Karla Morales: La maternidad, su mayor desafío
La activista social asume con entereza los roles que le ha tocado asumir, pero reconoce que hay uno en el que sigue aprendiendo: ser mamá
“Ser mamá es el reto más grande que me he puesto en la vida”, dice Karla Morales, quien a sus 23 años, siendo soltera, se fue a vivir con sus hijas Ariela (11) y Alejandra (9).
Define a Alejandra como una fuerza de la naturaleza, apasionada, amiguera, con la convicción de que todo el mundo es bueno, y desde esa creencia es capaz de confiar, asimismo es una niña de palabra. De Ariela dice que no es tan abierta, le encantan los números, bailar y es la sobreviviente de un cáncer que le dio cuando tenía apenas un año de edad. A ella, Karla le ha enseñado, con mucha dedicación, el arte de ser segura de sí misma.
El hogar de sus padres
Karla, de 34 años, replica las enseñanzas que recibió en su hogar. “Nos formaron, a mis hermanos y a mí, como seres responsables y con profundo sentido de justicia social. Mi madre nos repartía las tareas de la casa sin perjuicios de género o sexo, ella solo anunciaba que requería de piernas y manos que la ayuden”, nos dice.
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Leer másEn su casa, la cuna de sus principios, creció con un alto valor por la familia y fue el lugar donde la verdad se ponía por delante. Sus padres el guayaquileño Carlos Víctor Morales y la manabita Martha Rosales les ofrecían hablar de temas sin tapujos y tan crudamente que, en algunos casos, la ruborizada era ella y no lo contrario, como generalmente sucede. Aunque están divorciados, se llevan maravillosamente, e incluso discuten como si estuvieran casados.
Revela que su papá nunca pretendió que su esposa lo atienda, le sirva la comida o le tenga la ropa lista para que se vista. Cada uno, mientras duró la convivencia, asumió roles de compañerismo y durante el divorcio jamás hubo problemas ni de tipo afectivos ni económicos. Karla también reconoce a su progenitor como un buen hijo. Nos cuenta que Carlos Víctor estudió Ingeniería Química para darle gusto y tranquilidad a su padre, pero una vez obtenido el título se lo entregó y decidió iniciar lo que él realmente deseaba ser, periodista deportivo.
Su esposo
Se casó con Ezequiel Castro el 19 de diciembre del 2015 y decidieron irse de luna de miel en abril de 2016, pero ante el terremoto acaecido en Manabí, ellos prefirieron quedarse, pues a ambos los unía lo mismo: el deseo de ayudar y ser solidarios desde una perspectiva profesional y responsable. Describe como muy significativo ese tiempo de amor al prójimo que ambos vivieron, pues no podían verse, ya que Karla ayudaba desde Guayaquil y Ezequiel, con su experticia en logística, lo hacía desde Manabí.
Y es justamente esa experiencia la que le brinda a Karla la certeza de haberse casado con quien puede trabajar, codo a codo, en la igualdad, libertad y solidaridad. Son padres de Alonso y Julieta, de dos años y ocho meses, respectivamente.
La familia en esta crisis mundial
Nos enfrentamos, sin duda alguna, a un cambio global y para nuestra invitada son los padres quienes tienen que aprender a evolucionar y no al revés, pues a ellos les será más fácil adaptarse a la nueva normalidad después del COVID-19. “Es un desafío colectivo, pero no sé si es por la fe, pero a veces subestimamos el poder de la resiliencia en general”.
Esta crisis la experimenta como un reto para construir el Ecuador en potencia que todos quieren. Respecto a los jóvenes que pronto tomarán decisiones públicas, dice que tienen mayor conciencia del cuidado del planeta y de lo que necesita el mundo. “Y nosotros, los adultos, cambiaremos por lo menos, como personas, capaces de darle el valor que tiene lo sencillo, la esencia de cada ser humano”.
Le pregunto si cree que en la anterior normalidad se generalizó una espiritualidad sin raíces que dejó a mucha gente vacía por dentro, responde que para ella está muy claro que se ha prostituido mucho, desde los términos hasta las actividades relacionadas con el crecimiento de esta área. Esto de buscar ser luz, entre otras prácticas vinculadas a ello, considera que son muy cuestionables, cuando ciertas personas se lucran de las necesidades emocionales de otros, de sus inseguridades y momentos difíciles que atraviesan.
Karla Morales, la activista social que ahora trabaja en la emergencia sanitaria
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Karla es una mujer feliz, muy agradecida por todos los regalos que la vida le ha dado, empezando por sus hijas mayores que no son suyas biológicamente, pero a quienes ama intensamente...
Mientras Alonso, de 2 años, está aprendiendo a descubrir el mundo y Julieta (8 meses) a comer, Ariela está entrando a la adolescencia y Alejandra no entiende que ya no puede jugar con el de dos años ni que Ariela quiere jugar a las muñecas con ella, Karla descansa en el amor de su esposo, a quien mira como el mejor ejemplo que, como ser humano, pudo haberle dado a sus cuatro hijos.