
Esperanza tras el sismo: la historia de A Mano Manaba
La Fundación A Mano Manaba ha convertido la educación y la comunidad en su motor de cambio en Don Juan.
En la costa ecuatoriana, donde el mar dibuja su huella en la arena y la pesca artesanal es el sustento de muchos, una tragedia marcó el destino de una comunidad. En 2016, un terremoto de 7.8 grados devastó la provincia de Manabí, dejando a cientos de familias sin hogar y sin rumbo. Entre los damnificados se encontraban Esteban y Rut Román, dos profesores universitarios que, por decisión propia, habían abandonado sus carreras académicas para asentarse en Don Juan, un pequeño pueblo de pescadores en el cantón Jama. Lo que comenzó como una respuesta espontánea a la emergencia pronto se convertiría en un faro de esperanza para toda la comunidad: la Fundación A Mano Manaba.
En aquellos días oscuros, la solidaridad fue el único camino. Mientras algunos cavaban zanjas y levantaban refugios, Esteban y Rut aportaron con lo que mejor sabían hacer: enseñar. Con su fiel burrito Faustino Domingo Sarmiento, cargado de libros de colores, comenzaron a llamar a los niños a la playa con una simple pero poderosa consigna: "¡Vamos a leer!". Bajo una improvisada ramada, transformaron las tardes en espacios de aprendizaje, sanación y encuentro.
"En ese momento no teníamos un plan, solo sabíamos que la educación podía traer consuelo y esperanza a los niños. La lectura se convirtió en un refugio y en una manera de reconstruir lo que el terremoto nos había arrebatado", recuerda Rut Román, vocera de la Fundación A Mano Manaba.
Aquella iniciativa, que nació del instinto de supervivencia y el amor por la educación, fue madurando con el tiempo. Con el apoyo de amigos, benefactores y voluntarios de todo el mundo, se consolidó la Fundación A Mano Manaba (FAMM). Hoy, la organización cuenta con tres edificios sismo resistentes que simbolizan la fortaleza de la comunidad: la Biblioteca Comunitaria "A Mano Manaba", la "Casa de Oficios" y "Cocina Memoria". A través de estos espacios, se fomenta la lectura, se imparten talleres de capacitación en diversos oficios y se rescatan las tradiciones gastronómicas de la región.
Un impacto que transforma vidas
La organización sin fines de lucro no solo representa un refugio para los niños de Don Juan, sino que se ha convertido en un pilar de desarrollo para toda la comunidad. "Beneficiamos a todas las personas que creen que la educación, formal e informal, es una herramienta poderosa para afrontar los desafíos de la vida", explica Rut Román. Actualmente, FAMM trabaja con más de 300 familias del sector, apoya a la escuela local y a colegios de Jama, y extiende su mano a otras comunidades que buscan replicar su modelo educativo.
Red de colaboradores
El alcance de la ONG no sería posible sin su red de colaboradores, benefactores y voluntarios. "Algunos barren el patio antes de irse a casa, otros donan a través de la plataforma GlobalGiving, algunos llegan como voluntarios y se quedan trabajando con niños y mujeres por meses, incluso hasta un año. Otros nos apoyan simplemente siguiéndonos en redes sociales y amplificando nuestra visión", comenta la vocera de FAMM. Más que una organización sin fines de lucro, la fundación se ha convertido en un motor de cambio sostenido por la misma comunidad.
"Lo que hacemos no es solo educar, sino generar cambios reales en las personas. Queremos que cada niño y cada joven sepa que su destino no está limitado por las circunstancias, sino por su capacidad de soñar y esforzarse", enfatiza Rut Román.
A futuro, A Mano Manaba planea expandir su alcance, fortaleciendo alianzas con otras instituciones y ampliando sus programas para seguir transformando desafíos en oportunidades. "Nuestro compromiso es continuar trabajando con y para la comunidad. Creemos en la educación como la llave para abrir nuevas puertas y en la solidaridad como el camino para no dejarnos vencer", concluye la vocera.
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