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El estrés no es bienvenido en el hogar

La forma en que lidia con él, repercute directamente en cómo se relaciona con sus hijos. Si no logra manejarlo correctamente, puede alejarlo de quienes más quiere.

El estrés no solamente afecta a los adultos. Cuando los padres lo padecen, los hijos lo perciben y es entonces cuando el ambiente se pone tenso y puede haber consecuencias negativas para la relación familiar. Así lo explica la psicóloga Luisana González, quien afirma que mientras que los mayores lo expresan usualmente con mal humor, alzando la voz, insultando o siendo distantes, los más pequeños lloran o hacen una pataleta. “Desde la infancia, nuestra manera de aprender es imitando. Si se llevan los problemas al hogar, puede existir el riesgo de que ellos normalicen ese comportamiento y lo repitan a largo plazo al pensar que es correcto”.

Las causas varían

Usualmente los adultos lo presentan por fatiga laboral, angustia por las finanzas personales o problemas en una relación amorosa. Si esto ocurre y está a punto de pelear por algún motivo con sus hijos, puede aplicar la técnica de tiempo fuera. González explica que esta consiste en salir de la habitación en la que se encuentre, tomarse unos minutos para calmarse solo y luego buscar el momento adecuado para retomar la conversación. “Los padres deben dar un buen ejemplo. Escuchar con atención y respetar la opinión del otro (aun cuando piense distinto) es clave”, dice la experta.

Por otro lado, ella sostiene que los pequeños pueden estar estresados por estar mucho tiempo encerrados en un mismo espacio, problemas escolares o sociales. “Lo recomendable es que el niño respire, trate de explicar lo que siente y, poco a poco, se tranquilice para que aprenda a gestionar sus emociones desde temprana edad”.

Enséñeles la importancia de la organización para que aprendan a estructurar sus actividades y canalizar el estrés de las obligaciones que van surgiendo a medida que crecen.

Sus riesgos

Daniella Oliva, máster en asesoramiento educativo familiar, está convencida de que, cuando la relación familiar se ve afectada por el estrés, existe un distanciamiento y se pierde la oportunidad de disfrutar de las actividades cotidianas (como comer en familia o los recorridos en el auto). “Un padre o madre afectado puede responder menos asertivamente a las exigencias de la vida parental al haber menores demostraciones de afecto y más atención a los propios problemas, lo cual limita la disponibilidad al cuidado de los otros miembros de la familia”, añade.

Otras consecuencias negativas, explica Oliva, son la impaciencia y la debilidad de los adultos para establecer límites (esto se manifiesta al ceder a las demandas de los hijos). Por la insistencia de los requerimientos de los menores se cambia el ‘no’ por un ‘sí’ y es ahí cuando hay un doble mensaje de lo que pueden hacer. 

Estrategias

Oliva y la orientadora familiar Diana Díaz (parte del Instituto de Matrimonio y Familia) comparten siete estrategias:

  1. Acepte su vulnerabilidad. No se puede cumplir con todo y no existe la perfección. Reconozca sus limitaciones y aprenda a decir “no”.
  2. El autocuidado es básico. Dese un tiempo para estar a solas, mimarse y hacer actividades que lo hagan sentir bien.
  3. Distinga lo fundamental y lo que no lo es. Su tiempo, energía y atención son limitados. Por eso, es importante identificar qué tareas familiares y laborales son indispensables. Ordene su agenda con base en eso e incluya las menos importantes si no interrumpen sus actividades principales. Entre las fundamentales, contemple el tiempo de descanso, el personal y los momentos en familia que pueden ser perfectos para recargar su energía.
  4. Esté atento a situaciones de estrés previsibles. En la crianza de los hijos, suele haber muchos momentos de tensión causados por la rutina (como lavar los platos, recoger la basura u ordenar los cuartos). Si los identifica, se pueden crear acuerdos para que cada persona tenga una responsabilidad y haya un trabajo en equipo.
  5. Pida ayuda. Sienta confianza en hablar con su pareja o personas cercanas que puedan escucharlo y ayudarlo a encontrar un consejo o guía.
  6. Intercambie experiencias. Fomente la amistad con otros padres que estén atravesando circunstancias similares. Puede aprender de los demás y sentir que no es la única persona que atraviesa esos problemas.
  7. Sea amable con usted mismo. Las situaciones en las que se siente más desbordado, usualmente ‘hacen más ruido’ que todas aquellas circunstancias que logra sobrellevar satisfactoriamente. Recuerde aquello que sí puede hacer, para aceptar con paz aquello que no resulta como espera.

Cómo reconocer que alguien tiene estrés

  • Está tenso, irritable, impaciente, susceptible.
  • Se percibe una sensación de desorden en el manejo del tiempo.
  • Se lo nota ansioso y con sensación de frustración por los múltiples esfuerzos que hace para cumplir con todo, pero no lo logra.
  • Es fácil advertir que se siente desbordado.
  • Expresa malestar físico como cefaleas, agotamiento extremo, falta de concentración y dolores musculares.
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Cuando buscar ayuda

Es necesario recurrir a la terapia familiar cuando siente que todas las estrategias dadas no funcionan y no hay una buena relación familiar (existen agresiones psicológicas o físicas). De esa manera, todos pueden aprender herramientas para reducir el estrés de forma asertiva, basadas en la tolerancia y los valores.

Tips para reducirlo

Oliva recalca que los hijos necesitan encontrar un padre o madre que los inspire y conecte emocionalmente con ellos para que puedan reírse, jugar e intercambiar experiencias cotidianas. Anímese a compartir actividades de ocio juntos. Puede ser practicar un deporte, ver una película, cocinar, armar un rompecabezas o ir de compras al supermercado. Lo importante es que respeten los intereses de cada uno y que no existan distractores (como el uso de celulares) para que haya una mejor conexión.