John Bakker: “Sin valores no se tiene nada”
Con resiliencia y mano firme, el líder empresarial, cuenta a SEMANA lo que significó la pandemia y cómo la enfrentó a nivel personal y profesional.
Contrario a lo que hubiese imaginado, el edificio, diseñado por el arquitecto Rafael Vélez en 1992, luce a medio gas, con poco personal en su interior. Se acerca doña Carmencita para ofrecer un café y enseguida llega John Bakker con la mejor disposición para esta entrevista. Se mantiene sin pose alguna frente al lente de Ángelo Chamba, mientras explica que la mitad del personal continúa bajo la modalidad de teletrabajo. “Después de todo lo que vivimos, entendimos que es la mejor modalidad de trabajo”, dice. Al subir a su oficina, enfatiza el momento más impactante y significativo que ha vivido en su vida.
La compañía en la que labora fue fundada por su abuelo, de origen holandés, Lodewijk Jan Bakker, y su padre, Luis Bakker Jr., quienes, con una gran visión, consolidaron un sueño que suma varias décadas. Se puede decir entonces que John estaba predestinado a ser un empresario.
Con estudios pecuarios y producción animal, “no sabía a dónde llegaría”, dice. Trabajó en las operaciones de campo más de 14 años y luego en diferentes áreas, de abajo hacia arriba. Aunque había un plan de sucesión (que se ha respetado con su hermano Luis), llegó a liderar luego de pruebas internas que medían competencias.
En el Día del Trabajo:
Lo importante es tener un propósito de servicio y aporte en cualquier campo. En mi caso, como empresario, preguntarse ¿qué puedo hacer por el país y no qué puede hacer este por mí? Solo entonces podemos hacer un cambio”.
La crisis
Al asumir la presidencia ejecutiva de la empresa productora de alimentos, John debió enfrentarse de repente a un posible colapso de operaciones cuando el país tuvo que encerrarse por meses debido a la COVID-19. Dos días antes de anunciarse la cuarentena, el instinto lo llevó a movilizar todos los procesos internos, tomando decisiones radicales para mantener el barco a flote: contrató un seguro contra el virus para los más de 8 mil empleados e, inmediatamente, reestructuró la empresa en un Zoom con 300 personas. “¡Fue brutal! ¿Dónde rayos íbamos a parar? ¡No teníamos idea!”.
Al final, reinventándose, con el apoyo de su padre y de su hermano Luis, el empresario logró solventar temas críticos. “No había tiempo para consultas, pero me preguntaban: ‘¿Estás seguro de hacer esto?’. Y confiaron en mí. Así se logró salvar la compañía”.
Afirma que el de arriba, Dios, ha sabido guiarlo y confiesa que las lecciones han sido positivas pues, ante todo, afloró el sentido solidario. Entre donaciones, se implementaron cuatro centros de prevención de desnutrición crónica infantil -con el apoyo del sector público- e impulsan un proyecto de educación, liderado por Luis Bakker Jr., con más de 800 niños con la intención de que trabajen en la empresa en un futuro.
“Crecimos en la pandemia”
Casado hace 23 años con María Gloria Ponce, el hogar del ejecutivo es un compendio de armonía, comunicación asertiva y buenas energías. En la misma sintonía, siempre han buscado apoyo en libros y profesionales para mejorar en todo sentido, hasta que decidieron, hace algunos años, hacer un taller de coaching con el propósito de formar a sus hijos -ahora de 22, 20 y 16- de la mejor manera. Eso, aseguran, les ha ayudado a tener otro nivel de escucha y a ser mejores seres humanos.
Antes, era un ‘workcoholic’. El trabajo consumía su tiempo y espacio hasta que aprendió a equilibrar: “No sabía cómo parar de trabajar, no vivía en equilibrio y eso no me hizo bien, pero finalmente logré un balance. Hoy, mis horarios de oficina van desde muy temprano y a las 7 de noche paro. Con una buena estructura, entendí que puedes delegar tareas a tu equipo cercano y confiar en él. Los fines de semana son sagrados con mi familia. Coronamos el Cotopaxi con Iván Vallejo y subimos siete montañas más con mis hijas”.
Sencillo y solidario, cuenta que la pandemia también golpeó a su familia. Sin embargo, manejaron el tema confiando en Dios. “La pandemia nos permitió profundizar la comunicación en casa. Con los chicos empezamos a hablar sobre lo que estaba pasando en el mundo y veíamos las noticias juntos. Estábamos encerrados bajo el mismo techo, con la conciencia de que nos teníamos a nosotros cinco. Repartimos las tareas de casa, los chicos se comprometieron a estudiar y yo a trabajar, a veces hasta cocinaba mientras tenía una reunión al mismo tiempo. Además, a María Gloria le salió el talento de chef que no sabíamos que tenía. Trajo color y alegría a la mesa… Además, manejamos el estrés con largas caminatas al mediodía y muchas veces en la noche, porque vivimos en el campo. El tema es apoyarnos y ayudarnos siempre”.
Para el ejecutivo, ser agradecidos y humildes es lo que conduce a la felicidad. “Los valores no son negociables, si no los tienes, no tienes nada”, concluye.
Cara a cara
- ¿Cómo desempeña su rol de padre?
Soy un chévere papá, pero no soy su amigote. Los acompaño y acolito, pero el ‘no’ es por su bien, el ‘sí’ por su bien. Mi esposa y yo somos sus formadores de valores, porque queremos que sean felices siempre y sigan siendo buenas personas como lo son hoy.
- ¿Quiere que sus hijos sigan su camino empresarial?
Lo importante es que se sientan realizados y como padres poder apoyarlos. Si quisieran trabajar en la compañía, les abriríamos las puertas como cualquier persona en igualdad de condiciones.
- ¿En sus tiempos libres qué le gusta hacer?
Aunque no tengo mucho tiempo, me encantan los caballos, subir medias montañas, bicicleta y también correr medias maratones. Eso me distrae y me desfogo. Acompaño a mis hijos mucho: a Bárbara con los caballos, montañismo con Victoria y golf con Tomás.
- ¿Qué espera del futuro?
Tranquilidad y vivir en paz.
- ¿Se considera un hombre exitoso?
Empezando por mi familia, sí.