El horror narrado en tres versiones
El escritor Eduardo Varas Carvajal ficcionaliza los crímenes del ‘Niño del Terror’. La obra ganó el premio Miguel Donoso Pareja
“Papi, ¿si Roni o yo fuéramos como este hombre?”, pregunta la melodiosa voz de Minerva. Ella, su padre y su hermano tienen un hombre malherido al interior de su embarcación. “¿Cómo?”, le responde el padre. “Así, que mate a otros porque los mata y ya”, continúa la pequeña. “¿Qué pasa con eso?”. “¿Nos quisieras?”.
El padre se queda en silencio, y después de unos minutos le contesta a la niña. “No preguntes pendejadas, mija”.
Y es que el hombre que llevan en la lancha no es un tipo cualquiera, es un criminal. Un tipo que, siendo un adolescente, se embarcó en una serie de crímenes que aterrorizaron al país entero.
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Leer másMinerva no se calla. “Es que papi, me quedo pensando (...) Que hasta él tiene papá. De seguro tiene mamá (...) Papi, los monstruos vienen de algún lado, son hijos de alguien”.
La exploración de la maldad es el eje central de ‘Las tres versiones’, novela más reciente del escritor guayaquileño Eduardo Varas Carvajal, publicada bajo el sello Cadáver Exquisito.
La obra, que obtuvo el premio de novela Miguel Donoso Pareja en 2021, gira alrededor de Jota, un asesino serial con un trasfondo basado en la realidad: el caso de ‘el niño del terror’, un joven de 15 años que asesinó a 23 personas en el Quito de los años noventa.
Para el autor abordar este tema surgió primero desde el periodismo, no desde la ficción.
“Hace unos seis años, el tema salió como parte de una conversación y me sorprendió. Planteé la idea de hacer un texto periodístico al respecto, y gané un fondo para ello. Entregué esa primera versión, que tenía mucha investigación, y empecé contando cómo encontraron el cuerpo”, señaló.
Los monstruos somos nosotros, aunque nos rehusemos a admitir las partes más oscuras que nos habitan. Creo que el mal surge desde ahí, desde esa parte que escondemos hasta de nosotros mismos.
No obstante, este ejercicio de cortar y pegar datos, para luego narrarlos desde distintos puntos de vista, dio paso a la ficción y finalmente fue necesario que retire el nombre del personaje para darle tan solo el seudónimo de Jota.
“Pese a que comencé narrando un hecho tal y como sucedió luego se fue sumando la ficción. Era obvio que ya no estaba trabajando con datos periodísticos, entonces tenía sentido que Jota no se llamara Juan Fernando Hermosa, porque no era Juan Fernando Hermosa”, señaló el autor.
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Leer másEs así que en la novela, el lector se encuentra con la historia de un asesino serial contando desde su propia voz mientras reside en un infierno sin llamas, desde una voz omnisciente y desde la voz de Minerva, un personaje femenino que cautiva y dota al libro de una perspectiva inesperada y fresca.
Del caso original solo quedan tres hechos reales: la corta edad de J, que empezó su carrera criminal a los 15 años, su afición por asesinar taxistas y el homicidio de su madre, perpetrado por el comando policial que se disponía a capturarlo. “Esos hechos, especialmente el crimen de la madre, me parecían complejos y muy relevantes para el desarrollo de la trama”, dijo.
La falta de linealidad en la historia es curiosa, pues envuelve al lector en un universo sin un trazado claro. No hay inicio, no hay un final predecible. El lector es el que debe darle sentido a los hechos.
En este proceso lo que más resalta es la exploración de la maldad, un tema que el autor señala como una obsesión personal y recurrente en sus obras.
“Los monstruos somos nosotros, aunque nos rehusemos a admitir las partes más oscuras que nos habitan. Creo que el mal, finalmente, surge desde ahí, desde el hecho que nos escondamos y escondamos esa parte de nosotros, porque el mal es algo con lo que vivimos a diario”, agregó.