El Farol Café Libro: Un espacio para el placer y la discusión
Jorge y Lorena ofrecen una gama de cafés, tés y mates en un sitio acogedor, lleno de libros
El gran escritor francés Honoré de Balzac era un adicto al café. Tomaba aproximadamente 18 tazas por día. Cuentan, incluso, que una vez enfermo, el autor de ‘La comedia humana’ le pidió al médico que no culpara al café ni se lo prohibiera. Las cafeterías son esenciales en una ciudad y acudir a El Farol Café Libro ayuda a tener esa experiencia.
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Leer másLos aficionados al café saben que tiene mucho de ritual, no solo en el preparado, sino también al lugar y la ocasión para beberlo. Los rigurosos dirán que no se puede poner azúcar o que pasado el mediodía no se debe tomar un capuccino. Otros lo harán mientras leen un libro, el periódico -estas páginas, por ejemplo- o trabajan en sus computadoras.
Sobre todo, éste es un espacio para dialogar y, según sus dueños, la pareja formada por Jorge Santtori y Lorena Tafur, propiciar el debate. “Acá pueden venir todos a discutir: la derecha, la izquierda, la ultraderecha; escritores, filósofos, sociólogos, académicos”, en un ambiente de respeto que tanta falta le hace a este país, dice Jorge.
Por eso, EXPRESO DOBLE acudió a El Farol para sentarse a la mesa, abrir un libro y decir a la distancia: “¡un café, por favor!” Es mucho mejor que hacer una fila, realizar el pedido, ver que anotan el nombre en un vaso de papel para luego gritar que ya está listo. Se levantará y llevará el vaso hasta la mesa. ¡Menudo trabajo!
En Quito hay varias cafeterías de calidad, cálidos y de buena atención. No solo hay cadenas. Pero en El Farol se vive algo distinto, no simplemente porque está llena de libros, que se pueden comprar o leerlos ahí, ni por los distintos preparados con cafeteras diversas, más allá de la máquina industrial. Es una forma de apoyar una resistencia para que La Mariscal, bella a la vista y casi abandonada tras la pandemia del covid-19, no pierda la vida que tuvo antes, cuando caminar por allí, y sobre todo en la avenida Amazonas, era parte de los placeres de los quiteños. Es el desafío de Jorge y Lorena. Es una muy buena idea.
El barista
Jorge Santtori es el barista del lugar. Entiende el café como lo que propicia el diálogo además de ofrecer ese inconfundible placer a los sentidos que da esta bebida. Pero su café es el deseo de devolver al barrio La Mariscal lo que ha perdido: seguridad, buen gusto y donde se puede pasar un tiempo agradable con los amigos.
SERVICIOS
- Dirección: Avenida Amazonas y Pinto.
- Atención: De lunes a sábado de 09:00 a 20:00.
- Parqueadero: Hay zona azul y guardia. Cuenta con el apoyo de los vecinos que aún viven en La Mariscal.
- Servicio a domicilio: Es una cafetería para ir allá y pasar el tiempo disfrutando de la vida y un café.
- Precios: El spritzer vale 4,75 dólares; el dalgona, 3,50. El espresso doble cuesta 2,25 y el dopio 2,75. A los cafés se los puede acompañar con postres.
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Leer másEl mismo café, pero distinto
Preparado con café de Nanegalito, Pichincha (1800 msnm), en las máquinas manuales como Rok o Flair. Lo fascinante es el cuidado de los gramos, la temperatura del agua y el tiempo con una báscula que tiene cronómetro. A eso lo llaman ratio que da como resultado que de un mismo grano de café la bebida sea diferente, pero siempre placentera.
Refrescante y cálidos
La primera es la spritzer, café alemán con limón, naranja, agua tónica con dopio (espresso unidos). Está en capas y se toma sin mezclar con el sorbete. Es muy refrescante (ver vídeo).
Luego está el celebrado capuccino, con un bello diseño. Y por último el café coreano nombrado dalgona: cremoso; es como la mezcla de un postre con café.
Historia del Moka
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Leer másPara muchos, la mejor cafetera es la italiana, que conocemos como Moka, pero también se le nombra como Bialetti por el diseñador italiano Alfonso Bialetti, que la creó en 1933. Es una historia que coincide con el fascismo de Benito Mussolini y el futurismo, el movimiento artístico creado por Filippo Tommaso Marinetti, que cantaba a las máquinas, a la velocidad. De hecho, Marinetti decía ser “la cafeína de Europa”.
Según Maxi Guerra, en su interesante podcast Gastropolítica, sostiene que no se puede creer que Bialetti haya asociado públicamente su cafetera con el fascismo, sin embargo, sí con el futurismo. Es una idea paradójica: Marinetti que cantaba el futuro y las máquinas, era también un fascista y amigo de Mussolini, que pensaba más en volver al gran imperio romano. El diseño de la Moka es “avional”, como decía Bialetti, o futurista.
Al natural
- La apuesta por el aluminio
Tras el fin de la I Guerra Mundial y ante la escasez de acero, Italia se vuelca al aluminio.
- Un espresso casero
Bialetti buscó la forma en que se pudiera hacer un espresso en casa. Con el tiempo fue un éxito, y en cada 8 de 10 casas había una moka.
- Cambiar la dieta
El fascismo y el futurismo creían que debía cambiar la dieta de los italianos. La pasta era retrógrada, volvía a los italianos lentos y perdían el tiempo en la comida y la sobremesa. Esta fue la primera batalla que perdió Mussolini.
- La cafetera antifascista
Esta es una paradoja. Si Bialetti pudo inspirarse en sus principios estéticos del futurismo, lo cierto es que el café de su moka nunca dejó de ser la bebida del derroche del tiempo, de la charla, y, por lo tanto, antifascista.
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