Jaime Zapata: El hombre y su obra
A sus 62 años, el gigante del arte se devela, mostrando lo que hay detrás de su imponente producción pictórica, concebida en Montpellier
En una imbatible sinergía, el hombre y el artista se encauzan en un mismo propósito, asido en una obra potente que sacude las fibras más íntimas. Pero el quiteño Jaime Zapata sacude no solo en sus trazos. Su mente arremete enérgicamente contra el estatu quo, la corruptibilidad del ser humano, la decadencia de una cultura que imita a otras, el desarrollo desacelerado y el pensamiento primitivo. Instancias contra las que se emancipó, migrando hacia Francia, hace más de 3 décadas, buscando reforzar su arte y crecer sin apuros.
Le gusta vivir lejos. En Montpellier encontró su propio cosmos, donde el anonimato le ha permitido crear y ser el artista que ha querido, bajo el cobijo de un pensamiento crítico que lo sostiene y alimenta: “Soy un gran observador de la realidad, por pura fascinación y curiosidad, de todo lo que atraviesa mi existencia y alcanzo a percibir, hasta lo que no sucede, producto de mi imaginación”.
Zapata ni nació ni se hizo artista, fue la persistencia y mucho trabajo lo que hizo en él lo que es hoy. A través del tiempo y la senda por la que ha debido transitar, su obra ha sido ovacionada y exaltada bajo la lupa y la crítica más aguda... Lo creado habla por sí solo, sobrepasando la realidad en sus lienzos. Y es que su talento es el reflejo exacto de su obsesiva persecución del trazo perfecto, y de la consecución de la realidad a través del arte: “Sí, las metas que me trazo son demasiado altas, y por lo general nunca las alcanzo, entonces vuelvo cada día a intentarlo otra vez”.
Montpellier, su hogar
El maestro vive en un piso antiguo y elegante, inundado de una obra que retumba en cada rincón con su firma. La dicha del sol vespertino se cuela, diáfano, en generosos ventanales que dominan las vistas del centro de Montpellier.
Y aunque no siempre hay para la renta, desde ahí su obra se multiplica y engrosa el vasto legado que dejará a sus hijos y a la cuna que lo vio nacer.
“Vivir en Francia, no solo para un artista, peor si se es extranjero, es difícil, incluso para los mismos franceses no es fácil. Es una sociedad muy exigente, vanguardista, pero con estructuras viejas e inmovibles, lo que da una sensación de vivir en el futuro, pero con una cadena atada al pasado. Esto, para alguien como yo, que viene de ‘un país niño’ que apenas entra a la adolescencia, ha sido una gran experiencia, pero de vida, no de arte”.
El artista deja que la vida le sorprenda día a día, entregado a su oficio. Cada dos años expone su obra en Ecuador, donde tiene un estudio en San Marcos. Ahora se da el lujo de decir lo que siente y piensa sin tapujos, o de responder solo lo que quiere.
Se niega a la adulación y se deja acompañar por quien acepte al hombre por lo que es, mas no por lo que hace o tiene. En su compleja forma de ser, vive solo, pero se deja seducir por el juego del amor.
¿Su obra se define como figurativa?
Dos palabras que me han molestado mucho desde que empecé mi trabajo, es la necesidad de encasillar o etiquetar a los artistas... Eso tiene que ver con el trabajo de críticos o galerías que tratan de imponer su criterio, en la que el artista nada tiene que ver... Alguien decía “cinco errores que se repiten, hacen un estilo”.
La mujer es una temática constante en su obra...
Tengo una atracción natural hacia las mujeres. Las encuentro bellas, una puerta a lo desconocido.
Ha logrado vivir de su obra, algo que pocos han conseguido...
Yo prefiero “Vivir para el arte”. Me he dedicado al arte y al amor, lo que me ha provocado sufrimientos y soledad. Pero la satisfacción de sentir que soy amado y de sentirme libre y autónomo, ha sido mi destino.
¿Qué le inspira a la hora de pintar?
La pregunta es al revés, ¿qué pinto cuando llega la inspiración? A veces nada, en ese caso me voy a bailar con la inspiración, y dejo que me pase algo que me dé fuerzas e ideas para pintar.
¿Cómo se describiría?
Un eterno adolescente. La satisfacción de sentir que soy amado y de sentirme libre y autónomo, ha sido mi destino.
Sus hijos, su mayor orgullo
Su permanencia en Francia está ligada también al acompañamiento de su último hijo, Mael, de 15 años: “No podría vivir en Quito teniendo un hijo en Francia y no quiero que crezca sin un padre. Respeto sus espacios y nos llevamos bien”.
En la vida del artista también figuran sus hijos mayores, fruto de su primer matrimonio: Natalia (38) y Jorge (36). “Mis 3 hijos son un libro abierto, con muchas páginas en blanco que se van escribiendo poco a poco. Sufrimos los estragos de una vida consagrada al arte: Las distancias, los viajes, las dificultades económicas... Nunca supe cómo hacer una familia estable y consistente, pero nos amamos mucho y soñamos que algún día podremos vivir el mismo sueño de mi madre Yolanda, que tanto ha hecho en mi vida y en mi carrera, junto a mi hermano Marco, que es mi ángel guardián en los momentos difíciles”.
Diego Cifuentes, sin filtros
Leer másZapata considera que la vida está hecha de una infinidad de momentos que hacen sentir que estamos vivos, pero al mismo tiempo, dice, nos hacen sentir que tenemos menos tiempo de vida. “Creo que estoy entrando en el momento de la urgencia... fui padre de nuevo a los 46 años y me falta tanto para darle a Mael (en la foto). El tiempo que me queda cada vez es más corto, y todo lo que planifique es imposible realizarlo en una sola vida”.
Personal
- Nacionalidad: Ecuatoriana
- Actividad: Artista plástico
- Vive en: Francia
- Hijos: Natalia (38), Jorge (36), Mael (15).