Jorge Luis Bohórquez: “Estoy evangelizando a través de la música”
El productor y compositor dice que primero es católico, luego músico. Creó La Barca que lanzó el grupo Los Padrecitos
Su don no es el canto, sino componer la letra y música de los temas y ser productor. El 2024 para el guayaquileño Jorge Luis Bohórquez (50) es especial porque su productora Borkis Entertainment está cumpliendo veinte años y lo celebra en nueva casa (antes estaba en la avenida Francisco de Orellana, ahora en la vía a Samborondón).
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Cuando inició cuenta que tenía el cabello negro, ahora las canas se notan fácilmente. Unir la fe y el arte siempre fue uno de sus sueños, siempre ha trabajado con la música católica. Por ello en 2023 creó La Barca, disquera con la que busca potenciar el talento musical católico. Los Padrecitos es la primera agrupación que lanza.
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Cuando era un niño, sus padres (Jorge y Edda) compraron un órgano para su hermana Verónica. Entonces iba el profesor a su casa y él los veía tocar. Al darse cuenta de aquello, a sus progenitores les dio pena y permitieron que se integre.
Hace veinte años creó la productora Borkis Entertainment, de la cual se derivó la disquera Borkis Music, luego la escuela de música La Mayor y el año pasado La Barca.
Ya ‘viejo’ comenzó en la música
Aprendió a tocar piano cuando tenía ocho años. En el camino descubrió que su talento era crear. Ya era mayor de edad y terminó la secundaria en el colegio Nuevo Mundo, donde integró el grupo Los Intrépidos. “Me fui ya ‘viejo’ a los 27 años a estudiar música en Estados Unidos. A los 30 me inicié profesionalmente. Antes, en Ecuador estudié Administración de Empresas, lo que mis progenitores querían. Ahora agradezco aquello porque me sirvió, ya que soy empresario musical también”, comenta Jorge Luis.
¿Cómo nació su interés por la música católica?
Cuando yo hice el disco (single) Mercedes de Los Intrépidos, ya en el colegio tocaba en un grupo de música católica. Los domingos iba a las iglesias, primero a San Antonio María Claret de Urdesa, así como a otras. Conocí a Dios a través de la música. Él se valió de ella para atraparme (risas). Siempre sentí la necesidad de servir y tocar en esos templos humildes en los cuales no hay ni un músico.
¿Alguna vez consideró servir a Dios como uno de sus pastores, es decir como sacerdote?
Sí, lo pensé, porque cuando se está en las cosas de Dios, hay que plantearse en algún momento esa pregunta. La respuesta fue ‘no’ (risas), porque me casé. Siempre hice apostolado con los jóvenes y niños. Todos los sábados durante seis años fui al Guasmo a dar catequesis. Formo parte del grupo de apostolado católico Procare, liderado por laicos.
¿Dios quiso que usted evangelizara a través de la música?
Ese es mi sueño porque primero soy católico, luego músico. Unir la fe y el arte es un sueño cristalizado, evangelizar a través de la música. Así nació La Barca, que lanzó un producto imposible, Los Padrecitos, grupo integrado por los sacerdotes Carlos Mena, Jorge Avilés, José Manuel Delgado, Jorge Montalvo, quien acaba de viajar a Roma (ahora está Carlos Mendoza) y Francisco Sojos. El primer tema se llama ¡Qué Dios tan bueno!, grabado en la Catedral. Luego A todo pulmón. El disco está completo. Faltan por salir los otros (temas). La calidad es excelente.
¿Por qué Los Padrecitos son un ‘producto imposible’?
Es una responsabilidad tremenda exponer la majestad del sacerdocio en un video musical, pero a la vez exponen su alegría. Nunca faltan las malas intenciones, malos comentarios, hay gente que odia a la Iglesia. Son un grupo que se apoya y se cuida. Este proyecto tiene diez años gestándose. Las voces se grabaron en Ecuador, pero los instrumentos y sonido se grabaron en el exterior. Ellos no son sacerdotes que se quedan quietos, metidos en la iglesia. Son un producto imposible porque los curitas no harán gira de medios, no ofrecerán conciertos como cualquier artista, porque están celebrando misa o dando los sacramentos. Nos han llamado para que se presenten en otros países. Se evangeliza por redes sociales.
Otros talentos en la mira
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Nos han preguntado cuánto cobran. Solo van a presentarse en sus parroquias o en un evento de la Iglesia como el Congreso Eucarístico Internacional desarrollado en Quito. Por ello es una gran responsabilidad porque primero son curas. La música no es el fin, es solo el medio. Sueño con que vengan jóvenes católicos que quieran cantarle a Dios.
¿Aparte de Los Padrecitos tiene a otros talentos en la mira?
Claro que sí. Acabo de estar en Estados Unidos, he conversado con gente de otras disqueras con las que queremos juntar fuerzas. Mi objetivo es dejar canciones para que conectemos con Dios. No es lo único que he hecho, he trabajado con artistas católicos en México y Puerto Rico. Uno de ellos es Kike López, quien interpreta 'Ríos de misericordia'. También existe la intención de cambiar el repertorio católico, necesita ser renovado. La música es como un anzuelo para que los jóvenes se enganchen con Dios.
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La música también es un negocio. Si los evangélicos le tocan la puerta, ¿usted se las abrirá?
Ya lo han hecho. La música evangélica es hermosa, existen cantantes como Jesús Adrián Romero o Marcos Witt. No tendría conflicto en grabar o producir música evangélica, pero componer no lo haría. Es el mismo Dios, pero no es la misma intención.
“Preferimos dar todo a pocos”
Muchos talentos aspiran a formar parte de su equipo, pero son contados con los dedos de una mano los que lo han conseguido.
Los primeros temas los grababa en la casa de mis padres, no tenía estudio. Nos iniciamos con Jorge Luis del Hierro, quien ahora vive en Estados Unidos. Lanzamos Prisionero, con esa canción que se la compuse empezó la compañía. Luego llegaron Daniel Betancourth (también en Estados Unidos), Maykel y Gianpiero. Solo los cuatro. Antes de la pandemia cambié el modelo de negocio. Nos encargamos de todo, no se delega nada a nadie, nos fue muy mal cuando lo hicimos.
¿Por qué tan selectivo?
Soy sincero conmigo mismo y con los demás. Una práctica de las viejas disqueras era agarrar a veinte artistas y solo ponerle plata o atención a uno o dos, y a los dieciocho los metía en el cajón. Nosotros no hacemos aquello, preferimos dar todo a pocos. Este negocio requiere inversión, no solo de dinero, además de tiempo y esfuerzo. Manejar un artista es complicado.
Algunos andan por el mundo con aires de divos y hay que bajarlos a la tierra.
Lo he visto, es impresionante. Antes de trabajar con ellos, pasan por el psicólogo, que nos ayuda a mantener todo claro. Tengo la suerte de llevarme bien con ellos, pero no es una casualidad. Además, hablar de dinero con amigos es delicado. Siempre me preocupé por contar con buenos abogados, todo lo tengo legalizado y firmado. Parezco loco. Aquello ha permitido que mantengamos nuestra amistad.
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