Enrique Ponce de León: “He hecho lo que he querido”
Desde muy joven, demostró los arrestos necesarios de un torero de envergadura y, desde entonces, tiene una vida por contar
Lo de torero lo heredó de la divina providencia, pues estuvo estampado en su sangre, según lo comprobó, hace no mucho, en una librería en la Gran Vía -Madrid-, donde descubrió en un libro taurino a dos antepasados, Ponce de León, de siglos pasados, que habían sido figuras del toreo.
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Leer másUna pasión que se extendió, irrefutable, en los melodiosos compases de la música flamenca, que lo extasiaba desde temprana edad… Una conexión cósmica que lo identificaría así mismo con la tierra sevillana por la que siente una especial cercanía y en la que aspira radicarse por temporadas en un futuro no lejano.
Nacido en Ginebra -en una misión diplomática de su padre-, a los 15 llegó el día en que dio el aviso formal de convertirse en torero. La respuesta de don Enrique Ponce y Carbo fue contundente ¡nada de toreros en la familia! Mientras su madre, su eterna cómplice, le dio el chance de demostrar si tenía o no los arrestos para de tal hazaña. El temerario joven pasó la prueba con sobresaliente suficiencia en un ruedo y de ahí en adelante la historia se fue condensando en innumerables corridas, muchas, compartiendo cartel con los más grandes del toreo.
El foco de atención de la hacienda que regenta como propietario, es el tentadero en el que se han confrontado aficionados y los más diestros de la tauromaquia los últimos 30 años. Luego de la prohibición de que se lleven a cabo corridas de toros en el distrito de Quito, en la Morería se respeta la normativa de cabo a rabo, con espectáculos y festivales con novillos y toros, sin atentar contra la integridad animal.
La Morería
“A los 18, mi primer honorario se fue en invertir en ripio, arena, ladrillos, para construir una casa en la hacienda, un sueño que tenía mi padre. Diosito me regaló la oportunidad de que él se haya podido despedir de la vida en la casona Ponce de León, a la que mi padre llamaba ‘su castillo’”.
Esta tierra, herencia familiar, ha sido cuna de sueños y amaneceres, en donde Enrique edificó un proyecto de vida que se ha fortalecido con la tenacidad de la que se caracteriza. Días atrás inauguró La Morería como un espacio para hospedaje con varias habitaciones en la Casona Ponce de León, donde se ofrece un menú de autor y, a la vez, se amplió la oferta gastronómica en La Cigarrita, una amplia pizzería para gusto de todos.
“El concepto es ‘Te abro mi casa para que compartas la experiencia como tu casa’”, dice Enrique, quien invirtió en una infraestructura apta para el gusto de todos los sentidos, que invita al descanso y la diversión. Las cabalgatas, el ordeño, una granja con mini ponis, una ¡zebra! -¡la estrella del lugar!-, caballos y demás animales vecinos a una laguna donde se luce un cisne negro, dueño y señor de la propiedad. Un escenario que se completa con las vistas de ensueño de la serranía ecuatoriana en este hermoso paraje ubicado en Amaguaña, muy cerca de Quito.
Enrique decidió apostar por lo que tenía en Ecuador y lo primero fue abrir un restaurante en La Morería, y llevar a cabo eventos mientras trabajaba exitosamente en su bufete como abogado. Fue entonces que lo llamaron de una cadena internacional de la que fue su apoderado general por 18 años.
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Leer másEl nombre de Enrique empezó a resonar en el sector turístico por el favorable impacto económico que generaría al país la inversión extranjera. Aquello le llevó a ser nombrado ministro de Turismo y posteriormente embajador en México, donde le tocó enfrentar las graves consecuencias que desataba la pandemia con miles de turistas ecuatorianos varados en el país azteca. Concretó con habilidad y tiempo récord el embarcar a los compatriotas en varios vuelos humanitarios siendo ejemplo para otros países que buscaron su asesoría: “Aceptar ser embajador fue rendir un homenaje a mi padre, porque él también lo fue. En algún momento, antes de su partida le dije: ‘Terminamos la vida tú educándome a mí y yo maleducándote a ti’. Fue el equilibrio perfecto”.
De amores y más
Abogado de profesión, Enrique ha sido fiel a sí mismo, sin dejarse embaucar por conservadores preceptos sociales, y acaso aquello le pasó factura con el abuelo de su hija -ahora de 25 años-, quien nunca entendió porque él y su hija decidieran no casarse en su momento. No obstante, en el lecho de muerte, pudo hacer las paces como correspondía.
Más adelante contrajo matrimonio con Alba, la madre de su hijo Juan Martín -de 16 años- en su amada Sevilla, en una boda inolvidable a la que asistieron personalidades del mundo del toreo. Pero a los 8 años de feliz convivencia, se separaron de mutuo acuerdo: “Me llevo muy bien con las madres de mis dos hijos, a quienes adoro”. De hecho, con Macarena y Enrique José, ha encontrado la dicha de la paternidad y no puede evitar el hablar con orgullo de cada uno de ellos.
Guitarrista y autor de 20 canciones inéditas, rememora rápidamente un poema de Sor Juana Inés de la Cruz, que recita con punto y coma:
“Feliciano me adora y le aborrezco; / Lizardo me aborrece y yo le adoro; / por quien no me apetece ingrato, lloro, / y al que me llora tierno, no apetezco. / A quien más me desdora, el alma ofrezco; / a quien me ofrece víctimas, desdoro; / desprecio al que enriquece mi decoro, / y al que le hace desprecios enriquezco. / Si con mi ofensa al uno reconvengo; / me reconviene el otro a mí ofendido; / y a padecer de todos modos vengo; / pues ambos atormentan mi sentido: / aquéste con pedir lo que no tengo; / y aquél con no tener lo que le pido”.
Con ello lo dice todo, sin antes mencionar que, a sus 59 años espera un día encontrar un amor con quien pueda compartir la vida, sin mediar condición alguna.
“Quiero terminar mis días viviendo parcialmente en Sevilla y, algún rato, espero que llegue la compañera ideal, pero eso tiene que llegar espontáneamente. Tener a alguien a los 90 y sentir ilusión me parece precioso. He hecho realidad muchos sueños sin atropellar a nadie, con convicción, fe y mucho trabajo; pero lo más importante es el haber sido un torero”.
Un apellido con historia
El nombre Ponce de León, de origen español, se remonta a los tiempos de la independencia y lo ostentaba el renombrado caballero Miguel Ponce de León, quien trabajaba estrechamente para la Corona española -cercano al Varón de Carondelet- se revela en contra de la Corona por todos los abusos hacia los criollos y pelea en su favor en la batalla del Pichincha. Pierde un brazo y acaba siendo perseguido por los españoles. Se refugia en los trojes de la hacienda que ahora pertenece a Camilo Ponce -Las Herrerías, cerca de Amaguaña-, y, como un rechazo a la Corona, acorta el apellido a Ponce: “Mi padre, embajador y un gran estudioso de la genealogía, recupera el apellido, por eso soy la nueva generación Ponce de León. De hecho, el ex presidente Camilo Ponce debió ser Ponce de León. Mis primos son Ponce y me molestan diciendo ¿Por qué te pusiste el De León? Y yo les respondo: ‘No, no, ustedes se lo quitaron’”.
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