Felipe Román: Una vida de amor
En Roma, a punto de convertirse en sacerdote, comparte en SEMANA una historia que fue entrelazándose hasta convertirse en causa y misión de vida.
A Felipe lo conocí desde que éramos chicos con una relación cercana entre familias. Con 6 hermanos, su casa era un punto de encuentro de alegría, bulla y movimiento. En las fiestas ¡era el que más bailaba con todas las chicas! Amiguero, deportista, aventurero y con un espíritu alegre y optimista, lo último que hubiese imaginado es que su destino era el sacerdocio.
Han pasado décadas y nos encontramos en este espacio para abordar temas íntimos de su vida, en un camino que descubre una vida de iluminación y reencuentro espiritual.
Me duele especialmente la poca paciencia que tuve a veces con mis alumnos… ojalá Dios permita que estas líneas las lea alguien a quien haya ofendido porque quiero pedirle perdón de todo corazón.
El inicio de todo
La venida del papa Juan Pablo II a Ecuador -en 1985- fue trascendente, pues marcó el inicio de una ruta de amor y entrega. Felipe tenía 19 años cuando descubrió que todo lo podía hacer en nombre de Dios. Un testimonio de amor que arranca desde casa, donde curiosamente nunca existió la obligación de ir a misa o rezar; sin embargo se vivían costumbres cristianas como bendecir los alimentos o pedir la bendición antes de dormir. “Mis padres nos enseñaron valores muy importantes como la sobriedad, el respeto por las mujeres o la sinceridad. De mi madre aprendí a valorar las cosas pequeñas de la vida, lo que agradezco porque siempre la he pasado bien. Tenía un grupo grande de amigos y nunca me perdía una fiesta, pero nos divertíamos sanamente”.
A la vez, su formación en el colegio Intisana de Quito -del Opus Dei-, sin duda influyó, más aún al asistir a un club desde pequeño donde aprendió el valor de los amigos, el de la misa y a hacer oración. Suma el haber practicado varios deportes de forma constante como el fútbol, velerismo, golf, montañismo, squash y hasta ecuavoley, lo que lo alejó de cualquier vicio y le aseguró un espíritu siempre joven.
El llamado
Fue a los 22 cuando vislumbró el pedido de Dios para que le entregase su vida como numerario del Opus Dei: “En ese entonces pensaba que estaba haciendo algo heroico, que le estaba entregando mucho a Dios, pero con el tiempo he visto que quien me lo ha dado todo es Él”.
Ser cristiano no es solamente rezar, ir a misa y tener una vida moralmente recta, dice, es buscar a Dios en todo, hasta en lo más simple, tal como su madre le enseñó. “Ser numerario implica vivir en celibato apostólico, aunque no tiene una vocación clerical: “Se puede ser santo siendo futbolista, ingeniero, zapatero, profesor o ministro…”.
En la formación de jóvenes
Durante su apostolado fue docente gran parte de su vida, de hecho trabajó más de 15 años en el colegio Torremar, época que agradece como uno de sus mayores tesoros: “En Guayaquil -que ahora considero mi ciudad como Quito-, hice grandísimos amigos. Aprendí mucho de mis alumnos y pude compartir 3 pasiones: El deporte, la naturaleza y la atención de las personas más necesitadas. Sin embargo, confiesa: “Me duele especialmente la poca paciencia que tuve a veces con mis alumnos… ojalá Dios permita que estas líneas las lea alguien a quien haya ofendido porque quiero pedirle perdón de todo corazón”.
Casi en la cumbre
A sus 56 años, Felipe recibió el diaconado en una emotiva celebración en la Basílica de San Eugenio en Roma, luego de 3 años de intensa preparación que le llevará a la consagración de sus votos sacerdotales este próximo mayo. Para Felipe, el convivir con gente de 27 nacionalidades en su universidad ha sido una gran experiencia. “Soy el mayor del grupo ¡hasta podría ser el padre de algunos! El entusiasmo, la alegría y los grandes ideales que se siente son tan contagiosos que a veces me parece que vivo en el cielo”.
Al finalizar esta etapa de formación lo más probable, dice, es que regrese a Ecuador; sin embargo estará a disposición de lo que se decida en el momento: “Sé que Dios siempre me pondrá en el mejor lugar”.
Cara a cara
- Existe una crisis espiritual en la juventud, ¿cómo enfrentarlo?
El daño sufrido por la imagen de ciertos sacerdotes en los últimos años hace que aquellos que nos aventuramos a seguir este camino deseemos hacerlo no por quedar bien con el mundo, sino solo por amor a Dios y a la Iglesia y eso es alentador.
- ¿Cuál es su criterio sobre la pedofilia?
Me horroriza que una persona pueda llegar a cometer un pecado tan terrible, más aún un sacerdote que debería ser ejemplo de vida. Hay un proverbio que dice que la corrupción de lo mejor es lo peor y esto ha sucedido con algunos sacerdotes.
- ¿Le hace falta algo en la vida?
Ahora con la vejez me comienza también a faltar la vista, la memoria y ya no me acuerdo cuántas cosas más… (risas)
- ¿Qué libro está leyendo ahora mismo?
Me encanta leer. Estoy leyendo ‘Cuentos de Navidad’, de Charles Dickens; ‘El perfecto amor a Jesucristo’, de San Alfonso María de Ligorio y unas homilías de Joseph Ratzinger.
- ¿Lamenta no haber tenido hijos?
Hay muchas personas a las que quiero con corazón de padre y creo que eso es parte del premio que Dios da a quienes nos entregamos enteramente a su servicio.
- ¿Cómo celebrará esta Navidad?
Tenemos una misa solemne con un coro maravilloso y recibimos al “cumpleañero” (a Jesús) en la comunión. Luego hacemos un show, nos reímos, cantamos y festejamos esa alegría sobrenatural de la Navidad.