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Desierto peruano de Icacortesía

El desierto peruano de Ica: Una aventura de adrenalina y velocidad

Generalmente los ecuatorianos visitan Lima cuando viajan a Perú, pero existen otros destinos que valen la pena conocer.

Estar en el desierto provoca algo de temor porque solo se ven toneladas de arena, pero también impresiona. No hay vida de ninguna naturaleza y da la sensación de perderse y no encontrar el camino de regreso. La única vez que hemos estado en uno fue en el desierto peruano de Ica y parte de este lo recorrimos en un buggy o los tubulares de una de las agencias que ofrecen el servicio a los turistas.

Para vivir la aventura hay que estar preparado, llevar unas grandes gafas que protejan los ojos y un abrigo porque a veces hace frío y colocarse el cinturón de seguridad. Lo recomendable es hacer esta visita al atardecer para contemplar la caída del sol. A medida que el vehículo se adentra a gran velocidad por el desierto, la adrenalina aumenta. Ya no se ve más que arena. Esta, a diferencia de la que hay en nuestras playas, es sumamente fina.

Cuando el carro empieza a saltar se siente el viento en la cara, provoca cerrar los ojos y cuando menos se lo piensa ya se está en la cima de una de las dunas, las hay de diferentes tamaños y una más empinada que otra.

Los choferes que manejan estos carros, que han sido adaptados para que sean livianos y estables, son gente que se conoce a la perfección el lugar, el recorrido y que sube y baja las dunas como si estuviera en una montaña rusa. Es inevitable no gritar cuando se cree que volcarse es lo más probable. Por fortuna aquello no ocurre. Más de una vez nos arrepentimos de habernos arriesgados.

Pero el maravilloso atardecer nos hace olvidar los nervios de principiante. Es el mejor momento para que los turistas saquen sus cámaras y tomen fotos que conservarán como un grato recuerdo de esta aventura. Además, vale aprovechar una parada para practicar snowboard y deslizarse por la arena en una de esas tablas, ya sea de pie o sentado.

“Para llegar a la región de Ica puede tomar un bus desde Lima, aproximadamente 3 o 3 horas y media dura el viaje”, explica Ivonne Parra, de Promperú. Ya en Ica encontrará diferentes empresas que prestan el servicio para recorrer el desierto y en variados horarios. Generalmente van grupos de amigos o familiares. También hay servicios privados para aquellos que no son tan amantes de la velocidad y desean recorrer el desierto sin necesidad de trepar las dunas ni ir a altas velocidades. Es preferible que no lo hagan mujeres embarazadas.

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Buggy o tubulares.cortesía

Según Christian Llerena es una experiencia única, muy divertida, de mucha adrenalina. “Te hace sentir libertad, especialmente cuando disfrutas de un paisaje único. Algo muy diferente a las experiencias que podemos vivir cotidianamente”.

No es la única aventura que puede vivir en pleno desierto, otra opción es permanecer en un campamento en el día o en la noche. Según Mario Vera, de Adrenarena, “en la noche se tiene como marco el cielo estrellado y se disfruta del silencio. La temperatura es agradable en cualquier época del año”.

Los viajeros sienten como si estuvieran en un cuento de las mil y una noches y algunos románticos lo han elegido para pedir la mano a su pareja.

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En Paracas

Otra de las joyas peruanas es La Reserva Nacional de Paracas, una zona protegida ubicada en la provincia de Pisco, dentro del departamento de Ica, y una de las de avistamiento de flora y fauna con mayor biodiversidad del Perú.

Parte de la reserva son las Islas Ballestas. En el muelle de la localidad se puede tomar una lancha y hacer un viaje por las islas que están ubicadas en el Océano Pacífico.

El recorrido dura 120 minutos y se puede conocer muy de cerca a especies, como lobos marinos, delfines, flamencos, pingüinos del Humboldt y pelícanos. Son consideradas como las Galápagos para los peruanos.

No puede dejar de apreciar El Candelabro, un geoglifo que mide 180 metros de largo y se calcula que tiene unos 2.500 años, su significado es un misterio. Está dibujado sobre la superficie de arena, sin que jamás se haya borrado.

No podrá bajar en las islas. Es prohibido para no perturbar la tranquilidad de los animales que la habitan.

Ya de regreso puede caminar por la zona, apreciar a los moradores pescando o practicando algún deporte, además adquirir dulces, ropa, artesanías y bebidas a precios razonables. Se recomienda llevar efectivo (soles ). En los hoteles se cambia moneda.

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Paracas.cortesía
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La Huacachina

Visitar la Huacachina es llegar a un oasis entre las dunas del desierto de Ica. Al sur de Lima, cerca de Paracas, la laguna de aguas verdes rodeada de palmeras, eucaliptos y huarangos es una parada obligatoria. La turista Ángela Castillo la describe: “Hay una sensación de paz y asombro cuando se la ve. Desde las dunas, parece un paraíso en medio del desierto. Cerca de la orilla, sus aguas color esmeralda son pacíficas. Y desde el cielo, gracias a las imágenes que nos regalan los drones, este oasis es un regalo”.

Es conocida como el Oasis de América. En 2017, el diario británico The Telegraph la ubica entre los 21 destinos más hermosos para visitar.

Se recomienda tomar los botes a pedales o caminar por el Malecón. Otras opciones son apreciar el atardecer, una actividad muy relajante, o practicar deportes de aventura.

desierto peruano de Ica
La Huacachina.cortesía

La leyenda

Los habitantes de la zona cuentan una vieja leyenda a los viajeros. Dicen que la Huacachina, una doncella, de nombre Huacay China (mujer que llora), se enamoró de un joven que murió en la guerra. Ella lloró sin parar. Con sus lágrimas formó una laguna. Un día un guerrero pasó por ahí y se quedó observándola; ella, asustada, se lanzó al agua y permaneció allí hasta que él se marchó. Al salir, notó de que no tenía piernas, se había convertido en sirena. Según los moradores, cada luna nueva sale a llorar y que las aguas tienen propiedades curativas.