Mujer reflexionando sobre su vida
El poder de cambiar las cosas radica en sí mismo.Pixabay

El final de la búsqueda

El ser humano vive esperando ser “algo más” cuando todo lo que es, es todo lo que hay aquí y ahora. Darse cuenta es terminar con el sufrimiento.

Esto que voy a abordar es quizás lo más complejo de solventar porque: todo el mundo busca algo. Y quien desea algo, sin comprenderlo, permite que su ego se alimente, respire, exista. Es el mecanismo adyacente a todo ser humano, ir más allá, porque siempre debe haber más. Una sensación que nos consume y engulle a diario, esa necesidad de siempre esperar lo que viene, lo que será, lo que queda por alcanzar o cumplir. La eterna expectativa.

Cuando nos detenemos a pensar en por qué sufrimos, sin duda la necesidad de “llegar a ser” es la respuesta contundente. Hemos sido moldeados como individuos incompletos, defectuosos, cuya felicidad o completitud se encuentra en alcanzar alguna meta, objetivo o sueño allá en el horizonte, en el futuro, como un tragaluz que, por arte de magia, deja de alumbrar cuando estamos frente a él.

Aferrarse a la esperanza

Todos descansamos en el dolor de la esperanza, esta es el anhelo que ha sido distorsionado y confundido. Quien vive de la esperanza no vive de lo que es ni de lo que tiene, sino de lo que puede llegar a ser, tal vez. Es una expresión de la vida atada a un futuro que no existe y que minimiza a lo presente, a lo real que no varía ni se inmuta. Y es que justamente cuando el ego se ancla en lo real, en el ahora, en la quietud, sucumbe. Por tal razón se aferra a la esperanza, a lo que vendrá, y todos aquellos que no reconocen su juego son arrastrados a sus dominios.

El “darse cuenta” del autoengaño del ego, rompe el vínculo con la falsa esperanza. Dejemos que los deseos sean y se realicen, porque reprimirlos es solo alentarlos, pero observar la inutilidad de los mismos es trascenderlos. Cuando el individuo es capaz de comprender la insaciable rueda del deseo, la búsqueda para por completo. Ya no hay nada a qué aferrarse, pero tampoco hay necesidad de aquello, porque la entidad que dominaba la existencia ha bajado la guardia.

Recuerdo que vivía en una continua búsqueda y aquello me atormentaba a la vez que me alimentaba. Es como una droga en realidad. Incluso el tema de alcanzar “la iluminación” representa el juego del ego. Vivía esperanzado que en algún momento “algo” iba a ocurrir, algo trascendental como las historias que relatan de los maestros iluminados. Hasta que un día lo vi todo, ¡vi que nada iba a pasar!

“Yo soy”

Es liberador comprender realmente que nada debía ocurrir, porque todo siempre estaba siendo. Me di cuenta que no puedo esperar amor porque soy amor, que no puedo esperar poder porque soy poder, que no debo esperar reconocimiento porque sé quién soy y nadie más que yo puede saberlo. ¡Que no puedo esperar seguridad porque en este universo lo único seguro es que te mueves! Que no puedo esperar a la sabiduría porque es justamente aquella la que me dice AHORA que esperar no es necesario, ni nunca lo fue.

Incluso el esperar que la vida sea eterna sucumbe, ya que aquello que buscaba inmortalidad, el ego, ha sido puesto en su lugar y pese a que no puedo decir que haya desaparecido, al menos soy consciente de lo que es, para qué sirve, y hasta dónde puede llegar.

Si llegamos hasta aquí en la lectura, surge la pregunta inevitable ¿Usted es o prefiere pasarse la vida esperando ser algo?

La respuesta está en la Biblia y en cientos de libros sagrados: Yo Soy.

Ahí está mi respuesta. Ahí está el final de la búsqueda.

*Ronny Largo es astrólogo védico. Consultas a: Facebook e Instagram: @ronnylargo