Javier Vásconez, el ganador del Premio Eugenio Espejo lleva una vida entre libros
El escritor, ganador del Premio Nacional Eugenio Espejo, habla sobre su vida y su relación con su Quito natal
Son las 16:00 de un lluvioso miércoles en la capital. Javier Vásconez nos recibe en su estudio, en el corazón del barrio de Santa Clara, al centro norte de la capital. Una cantidad incontable de libros llena las estanterías, las mesas y los sillones del cálido espacio. Entre ellos se encuentra el último ejemplar de ‘La piel del miedo’, una de sus novelas más conocidas, que ha sido reeditada recientemente por el flamante sello ‘Dragón Books’, de la USFQ Press, editorial de la Universidad San Francisco de Quito.
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La propuesta empezó a gestarse el año pasado. Para el afamado autor y ganador del Premio Nacional Eugenio Espejo a la categoría de creación literaria, esta propuso un reto inesperado, la relectura.
“Yo nunca releo mis libros. Me mortifica un poco, porque me da la impresión de que pude haber escrito las cosas mejor. Me produce una sensación de frustración. Esta es la octava edición de la novela, y no la había vuelto a leer, pero esta vez sí tuve que hacerlo porque en una de las presentaciones iba a conversar con un tatuador, ya que en el libro hay dos personajes tatuadores, y entonces tenía que revisar ciertas cosas de la trama y de otros personajes”, señala.
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Leer másLa crítica ha señalado a esta, su cuarta novela después de ‘El viajero de Praga’, ‘La sombra del apostador’ y ‘Jardín Capelo’, como su libro más íntimo, pero el autor no lo asume así.
“No sé si sea mi novela más íntima. Hay una serie de elementos muy relacionados con mi infancia, pero que en la novela están distorsionados a través de la subjetividad del narrador. Lo que sí es cierto es que tuve que esperar muchos años para poder escribirlo por una serie de circunstancias bastante personales, de los que yo no estaba seguro”, comenta.
Cuando se habla de la infancia y juventud del autor, se entra a un territorio casi novelesco. Estudió en el Mount Saint Mary´s College, en Chesterfield, Inglaterra, en el colegio Holy Croix de Roma y se graduó de Artes Liberales y Filosofía en la Universidad de Navarra, en España.
Pese a ello, afirma siempre haber mantenido una relación intensa con Ecuador y, sobre todo con su Quito natal, que suele aparecer como telón en varias de sus obras.
Aun así, narrar la ciudad como lo haría un cronista nunca fue una de sus intenciones, y en gran parte de sus texto se refiere a ella como ‘la ciudad andina’, sin un nombre en particular.
“No me interesa escribir sobre un Quito costumbrista, ni ha sido mi intención hacer de ella una ciudad literaria, pero he terminado haciéndolo. Tampoco me interesa contar la ciudad, sino contar los conflictos humanos, las contradicciones, las posibilidades que algunos personajes, hombres y mujeres, tienen consigo mismos y con el mundo. En ese sentido es un simple escenario de esas situaciones. Es un Quito muy personal, pero no pretendo mostrar un Quito realista descrito con precisión, sino un Quito totalmente distorsionado que se ha convertido en una especie de territorio mítico de mi escritura”, asegura.
Aun así, del Quito real traslada a esa urbe ficticia el frío, que ofrece un sentimiento de zozobra y melancolía, tal como el que se vive al momento de esta entrevista desde la ventana de su estudio; y el volcán Pichincha, ubicado a 12 km al oeste de la capital.
Curiosamente, pese a retratar a la ‘ciudad andina’, Vásconez siempre optó por escribir lejos del canon impuesto por los autores de su generación. ¿A qué se debió esta decisión?
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Leer más“Mi manera de escribir es trabajar con absoluta libertad... Sin embargo, nunca me interesó formar parte de ningún grupo o corriente literaria. Creo que el trabajo de un escritor es siempre solitario y aislado”, señala.
Además de su labor en la escritura, el autor también ha buscado promocionar las obras de otros autores ecuatorianos a través de proyectos como la propuesta audiovisual ‘Flacso Literaria’ que gestionó el año pasado junto a la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Pero, ¿en una trayectoria de más de 40 años, aún queda algo pendiente por contar?
Afirma que sí. “Te voy a cambiar el verbo. Creo que, más que contar, siempre hay cosas por hacer. Lo que quisiera hacer es una edición minuciosa y muy cuidada del conjunto de mis libros. Espero hacerlo pronto”, dice.
Cara a cara
Además de sus novelas, entre sus best sellers está el cuento ‘Angelote amor mío’, que incluso ha sido llevado al teatro. ¿Por qué cree que es tan popular con los lectores?
Imagino que hay varias razones por las que este cuento se ha convertido en un texto emblemático. Primero porque fue escrito cuando la homosexualidad era considerada un delito, y nadie se había atrevido a tocar este tema, salvo Pablo Palacio de forma lateral. Pero hay otras razones. Una de ellas es el tono, ese tono rencoroso con que está escrito, y aquí somos muy rencorosos.
¿En sus obras hay otros ‘Javier Vásconez’ que asoman por ahí. ¿Quiénes son estos otros Javieres?
Sí, hay muchos Vásconez en mis libros. Parecería que en el transcurso de mi vida me he ido desmenuzando, me he ido fragmentando, hasta llegar hasta a mi última novela, ‘El coleccionista de sombras’, en la que hay varios Vásconez, y en la que recojo ciertos episodios de mi juventud.
¿Qué significó para Ud. ganar el Premio Nacional Eugenio Espejo?
Me dio mucha alegría que me lo dieran. Me sorprendió, porque Ecuador literariamente no es un país muy generoso a la hora de otorgar premios literarios. Casi me atrevería a decir que no ama la literatura, que no hay muchos espacios para la literatura, y que no le da la importancia que tiene en Argentina, Colombia o Perú.
¿Qué lee en cuanto a la literatura ecuatoriana joven?
Todo. Leo todo lo que se publica.
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