó a cabo proyectos de acuacultura rural con acuicultores a los que les enseñó a cultivar peces sin ningún tipo de químicos.
Además instaló en la agenda ministerial la limpieza permanente de fondos marinos y promovió la creación y ampliación de áreas marinas costeras protegidas. “No soy política, mi objetivo siempre fue tratar de apoyar y hacer cambios positivos para los pescadores y comunidades costeras”.
Amiguitos del Océano
Luego de renunciar a la función pública, se dedicó por varios meses a dar cursos de buceo y talleres sobre ecología. Un día, su hija Ornella la motivó a ir a su escuela para que les dé a sus amigos charlas sobre la importancia de cuidar el océano. Observar el rostro emocionado de los niños al escuchar su ponencia la motivó a crear, hace dos años, la fundación sin fines de lucro Amiguitos del Océano.
En dicha institución hasta el momento ha impartido programas gratuitos de educación ambiental a más de 9.000 niños de Guayaquil y en especial de comunidades costeras (como Ayangue, Manglaralto, Olón, Montañita, Libertador, Palmar, Ballenita, Santa Rosa, Anconcito y Valdivia), porque “los pequeños son los replicadores del mensaje con sus familias. Con ellos hay un impacto positivo para hoy y el futuro”.
Conocer la importancia de los bienes y servicios del océano, la biodiversidad marina, el consumo responsable y la reducción del plástico de un solo uso son los valores que promueve. Asimismo, Daniela participa en ferias y mingas que promueven otras organizaciones en pos de la preservación de la naturaleza.
¿Cuál es su gran objetivo a futuro? Incentivar a que las personas empleen a diario productos reutilizables para evitar el plástico de un solo uso, además de ampliar el programa de educación ambiental en escuelas de todo el país, especialmente en las que tengan injerencia directa al estero Salado. Sabe que el camino es largo, pero el impacto positivo, por más pequeño que sea, queda de por vida.
Su luz, Ornella
Su pequeña hija de seis años es su inspiración y motor para trabajar. A ella también le encanta la playa y siempre le dice que quiere ser buzo para recoger basura bajo el mar junto a su mamá. Cada vez que van a su casa en Salinas, hacen mingas en el borde costero, lavan los plásticos y los separan. “Su corazón es bastante bondadoso, nunca pierde la voluntad de ayudar y habla del cuidado ambiental con las demás personas. Es mi luz”, dice Daniela con una amplia sonrisa.