Celia Zaldumbide: su legado a través de la música y Villa Celia
La Fundación Zaldumbide Rosales impulsa la formación de jóvenes talentos. La casa patrimonial alberga importantes colecciones artísticas y literarias.
Celia Zaldumbide Rosales solía decir que escuchar una buena interpretación musical en piano “le hacía creer que el ser humano valía la pena y que Dios, a pesar de sus andanzas, era el responsable de esa magia única que hace brillar a algunos de la especie”. Así la recuerdan quienes conocieron a esta afamada pianista, maestra, mecenas y protectora de la Orquesta Sinfónica Nacional del Ecuador (OSNE).
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Esta icónica mujer, que falleció en 2014, patrocinó a jóvenes músicos dentro y fuera del país, auspició conciertos y clases maestras, presidió por años la OSNE, fue miembro fundador de la Casa de la Música y creó la Fundación Zaldumbide-Rosales, que hoy continúa en pie en la casa patrimonial que perteneció a sus padres.
Distintas maneras de mirar el cuerpo
Leer másLa vivienda, llamada Villa Celia, se levanta imponente en medio de hermosos jardines, en la avenida 6 de Diciembre y Jorge Washington; un remanente de la época de oro del barrio La Mariscal.
Esta es hoy la sede de la fundación que no ha abandonado su propósito: promover la educación musical de jóvenes extraordinarios, y contribuir con el quehacer cultural de la ciudad.
Así lo explica Gabriela Mateus, titular de la institución. “La fundación ayuda con becas a niños y jóvenes de gran talento para que puedan impulsar su aprendizaje en la música. La mayoría de chicos que han pasado por aquí actualmente están fuera del país. También les brindamos un espacio donde ensayar y tienen la posibilidad de recibir clases de piano, violín y chelo que se dan aquí”, indica.
En su interior, la vivienda contiene una serie de emblemáticas colecciones, empezando por una nutrida reserva de obras de arte de pintores nacionales y extranjeros.
“Gonzalo Zaldumbide, el padre de Celia, era diplomático y en sus misiones fue adquiriendo una gran colección que hoy albergamos aquí en la casa. Hay piezas de artistas nacionales como Rendón Seminario, y también obras y caricaturas políticas de artistas franceses”, dice.
Patricio Estévez: mirar por su ventana
Leer másEl espacio cuenta, además, con amplios jardines al estilo inglés donde se ofrecen recitales al aire libre, una biblioteca donde ocasionalmente se realizan charlas literarias, una musicoteca extensa con vinilos, casetes y CD, y grandes vitrinas con piezas escultóricas que datan de la Escuela Quiteña. Curiosamente, lo que no hay es fotos de Celia.
“A ella no le gustaba que le tomen fotos. Era muy particular con eso”, recuerda Mateus.
Una curiosidad de la casa es que tiene un gran número de pianos, hoy utilizados por los alumnos.
“El piano era central en la vida de esta familia, y fueron comprándolos a lo largo de su vida. Tenemos seis pianos de distintas épocas”, indica la titular de la fundación.
Tras varios años dedicados a la labor musical esperan continuar abriendo la casa al público a través de una agenda de propuestas culturales y de recorridos.
“Queremos que se conozca más la casa, que la gente venga y aprenda un poco sobre el legado de Celia y lo que significó para la historia”, añade. ”
Conectar con el barrio
A inicios de marzo, se presentó en el salón principal de la villa la obra ‘La verdad: Leonidas Plaza Gutiérrez, víctima de su silencio’ de Rafael Arroyo. El lanzamiento contó con un enorme público que llenó el salón y las habitaciones aledañas.
“Fue lindo ver a tanta gente aquí y que tuviera tanta acogida una propuesta literaria”, asegura Mateus. Y aquella cálida acogida es una que quieren replicar en los próximos encuentros que organicen. La titular de la fundación señala que, este año, tienen como objetivo ser sede de distintos eventos culturales, no solo musicales, sino también literarios y artísticos.
El horizonte primitivo de Andrés Aguirre
Leer másEn los últimos años, explica, han colaborado con la propuesta Mariscal Sur, que busca reactivar las iniciativas culturales de este barrio.
“Hicimos un concierto en el jardín que era sobre todo para los vecinos de la Mariscal, y se llenó. Nos alegró mucho el recibimiento que nos dieron, porque la villa Celia es una parte de este barrio”, puntualiza Mateus y agrega que, si bien los residentes más antiguos sabían de la existencia de la villa, este no era el caso de los más jóvenes, por lo que esperan continuar difundiendo sus propuestas y anclándolas en el quehacer cultural de la zona.
Una de sus iniciativas son los recorridos guiados por la casa, que se pueden hacer semanalmente a través de reserva y aceptan a grupos de hasta 15 personas. Estos tienen un costo de $ 15.
Adicionalmente, el martes 26 de marzo habrá un recital a cargo del maestro Andrés Torres y de los estudiantes de la fundación, interpretando sus respectivos instrumentos. Este será a las 18:00 y el ingreso es libre.
Una familia atravesada por el arte
Los padres de Celia Zaldumbide Rosales fueron personajes que marcaron la historia nacional. Gonzalo Zaldumbide Gómez de la Torre sirvió como representante del país en Francia, Italia, Estados Unidos, Brasil, Perú, Inglaterra, Colombia y Chile. Además, se dio a conocer por su trabajo como crítico literario, novelista, ensayista.
Entre sus piezas más conocidas está la novela ‘Égloga trágica’ que empezó en 1910 y culminó en 1954.
Su esposa, Isabel Rosales, pertenecía a una acaudalada familia guayaquileña que se instaló en París a inicios del siglo veinte.
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Narrar el ocaso de la vida humana
Leer másElla y sus hermanas Thalie y Leonor, conocidas como Las tres musas de Guayaquil, se dedicaron por completo a las artes. Isabel Rosales se especializó en el reputado Conservatorio Nacional de Música de París, donde se convirtió en una afamada concertista. Es considerada como la más completa y prodigiosa de los pianistas ecuatorianos de la primera mitad del siglo veinte.
Tras contraer matrimonio con Gonzalo Zaldumbide, esta dejó los escenarios para dedicarse a su familia y a Celia, la única hija de la pareja. La única grabación que se conocía con las piezas de Isabel Rosales desapareció hace muchos años, por lo que el único registro que queda de su prodigio es documental.
Justo por ello, Celia Zaldumbide se empecinó en dar vida a la fundación, pues quería salvaguardar el legado literario de su padre y el legado artístico de su madre para que perduraran en el tiempo.
Ella no daba conciertos particulares, pese a haber aprendido el instrumento directamente de su madre, pero sí se dedicó a la enseñanza del piano. Andrés Torres, miembro de la fundación y alumno de esta señala: “Celia nunca se casó ni tuvo hijos, se dedicó por completo a la docencia del piano, y al igual que su madre, a promover la cultura en el país”, indica.
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